domingo, 8 de junio de 2025

Objetivos y vientos favorables


  Hace unos cuantos años, antes de la implantación del espacio europeo de enseñanza superior (AKA plan Bolonia) formé parte de un comité de calidad (de la universidad) que había de evaluar la titulación de ingeniería industrial. Cuando enviamos el informe a la instancia nacional que lo solicitaba (no recuerdo cual) nos devolvieron unos comentarios. Lo que más nos criticaban es que no habíamos comenzado el trabajo especificando qué es un ingeniero industrial, que se espera de una persona con esa titulación. El comentario me sorprendió muchísimo. Por un lado es verdad que, como decía Séneca, no hay viento favorable para el que no sabe dónde va. Pero por otro lado es tan evidente lo que es un ingeniero industrial que parecía un esfuerzo vano esforzarse en definirlo. No es evidente, me lo parecía a mi porque ya estaban ahí antes de que yo naciera y a lo largo de mi vida siempre han estado. Eso genera una imagen experiencial, que es algo que dista mucho de una racionalización de lo que son, o mejor aún, de lo que deberían ser. 

Me ha venido esa historia a la cabeza a propósito de decisiones que parece que soplan contra la dirección que parecería conveniente. Esta semana se ha aprobado un reglamento europeo (que tiene que pasar aún por el parlamento) que permite a las compañías aéreas cobrar por equipaje de mano y rebaja las indemnizaciones por retrasos. 

¿Cuál es el objetivo de esta medida? Aquí sí hay quien sabe a donde va y este viento le es favorable: las compañías aéreas. En cambio para sus usuarios esa política es desfavorable. Parece un ejemplo claro de conflicto de intereses, el de las compañías frente al de sus usuarios, Las autoridades deberían establecer un equilibrio que consideren justo. Aunque para muchos parece claro que esa justicia se ha desplazado del lado del lobby poderoso frente a la desorganización del difuso conjunto de “usuarios”. El ejemplo que vale para ilustrar muchos otros con conflictos análogos: la regulación de precios de alquileres, la reducción de la jornada laboral, etc. La cuestión que realmente me interesa es analizar es la misma que en el caso de los ingenieros, cuales son los objetivos últimos que se intentan conseguir con esas normativas. ¿Qué pretenden las personas que se dedican a regular con sus regulaciones?

Vivimos en un marco neoliberal que forma parte del ambiente, como mi idea irreflexiva de lo que es un ingeniero. En ese ambiente es obvio que la actividad encaminada a que las personas disfruten su vida se estructura en un marco económico y que esa economía tiene unas reglas (casi científicas) según las cuales cuanto menos intervención regulatoria mejor (dado que las leyes internas del mercado actúan para encontrar óptimos). Esas leyes del mercado se basan en que cada agente económico busca maximizar su beneficio, cosa que, según ese marco de pensamiento, ocurre de forma natural.

Ese marco de pensamiento se impuso de forma generalizada cunado un planteamiento alternativo colapsó. Esa alternativa consistía en que la actividad productiva debería ser cuidadosamente planificada para maximizar el beneficio colectivo de la sociedad a la que servía. Una idea tan racionalista y, en principio deseable, chocaba con los intereses de las personas individuales de dos formas: los que planificaban tenían poca cortapisa para beneficiarse a sí mismos en exceso y, los planificados, a menudo, no encontraban incentivos personales para esforzarse con su tarea.

Tampoco se trata aquí de hacer un repaso de la historia económica del siglo XX (y lo que va de este), estos dos párrafos pretenden dar una pincelada del ambiente ideológico en que se mueven las personas que hacen las regulaciones como las de las tarifas aéreas. Un ambiente ideológico en el que las compañías deben ganar dinero, es su objetivo, y el suyo coincide con el de todos. Eso sí, deben ganarlo de una forma “justa”, lo que se traduce en cosas como la libre competencia o la información veraz y transparente. Si el reglamento es el mismo para todas las compañías, y la información sobre sus tarifas es pública hay “justicia”. Y si las compañías han pedido que sus tarifas se puedan estructurar de esa manera ¿por qué no dejarles? El estado debe intervenir lo mínimo y sólo para evitar males. Aquí no parece haber ninguno. Asunto resuelto.

Incluso sin salirnos del marco de la ortodoxia neoliberal esto se puede ver de otra forma. Las personas individuales no podemos hacer un máster para cada actividad que queremos hacer, la complejidad de los trámites, su inaccesibilidad cognitiva, juega en nuestra contra. Si eliges un viaje por la publicidad de un precio pero luego hay un conjunto de costes no publicitados (aunque no sean secretos) la elección no fue informada. Complicarle los procesos al consumidor hace que deje de ser un “agente económico” canónico, sin información suficiente no se toman decisiones racionales. Esas prácticas tunean el propio marco del neoliberalismo en favor de las compañías. Lo mismo vale para otras muchas prácticas entre las que destacan los “precios dinámicos” (de los sistemas de VTCs o de venta on line de entradas), algo que imposibilita, por definición, conocer precios con antelación y poder planificar tu actividad como agente económico racional.

Pero más interesante aún es salirse del marco neoliberal para mirar estos procesos con otra perspectiva, la del beneficio colectivo. Para mí la pregunta legítima sería ¿Cómo conseguimos que las personas, de forma igualitaria, disfrutemos al máximo de viajar y en el proceso se respete al máximo el medio ambiente? 

Claro, que igual no nos gustan las respuestas, ni a unos, ni a otros. Respuestas coherentes con la pregunta supondrían cosas como prohibir vuelos cortos (hay alternativas menos contaminantes), dificultar el uso del avión en general (quizá con precios altos, pero no sólo), evitar márgenes comerciales excesivos (quizá cualquier margen, dado que no contribuyen al proceso, al disfrute del viaje, solo “extraen” de su gestión). Y por supuesto una buena accesibilidad cognitiva en todo el proceso: horarios, tarifas y todos los detalles estables, públicos y fáciles de entender.

Y si no vamos cambiando de marco, nos va a quedar una sociedad desgarrada en un planeta achicharrado que no les va a gustar ni a los que van ganando estas batallitas regularorias.

No hay comentarios: