La colaboración semanal en Cope Navarra ha empezado pronto este año, hoy es la tercera. Abajo dejo el texto que había preparado (que esta vez me quedó más o menos hilado) y AQUÍ el enlace al audio. Están haciendo pruebas y también hay un trozo de VIDEO.
Además del calor (del que hemos hablado las dos semanas pasadas) este verano está siendo noticia su sequedad, la falta de agua que tiene todos los pastos amarillos y los pantanos vacíos.
Desde pequeños nos cuentan el ciclo del agua en el planeta, lo de que se evapora en los océanos, forma nubes que se desplazan y producen lluvia (en los dibujos escolares siempre en la ladera de una montaña) que se transforma en ríos que caen por la pendiente hasta volver al mar. Esa idea, impecable a grandes rasgos, está llena de detalles más complejos cuando se quiere profundizar.
Por ejemplo, podemos querer saber, de forma cuantitativa, como baja en agua. Si se producen lluvias fuertes en la cuneca de Pamplona, cuanto tardará la crecida en llegar a Tudela. Yo vivo al lado del Sadar, y cuando va al borde del desbordamiento sé que en dos o tres días tendrán problemas en la ribera. Pero saber si serán dos o tres depende de que el terreno estuviera muy seco o no, de lo concentrada que haya sido la lluvia y de muchas cosas más. Hoy día existen modelos de ordenador que tienen en cuenta esos factores y se utilizan para predecir (con mayor o menor éxito) los cauces de los ríos.
Parece que la mejor manera de predecir es controlar. Si pongo una presa en el río ya sé que el agua que venga de arriba quedará ahí atrapada, y solo seguirá aguas abajo cuando decidamos abrir compuertas. Las presas sirven para eso y para varias cosas más. Por un lado el agua embalsada, no sigue su curso y queda a disposición de las personas de su alrededor para su disfrute (beberla, regar, bañarse,…). Por otro lado, el agua que va cayendo lleva mucha energía, y es posible extraerla, también para usos humanos. Igual se acuerdan los oyentes, de sus tiempos escolares, de la “energía potencial”. Los objetos, por el hecho de estar más arriba en el campo gravitatorio terrestre tienen “energía potencial”, que se convierte en movimiento si lo dejas caer (energía cinética). Si esa se la transfieres a una turbina y con su giro movemos un alternador, se produce electricidad.
A cambio de esas ventajas, una presa supone problemas, nada es gratis en la naturaleza. Por un lado en el momento de la construcción se genera un enorme impacto. No es inhabitual que se inunden poblaciones que es necesario desplazar, con lo traumático que eso resulta para los afectados. También se genera un impacto enorme en el ecosistema, tanto en el fluvial como en las tierras circundantes. Se corta la circulación del río, los peces de aguas arriba no pueden bajar de un punto ni los de abajo subir. A veces se intenta paliar con canales específicos para que los salmones puedan remontar el curso y cosas así, pero es difícil que funcione bien.
Desde que se empezó a utilizar la electricidad de forma masiva, a finales del XIX se empezaron a construir presas (microsaltos, otros no tan micro) y hemos llegado a que prácticamente no queda espacio sin explotar en los ríos españoles. Esa explotación es compleja, porque retener el agua es beneficioso aguas arriba pero deja más seco el cauce inferior; el uso agrícola y el de producción eléctrica entran en conflicto. Vamos, que hay muchos conflictos potenciales y es necesario gestionar los usos. Para se crearon las confederaciones hidrográficas.
En Valencia todavía funciona el “tribunal de las aguas”, que dirime los conflictos entre regantes del sistema de acequias que hicieron en su huerta los árabes medievales. Un antecedente centenario de la tarea de las confederaciones.
Pero bueno, ojalá lleva pronto, y a poder ser sin brusquedades que inunden, y recuperamos caudales y rellenamos pantanos.