Una visión personal de la Universidad en general y la UPNA en particular; la ciencia, la docencia y otras hierbas.
miércoles, 26 de enero de 2011
Recirculando libros
viernes, 21 de enero de 2011
Reparar relojes viejos
Uno de los entretenimientos a los que se está dedicando mi padre en su jubilación es ocuparse de reparar unos cuantos relojes que a él le llegaron en herencia. Algunos son relojes de bolsillo del último tercio del XIX, otro de pared de 1920 más o menos. Es un esfuerzo encontrar relojeros capaces de enfrentase a esos objetos. Además han de fabricar las piezas que falten, porque obviamente repuestos no hay. Y desde luego que no es en absoluto barato el empeño. Alguna vez le he recriminado que “dilapidara” su pensión (y ahorros) en esas antiguallas inútiles. Pero dándole vueltas últimamente (y no hay que negar que influenciado por las reflexiones sobre la obsolescencia programada de estos días) estoy llegando a la conclusión de que no sólo tiene derecho, sino que probablemente hace muy bien.
No se porqué debería ser un deseo más sensato tener un ordenador nuevo o un coche más potente que tener operativos los relojes de tus bisabuelos. Una cosa es que lo primero sea más habitual, más estándar, y otra que sea lo único razonable. Otra cosa es la repercusión socioeconómica de una u otra actividad. La restauración de antigüedades casi seguro que tienen un efecto multiplicador menor que adquirir bienes de consumo de producción en masa, como coches u ordenadores; es decir que produce menos actividad económica. Pero esa actividad económica es de diferente “calidad”. La reparación de antigüedades, o de otras cosas, genera empleo local, requiere de personas próximas y formadas, mientras que la producción en masa genera empleo deslocalizado de muy baja cualificación.
En cualquier caso, siempre que no se comprometa la subsistencia, cada uno es muy libre de emplear su dinero en lo que quiera, sin que seamos los demás quienes debemos juzgar si eso es dilapidarlo, gastarlo o invertirlo
La foto no es de los relojes de la historia, sino de aquí, 8.000€ piden por el lote
sábado, 15 de enero de 2011
La edad y la felicidad
Todos recordamos como los tomates de hace unos pocos años no sabían a nada, aunque duraban mucho en la nevera. El intenso trabajo de mejora vegetal se había centrado en la duración como parámetro de éxito y, como subproducto, el sabor se fue perdiendo. Descubierto el fenómeno se introdujeron las “características organolépticas” (que es como llaman los expertos al sabor y todo eso) en los programas de mejora y, afortunadamente, volvemos a tener tomates sabrosos.
La obsesión por la duración de los tomates me viene a la cabeza como ejemplo de la preocupación por la riqueza, por el producto interior bruto; mientras que el sabor del tomate, la felicidad de la vida, la tenemos postergada, olvidada por los expertos. Bueno, en realidad no está olvidada del todo, lo que no está es en la línea central de pensamiento (o como dicen los modernos, no es mainstream). Algunos ejemplos ya los hemos comentado aquí como las medidas de felicidad en el mundo o la implementación institucional de esa medida en Bután. Y el tema se va poniendo de moda, hasta David Cameron ha iniciado estudios de este tipo en Inglaterra.
Recientemente se ha publicado un interesante artículo en The Economist en el que se resumen las investigaciones recientes sobre economía de la felicidad, particularmente en lo relativo a su relación con la edad. La conclusión es que hay una correlación significativa, y que la evolución de la felicidad a lo largo de la vida se puede dibujar con una curva en forma de U (ver figura adjunta, en la que la escala vertical es una medida de la felicidad). Por cierto, para saber qué es realmente lo que se representa en la figura hay que ir al artículo original del que está tomada y que, afortunadamente, está disponible en la red. Se han analizado con cuidado posibles distorsiones de esos resultados como que fuera un reflejo del hecho de que se suele tener más dinero con la edad, como la dependencia de las cohortes, variaciones interculturales, etc. En todos los casos la tendencia de la curva en forma de U permanece robusta, no parece deberse a artefactos de los estudios; es un hecho que está ahí más o menos igual (aunque con variaciones en los valores precisos) en más de 70 países y a lo largo de 40 años de estudios.
De manera contraria a la intuición el bienestar de las personas crece a partir de un punto de la edad adulta y continúa creciendo en la vejez. Sobre la razón de este crecimiento hay algunas hipótesis psicológicas, aún poco concluyentes. En todo caso, y mientras se continúa investigando el asunto, disfrutemos ese bienestar que debería estar empezando ya: mi edad está justo en el mínimo de la curva para EEUU.
miércoles, 12 de enero de 2011
lunes, 10 de enero de 2011
Comprar, tirar, comprar
domingo, 9 de enero de 2011
Crecimiento cero y otras obviedades
Al recordar la historia me documento un: En 1968 se forma un grupo de científicos de 30 países para reflexionar sobre el crecimiento económico estable y sostenible de la humanidad, se crea el Club de Roma. Encargan un trabajo al MIT, donde lo desarrolla un grupo de jovencísimos investigadores liderado por una mujer especializada en dinámica de sistemas, Donatella Meadows. El informe que sale de este encargo es el libro que mi padre me desrecomendaba leer.
La conclusión del informe era irrefutable: el crecimiento no puede ser infinito. Tan obvia como la idea de que el petróleo se va a acabar. Y sin embargo, sorprendentemente, estas verdades del barquero son consideradas poco menos que revolucionarias.
Cuando alguien las enuncia parece que está obligado a decir cuando se van a alcanzar esos límites, y si no lo hace su credibilidad queda arruinada. De hecho el Club de Roma y el informe Crecimiento Cero (y sus revisiones y secuelas) son considerados como unos agoreros sin credibilidad. Me gusta mucho la gráfica sobre la era del petróleo vista en la amplia escala de la historia humana, ver figura adjunta. Ser capaz de predecir el momento exacto en que se agotará el petróleo no es tan importante como saber que se va a agotar, con toda seguridad, antes de 5 generaciones (pongamos 10 si queremos seguridad absoluta). Lo mismo ocurre con el crecimiento económico, sin duda que toda la humanidad no puede crecer económicamente de forma indefinida.
Este asunto tan sugerente me deja al menos dos cuestiones abiertas sobre las que no me siento capaz más que de enunciarlas:
- ¿Cómo hemos llegado a que unas verdades evidentes se conviertan en eslóganes casi-revolucionarios?
- ¿Por qué la política actual es incapaz de incorporar visiones de medio y largo plazo en su dinámica? Especialmente teniendo en cuenta que en los años 60 y 70 parece que si las incorporaba
Pero hay otro tema sobre el que si puedo concluir algo: esas visiones del crecimiento o de la evolución del petróleo son típicas de la termodinámica. Se define un sistema (caja negra) y se analizan entradas y salidas. Así, aún con una información relativamente escasa e incompleta, se pueden sacar conclusiones definitivas (no así su fecha precisa o detalles de su dinámica). No es de extrañar que la responsable del informe Crecimiento Cero fuera química.
Del mismo modo, algunos razonamientos sencillos del mismo tipo "termodinámico" aplicados a la situación actual dan alguna conclusiones que parecen evidentes y que, desde luego, no se oyen por ahí. Me limitaré a enunciar una: habiendo casi 5 millones de parados, y no habiendo problemas de producción de ningún producto ¿para qué hay que alargar el tiempo de trabajo (sea este ampliar jornada, retrasar jubilación o disminuir vacaciones)?
ACTUALIZACIÓN 23:40. Por esas casualidades de la vida (o no, vaya usted a saber) esta noche han puesto en TV2 un documental sobre este tema que me ha parecido excelente, impresionante. Está en la web de TVE, aquí.
ACTUALIZACIÓN 17 Ene 2011. Parece que el documental de TVE ha generado muchas reacciones, ver esta o este, por ejemplo.
La figura está tomada de aquí
miércoles, 5 de enero de 2011
Civilización
Es un juego no trivial pero que no necesita un entrenamiento largo, es divertido desde la primera partida. El objetivo último es civilizar a tu pueblo y que avance por la historia, pero para ello hay que conseguir saberes, que se compran con bienes, que hay que haber comerciado para multiplicar su valor, y que se obtienen a partir de las ciudades, que estableces sobre el territorio.
Hay un conjunto de mecanismos de corrección que hacen que se equilibren los distintos jugadores, y aunque hay intervención del azar (en forma de calamidades) este no es ni mucho menos definitivo, gana el que juega mejor.
Pero si me ha parecido interesante comentar el juego aquí es por lo formativo que resulta. Lo primero en la idea de propiedades emergentes, en este caso comportamientos emergentes: da igual quien juegue, se desarrollan los mismos roles. Y lo segundo por el tipo de comportamientos que emergen. Se entablan "guerras" como males menores, no deseados por nadie pero inevitables (o muy convenientes) ante excesos de población. Si algún jugador se descuelga de los demás se dedica a molestar el avance de los otros; alguien bautizó ese comportamiento como "pueblo terrorista". Pero si ese "pueblo terrorista" remonta y se sitúa en un nivel análogo al de los demás jugadores cesa en su comportamiento de hostigamiento concentra todos sus esfuerzos en su propio beneficio. Lo auténticamente efectivo si se quiere que un jugador no progrese (por ejemplo porque va muy por delante de todos los demás) lo que funciona es el embargo comercial, no la "guerra" en el tablero. Etc.
Resulta fascinante el surgimiento de toda una política internacional de un conjunto de reglas tan sencillo (no en comparación con el Monopoly, pero si en comparación con la política real). Tan fascinante que resultaría un recurso educativo excelente para más de una disciplina (sociología, economía, política, ...). Incluso he llegado a pensar que debería ser obligatorio haber jugado al menos 10 partidas para presentarse a unas elecciones.
lunes, 3 de enero de 2011
Encuestas y la imagen de la Universidad
Hace años de la respuesta de los estudiantes dependía el cobro de un complemento salarial por parte del profesorado, era sin duda un proceso muy serio. Para el profesorado era mucho peor, dado que se cuestionaba de forma real su actividad. A cambio la imagen exterior, la que proyecta la institución hacia la sociedad, era mucho más sólida. Una institución que se autoevalúa con rigor no necesita ser obligada por el financiador (el Parlamento) a someterse a auditorías docentes realizadas por el tribunal de cuentas. La mencionada auditoría, su mera existencia, manifiestan una desconfianza significativa hacia el autocontrol de la Universidad. Sin duda hay razones puramente políticas, pero no vale escudarse en ellas para pensar que vale todo. La pantomima de evaluación que son estas encuestas no proyecta una buena imagen hacia fuera. Pero claro, son los profesores los que votan, y sobre la mala imagen social siempre se pueden echar balones fuera...