Va hoy al Consejo de Ministro la propuesta de liberalizar la duración de los grados, y que el modelo “grado + máster” pueda tener duraciones de 4+1 o bien 3+2 años a elección de la universidad que lo ofrece. Lo único que es lo que dictaba el espacio europeo de enseñanza superior (aka “plan Bolonia”) es que haya dos ciclos diferenciados y que se puedan completar en 5 años. Cuando se implantó no hubo libertad, se fijó el 4+1 contrario a la tradición de las diplomaturas y licenciaturas (3 y 5 respectivamente) que teníamos tan asentada. Bueno, todos menos los ingenieros, que venían de un sistema de peritos y superiores de 4 y 6 respectivamente y que, como quien no quiere la cosa, arrastró a toda la universidad. Y es que los “másteres con atribuciones profesionales” son de 6 años, así que para ser ingeniero como dios manda hacen falta 6 años, lo único que contradice el espíritu del EEES, no acabar en 5.
Toda la discusión sobre este tema se ha desenfocado por una cuestión que, en principio, no tiene nada que ver. Cuando teníamos licenciaturas de 5 años, los 5 estaban igual de subvencionados, mientras que en el cambio a la estructura grado más máster al segundo se le ha duplicado el precio. Esto supone que, ahora, cambiar de 4+1 a 3+2 incremente el coste económico que ha de asumir el estudiante que quiera llegar al final.
Desde la universidad (i.e. rectores, asociaciones de profesores, de estudiantes, etc.) se está criticando un montón la medida. No deja de ser sorprendente que el sector rechace que le den libertad de hacer lo que considere más conveniente. En realidad conociendo el percal no es nada sorprendente. Falta un modelo de servicio público. Ese modelo se espera que se proporcione desde fuera (el gobierno, la comunidad autónoma, o quien sea) y luego las autoridades académicas se ocuparán de proveerlo lo mejor que puedan; pero centrando su esfuerzo más en la gestión interna de repartos de créditos y plazas entre departamentos y grupos de presión que orientado al servicio. Para poder seguir con ese statu quo, cuanto más monopolístico y homogéneo sea el mandato exterior mejor. Por eso lo peor que se puede hacer es dar un mandato flexible: “que cada titulación, en cada universidad se organice como considere”… un sindiós.
Por aquello de concluir, me parece muy mal que el gobierno introduzca variaciones en las normativas universitarias fraccionarias, extemporáneas y sin enmarcar en un plan estratégico definido. Tras el enorme esfuerzo de implantar el modelo de grado y máster, empezando la primera ronda de verificación de la calidad de las titulaciones, no es de recibo afrontar un nuevo cambio de calado. Vamos, que quede claro que me parece muy mal abrir ahora este melón. Pero eso no quita que me parezca que académicamente es mucho más sensato 3+2 que 4+1, y que todo esto evidencia una ranciedad en los modos de gobierno universitarios (que últimamente se da en llamar “gobernanza”) que hay que abordar más pronto que tarde.
Una visión personal de la Universidad en general y la UPNA en particular; la ciencia, la docencia y otras hierbas.
viernes, 30 de enero de 2015
martes, 27 de enero de 2015
El colágeno del pene y el sexo que no es porno
La consideración estructural del pene como una pieza de esqueleto, concretamente un esqueleto hidrostático, es fascinante. Resulta además que es relativamente reciente el descubrimiento de la contribución de la microestructura de colágeno que consigue darle funcionalidad a dicho órgano. Todo ello nos lo explica maravillosamente su descubridora, Diane Kelly en el siguiente vídeo (11 min):
Todo lo que tiene que ver con el sexo nos pone nerviosillos, aunque sea en su aproximación más seria; bueno, es que no sabemos cuanto de seria es hasta que nos adentramos. Para completar la anterior lección de anatomía, una serie de datos para dejar claro que lo que se ve en el porno no es sexo real. Están en este divertido vídeo de ingeniosa ilustración alimentaria (2 min):
Estas semanas pasadas ha habido una sincronización bloguera para hablar de temas de reminiscencia sexual, por supuesto desde un punto de vista científico (y no machista). Sea esta entrada un eco tardío y desubicado de esa convocatoria.
Todo lo que tiene que ver con el sexo nos pone nerviosillos, aunque sea en su aproximación más seria; bueno, es que no sabemos cuanto de seria es hasta que nos adentramos. Para completar la anterior lección de anatomía, una serie de datos para dejar claro que lo que se ve en el porno no es sexo real. Están en este divertido vídeo de ingeniosa ilustración alimentaria (2 min):
Estas semanas pasadas ha habido una sincronización bloguera para hablar de temas de reminiscencia sexual, por supuesto desde un punto de vista científico (y no machista). Sea esta entrada un eco tardío y desubicado de esa convocatoria.
domingo, 25 de enero de 2015
Sobre el micromecenazgo en ciencia
Cada vez está más de moda el micromecenazgo, la posibilidad de apoyar económicamente (con pequeñas cantidades) a diversos proyectos para que salgan adelante. En el caso de proyectos científicos no me parece una buena idea. En otros no tengo una opinión tan claramente formada. Las razones para esta oposición son de tres tipos, como micromecenas, como profesional de la ciencia y como ciudadano.
Como ciudadano, potencial micromecenas, por un lado no tengo una renta disponible para esta actividad, dado que tradicionalmente no existía, e incorporarla a la rutina diaria exige detraerla de otros fines. Por otro lado, más importante, no tengo criterio para elegir. Si me ponen delante un periódico de temas científicos (como Materia, que antes de unirse a El País solicitaba apoyo), una investigación biomédica, una en matemática aplicada y otra en metamateriales ¿cuál debo elegir? Además me tengo que informar de la capacidad de que ese dinero sea bien empleado, es decir de la solvencia del grupo de investigación, de las probabilidades de éxito, etc. También de consideraciones políticas (no solo científicas), ya que podría acabar financiando la curación de la hepatitis y acabar contribuyendo al problema sociopolítico del Sovaldi. Ni tengo dinero ni tiempo para hacerme un máster en todos los temas posibles.
Como científico profesional considero parte de mi deber explicarle al público en general la parte que me toca de en qué se gastan sus impuestos (y de hecho lo hago, en este blog entre otros mucho cauces). Pero una cosa es rendir cuentas a posteriori y otra muy distinta la dedicación a actividades promocionales, sean estas las que sean. La solicitud de fondos públicos (o privados, pero no "micro") requiere un esfuerzo de preparación de un proyecto, pero eso es parte de la propia actividad investigadora, además es un esfuerzo limitado en el tiempo (una vez cada dos o tres años) para la consecución de unos fondos razonables. La competición en el dominio de una agencia de financiación se juega con el currículum y con las líneas estratégicas de desarrollo científico que se haya fijado dicha agencia (estatal, regional o europea). Mientras que en el micromecenazgo se juega con el interés popular de los temas y con la capacidad de hacerlos publicitariamente interesantes. Un vídeo con un niño enfermo de cáncer en el que se reclaman fondos para su curación no juega en la misma división que un estudio sobre matemática aplicada (aunque quizá se acabe utilizando sus resultados en un escáner que servirá también para curar).
Como ciudadano espero del Estado, a través del gobierno que lo gestiona en cada momento, una política científica clara, con visión de estado, con una financiación suficiente y, sobre todo, estable y sostenida en el tiempo. Confío en que se dediquen los profesionales adecuados a definir esa política y a ejecutarla. Claro que esto no es incompatible con el micromecenazgo, pero la extensión de la idea de que con una aportación individual ya se está contribuyendo a resolver el problema me da miedo, por que esa satisfacción inevitablemente relaja la presión sobre los gobernantes. Prefiero ciudadanos comprometidos con la cosa pública que microfinanciadores de proyectos aleatorios.
----------------
La extinta CajaNavarra tuvo durante unos años un programa de distribución de su obra social basado en los votos de los clientes ("tu eliges, tu decides"). Era un proyecto de micrimecenazgo solo que con "pólvora del rey", ya que ese dinero no era tuyo pero si decidías su destino. En ese programa fui mecenas como cliente de la caja y beneficiario como miembro activo de una ONG. En los últimos años no había filtro previo por la calidad de los proyectos y llegó a haber más de 15.000. Obviamente nadie se los leía, y la lucha por el voto del cliente acabó generando mesas petitorias a la salida de los supermercados y otras situaciones a cual más denigrante. Los proyectos eran anuales y no se conocía el grado de financiación obtenido hasta comenzado el ejercicio de gasto. Esto impedía una planificación de largo plazo y una optimización de los fondos conseguidos. No me quiero extender con el ejemplo, pero mi percepción fue de dilapidación de fondos e ilusiones. En nombre de la libertad individual se cayó en la desorganización y la ineficiencia. Pero no puedo evtar recordarlo cada vez que veo una plataforma de micromecenazgo científico
Como ciudadano, potencial micromecenas, por un lado no tengo una renta disponible para esta actividad, dado que tradicionalmente no existía, e incorporarla a la rutina diaria exige detraerla de otros fines. Por otro lado, más importante, no tengo criterio para elegir. Si me ponen delante un periódico de temas científicos (como Materia, que antes de unirse a El País solicitaba apoyo), una investigación biomédica, una en matemática aplicada y otra en metamateriales ¿cuál debo elegir? Además me tengo que informar de la capacidad de que ese dinero sea bien empleado, es decir de la solvencia del grupo de investigación, de las probabilidades de éxito, etc. También de consideraciones políticas (no solo científicas), ya que podría acabar financiando la curación de la hepatitis y acabar contribuyendo al problema sociopolítico del Sovaldi. Ni tengo dinero ni tiempo para hacerme un máster en todos los temas posibles.
Como científico profesional considero parte de mi deber explicarle al público en general la parte que me toca de en qué se gastan sus impuestos (y de hecho lo hago, en este blog entre otros mucho cauces). Pero una cosa es rendir cuentas a posteriori y otra muy distinta la dedicación a actividades promocionales, sean estas las que sean. La solicitud de fondos públicos (o privados, pero no "micro") requiere un esfuerzo de preparación de un proyecto, pero eso es parte de la propia actividad investigadora, además es un esfuerzo limitado en el tiempo (una vez cada dos o tres años) para la consecución de unos fondos razonables. La competición en el dominio de una agencia de financiación se juega con el currículum y con las líneas estratégicas de desarrollo científico que se haya fijado dicha agencia (estatal, regional o europea). Mientras que en el micromecenazgo se juega con el interés popular de los temas y con la capacidad de hacerlos publicitariamente interesantes. Un vídeo con un niño enfermo de cáncer en el que se reclaman fondos para su curación no juega en la misma división que un estudio sobre matemática aplicada (aunque quizá se acabe utilizando sus resultados en un escáner que servirá también para curar).
Como ciudadano espero del Estado, a través del gobierno que lo gestiona en cada momento, una política científica clara, con visión de estado, con una financiación suficiente y, sobre todo, estable y sostenida en el tiempo. Confío en que se dediquen los profesionales adecuados a definir esa política y a ejecutarla. Claro que esto no es incompatible con el micromecenazgo, pero la extensión de la idea de que con una aportación individual ya se está contribuyendo a resolver el problema me da miedo, por que esa satisfacción inevitablemente relaja la presión sobre los gobernantes. Prefiero ciudadanos comprometidos con la cosa pública que microfinanciadores de proyectos aleatorios.
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La extinta CajaNavarra tuvo durante unos años un programa de distribución de su obra social basado en los votos de los clientes ("tu eliges, tu decides"). Era un proyecto de micrimecenazgo solo que con "pólvora del rey", ya que ese dinero no era tuyo pero si decidías su destino. En ese programa fui mecenas como cliente de la caja y beneficiario como miembro activo de una ONG. En los últimos años no había filtro previo por la calidad de los proyectos y llegó a haber más de 15.000. Obviamente nadie se los leía, y la lucha por el voto del cliente acabó generando mesas petitorias a la salida de los supermercados y otras situaciones a cual más denigrante. Los proyectos eran anuales y no se conocía el grado de financiación obtenido hasta comenzado el ejercicio de gasto. Esto impedía una planificación de largo plazo y una optimización de los fondos conseguidos. No me quiero extender con el ejemplo, pero mi percepción fue de dilapidación de fondos e ilusiones. En nombre de la libertad individual se cayó en la desorganización y la ineficiencia. Pero no puedo evtar recordarlo cada vez que veo una plataforma de micromecenazgo científico
sábado, 17 de enero de 2015
Un ser vivo en el tiempo
Nuestras actividades del día a día, como seres vivos que somos, nos entretienen y nos ocupan el tiempo. El tiempo que nos es dado, que sabemos que es una pequeña fracción de un tiempo mucho más largo, que disfrutaron nuestro antepasados, y uno aún más largo... nada mejor para verlo en perspectiva que este vídeo (7 min):
Vale, somo seres vivos perdidos en una inmensidad de tiempo y camino de un final bastante poco interesante. Carpe díem, al menos vivamos la vida, pero ¿qué es la vida? Seguramente podemos diferenciarla claramente de lo que no lo es... veamos (6 min):
La verdad es que se te queda un regusto extraño, nuestra existencia como seres vivos en el tiempo queda muy desdibujada, pero por que nuestro conocimiento ha trascendido hipótesis que nos resultaban más confortables, solo que que no eran ciertas. Habrá que seguir aprendiendo. Para levantar el ánimo, la visión de Niel DeGrasse Tyson sobre el sentido de la vida, a pregunta de un niño de 6 ( y 3/4) años viene muy al pelo (6 min):
----------------------
La ciencia te cuenta historias que son verdad. Son verdad en un sentido especialmente profundo, por que también es verdad que el ratoncito Pérez existe, pero existe como una construcción cultural de un grupo social concreto, no existe en Saturno. En cambio las leyes de la termodinámica si se cumplen en Saturno, y se cumplen las observe un científico peruano o un agricultor chino (o al menos todas las pruebas recogidas hasta la fecha nunca han fallado). Seguramente sea a veracidad lo que hace que la capacidad de conmover de esas historias resulte tan poderosa. Muchas películas terminan diciéndonos que su historia está basada en hechos reales, y esa declaración es importante para nuestra apreciación de la historia. También la forma de contarla afecta mucho a la capacidad de conmover. No es lo mismo la novela que la película, ni un remake que otro de un viejo clásico, y la apreciación de estas variantes es muy subjetiva. A mi me resultan especialmente impactantes (mindblowing que diría John Green) los vídeos, pequeños audiovisuales sobre temas científicos (o muy basados en conocimiento científico) montados con estilos propios de internet, "youtubers". Llevo un tiempo coleccionando (aquí) los que me van llamando mucho la atención. Desde hoy empezaré a ponerlos en el blog, con una nueva etiqueta, comentando brevemente por qué me han impresionado.
Vale, somo seres vivos perdidos en una inmensidad de tiempo y camino de un final bastante poco interesante. Carpe díem, al menos vivamos la vida, pero ¿qué es la vida? Seguramente podemos diferenciarla claramente de lo que no lo es... veamos (6 min):
La verdad es que se te queda un regusto extraño, nuestra existencia como seres vivos en el tiempo queda muy desdibujada, pero por que nuestro conocimiento ha trascendido hipótesis que nos resultaban más confortables, solo que que no eran ciertas. Habrá que seguir aprendiendo. Para levantar el ánimo, la visión de Niel DeGrasse Tyson sobre el sentido de la vida, a pregunta de un niño de 6 ( y 3/4) años viene muy al pelo (6 min):
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La ciencia te cuenta historias que son verdad. Son verdad en un sentido especialmente profundo, por que también es verdad que el ratoncito Pérez existe, pero existe como una construcción cultural de un grupo social concreto, no existe en Saturno. En cambio las leyes de la termodinámica si se cumplen en Saturno, y se cumplen las observe un científico peruano o un agricultor chino (o al menos todas las pruebas recogidas hasta la fecha nunca han fallado). Seguramente sea a veracidad lo que hace que la capacidad de conmover de esas historias resulte tan poderosa. Muchas películas terminan diciéndonos que su historia está basada en hechos reales, y esa declaración es importante para nuestra apreciación de la historia. También la forma de contarla afecta mucho a la capacidad de conmover. No es lo mismo la novela que la película, ni un remake que otro de un viejo clásico, y la apreciación de estas variantes es muy subjetiva. A mi me resultan especialmente impactantes (mindblowing que diría John Green) los vídeos, pequeños audiovisuales sobre temas científicos (o muy basados en conocimiento científico) montados con estilos propios de internet, "youtubers". Llevo un tiempo coleccionando (aquí) los que me van llamando mucho la atención. Desde hoy empezaré a ponerlos en el blog, con una nueva etiqueta, comentando brevemente por qué me han impresionado.
jueves, 15 de enero de 2015
"Perceptualización" de datos
Hay actividades que generan montones de datos, grandes cantidades de números que se suelen ordenar en tablas, hojas de cálculo, bases de datos. Pero en esas acumulaciones de números es muy difícil entresacar información, cosas que tengan sentido para las personas; tendiendo a imposible a medida que aumenta la cantidad de datos.
Desde el siglo XVIII disponemos de representaciones gráficas de datos, transformaciones de los números en características de un dibujo que se perciben a través de la vista. Estas visualizaciones facilitan una percepción globalizada de muchos datos y la identificación de características informativamente valiosas: tendencias, discontinuidades, singularidades, valores medios...
En el siglo XX se creó la sonificación, una analogía con la visualización en la que la información se hace perceptible a través del oído. Esto resultaba especialmente importante para los ciegos, claro, y también para las personas que necesitan más información de la que pueden atender con la vista, como el caso de cirujanos en mitad de una operación. El sonido de los pajaritos coincidente con el semáforo rojo sería un ejemplo del primer caso, y paradigma del segundo el clásico pitido del electrocardiograma que hemos visto tantas veces en películas y series de televisión. Aparte de estos ejemplos más evidentes, hay proyectos de investigación intentando encontrar buenas metáforas auditivas que permitan explotar el canal perceptivo del oído al máximo. Porque no se puede obviar que la cantidad de datos que se pueden transmitir a través del oído, y las características que se pueden extraer de ellos son más escasas que en el caso de la visualización.
Hoy he descubierto (vía) una tercera forma de extracción automática de información humanamente relevante a partir de un gran volumen de datos; se trata de la creación de un informe, una narrativa. Es una especie de cuentacuentos que inventa el cuento basándose en los datos que hay. Se trata de la empresa Narrative Science, y parece que lo que hace es disponer de una serie de plantillas sobre tipos de información que pueden resultar útiles, y métricas con las que medir valores de esas informaciones. Con eso y un sistema de redacción se prepara un informe automático. Para muestra, el perfil que generan a partir de los datos de una cuenta de Twitter, que he probado con la mía y me ha dejado gratamente sorprendido (ver). Ahora solo falta que preparen plantillas para artículos científicos y que te escriban el artículo directamente a partir de los datos experimentales... que lo decía de broma, pero seguro que en alguna disciplina no estamos tan lejos.
Diferentes estrategias para facilitar la percepción de la información que está en los datos. Algo muy importante y que cada vez se hace mejor, más automáticamente y de formas más originales.
Desde el siglo XVIII disponemos de representaciones gráficas de datos, transformaciones de los números en características de un dibujo que se perciben a través de la vista. Estas visualizaciones facilitan una percepción globalizada de muchos datos y la identificación de características informativamente valiosas: tendencias, discontinuidades, singularidades, valores medios...
En el siglo XX se creó la sonificación, una analogía con la visualización en la que la información se hace perceptible a través del oído. Esto resultaba especialmente importante para los ciegos, claro, y también para las personas que necesitan más información de la que pueden atender con la vista, como el caso de cirujanos en mitad de una operación. El sonido de los pajaritos coincidente con el semáforo rojo sería un ejemplo del primer caso, y paradigma del segundo el clásico pitido del electrocardiograma que hemos visto tantas veces en películas y series de televisión. Aparte de estos ejemplos más evidentes, hay proyectos de investigación intentando encontrar buenas metáforas auditivas que permitan explotar el canal perceptivo del oído al máximo. Porque no se puede obviar que la cantidad de datos que se pueden transmitir a través del oído, y las características que se pueden extraer de ellos son más escasas que en el caso de la visualización.
Hoy he descubierto (vía) una tercera forma de extracción automática de información humanamente relevante a partir de un gran volumen de datos; se trata de la creación de un informe, una narrativa. Es una especie de cuentacuentos que inventa el cuento basándose en los datos que hay. Se trata de la empresa Narrative Science, y parece que lo que hace es disponer de una serie de plantillas sobre tipos de información que pueden resultar útiles, y métricas con las que medir valores de esas informaciones. Con eso y un sistema de redacción se prepara un informe automático. Para muestra, el perfil que generan a partir de los datos de una cuenta de Twitter, que he probado con la mía y me ha dejado gratamente sorprendido (ver). Ahora solo falta que preparen plantillas para artículos científicos y que te escriban el artículo directamente a partir de los datos experimentales... que lo decía de broma, pero seguro que en alguna disciplina no estamos tan lejos.
Diferentes estrategias para facilitar la percepción de la información que está en los datos. Algo muy importante y que cada vez se hace mejor, más automáticamente y de formas más originales.
martes, 6 de enero de 2015
Timelinecentrismo
Así a lo tonto van ya 5 años y medio de tuiter. Muy pocos de esos 2000 días he dejado de entrar varias veces, como para leer unos centenares de tuits. Poco a poco se ha ido instalando en la rutina diaria desplazando y reestructurando otros hábitos. El más llamativo es el del periódico, no recuerdo el momento preciso en que dejé de comprarlo, pero ante de tuiter estaba suscrito, al poco lo compraba esporádicamente, luego los fines de semana y ahora no lo leo ni aunque me lo encuentre en la barra de un bar. No me interesa no la selección de temas, ni la profundidad en que se tratan ni el enfoque.
Las declaraciones de la oposición ante el anuncio de una reforma legislativa no son necesariamente más importantes que el lanzamiento de una sonda espacial. Pero los periódicos tienen la sección de "política" al principio y la de ciencia, si es que existe, está más atrás y es mucho menor. Cuando no había más remedio que comprar la información empaquetada tocaba elegir el empaquetador más interesante. Pero desde que la información viaja por las redes de datos en cualquier formato y cantidad los agregados ya no hacen falta, ni impresos, ni en radio, ni en televisión. Ahora uno puede elegir seguir en tuiter a periodistas concretos (independientemente del medio en que trabajen), secciones aisladas de medios, humoristas, cocineros, colegas, etc. y el tablero resultante con los tuits intercalados de todos ellos, el "time line" es como un periódico personal a medida.
Ese time line es el filtro a través de que nos hacemos una idea de la realidad informativa: es noticia lo que resuena en el time line de uno, lees los artículos que más se comentan allí y de quien no se habla es como si no existiera. Eso ya pasaba con los medios de comunicación tradicionales, solo que estos eran muchos menos y con similitudes muy acusadas (como por ejemplo las secciones que los componen).
Sin duda en el plano individual ese timelinecentrismo es estupendo, uno se libera de las tiranías ajenas de los editores de noticias, y asume el mando de su información. Sin embargo a nivel social se pierden referentes colectivos. Yo aún se quién es Belén Esteban, porque la conocí "antes de tuiter", pero los nuevos referentes de esas subculturas se nos escapan. Descubres que muchas de las bromas que hacen Wyoming o Pablo Motos se te escapan por que hacen referencia a individuos que no conoces, son de una subcultura filtrada por tu time line. No sé si esa separación de subculturas, esa pérdida de referentes comunes será buena o mala. Probablemente las dos cosas en algún sentido. Lo que es seguro es que me resulta cada vez más evidente y llamativa.
Es probable que este "timelinecentrismo" sea un caso particular, del fenómeno de burbujas digitales de filtrado de información que ha descrito Eli Pariser (ver: Wikipedia, su libro, su charla TED). La figura procede de su charla. Visto en este contexto más amplio si que parece que hay consecuencias negativas de las que merece la pena protegerse evitando un aislamiento excesivo. Veremos como vamos evolucionando.
Las declaraciones de la oposición ante el anuncio de una reforma legislativa no son necesariamente más importantes que el lanzamiento de una sonda espacial. Pero los periódicos tienen la sección de "política" al principio y la de ciencia, si es que existe, está más atrás y es mucho menor. Cuando no había más remedio que comprar la información empaquetada tocaba elegir el empaquetador más interesante. Pero desde que la información viaja por las redes de datos en cualquier formato y cantidad los agregados ya no hacen falta, ni impresos, ni en radio, ni en televisión. Ahora uno puede elegir seguir en tuiter a periodistas concretos (independientemente del medio en que trabajen), secciones aisladas de medios, humoristas, cocineros, colegas, etc. y el tablero resultante con los tuits intercalados de todos ellos, el "time line" es como un periódico personal a medida.
Ese time line es el filtro a través de que nos hacemos una idea de la realidad informativa: es noticia lo que resuena en el time line de uno, lees los artículos que más se comentan allí y de quien no se habla es como si no existiera. Eso ya pasaba con los medios de comunicación tradicionales, solo que estos eran muchos menos y con similitudes muy acusadas (como por ejemplo las secciones que los componen).
Sin duda en el plano individual ese timelinecentrismo es estupendo, uno se libera de las tiranías ajenas de los editores de noticias, y asume el mando de su información. Sin embargo a nivel social se pierden referentes colectivos. Yo aún se quién es Belén Esteban, porque la conocí "antes de tuiter", pero los nuevos referentes de esas subculturas se nos escapan. Descubres que muchas de las bromas que hacen Wyoming o Pablo Motos se te escapan por que hacen referencia a individuos que no conoces, son de una subcultura filtrada por tu time line. No sé si esa separación de subculturas, esa pérdida de referentes comunes será buena o mala. Probablemente las dos cosas en algún sentido. Lo que es seguro es que me resulta cada vez más evidente y llamativa.
Es probable que este "timelinecentrismo" sea un caso particular, del fenómeno de burbujas digitales de filtrado de información que ha descrito Eli Pariser (ver: Wikipedia, su libro, su charla TED). La figura procede de su charla. Visto en este contexto más amplio si que parece que hay consecuencias negativas de las que merece la pena protegerse evitando un aislamiento excesivo. Veremos como vamos evolucionando.
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