Tengo una tía abuela de origen alemán porque un hermano de mi abuela Balbina vendía naranjas valencianas en Hamburgo y en un viaje se enamoró de una lugareña. No era un huertano, sino un "broker de futuros". Iba a los campos de naranja en flor y compraba el campo entero por una cantidad. Ahí arriesgaba, porque una helada o un pedrisco supondría que luego no habría naranjas, pero por librar al campesino de ese riesgo pagaba por el campo mucho menos de lo que costarían las naranjas ya maduras. Luego vendía los derechos de esos campos en Alemania.
En el fondo un broker es un tahúr, un jugador que hace apuestas calibrando riesgos; lo mismo da el riesgo de una helada que el riesgo de que al contrario le salga un as. La apuesta es una versión adulta y evolucionada del juego, del placer de jugar del que disfrutan todos los mamíferos superiores. Parece que jugar es evolutivamente útil ya que hace que los jóvenes se entrenen para la vida real en situaciones de riesgo controlado. Los brokers son los tahúres que en vez de jugar con cartas y las reglas del poker, juegan con bienes y las reglas del comercio.
A la hora de plantear un juego, como diseñador, uno puede preocuparse por cuestiones de justicia o equidad, pero eso no se le puede exigir a un jugador en medio de una partida; este sólo quiere ganar. Toda estrategia que no infrinja las reglas del juego serán exploradas y utilizadas por los jugadores para ganar, aunque algunas nos parezcan poco elegantes o que no aportan verdadero valor al comercio. A esos jugadores les llamamos especuladores.
Visto así, me temo que la especulación es un efecto inevitable, una conclusión natural de la tendencia lúdica de la especie y del comercio (clave de la división del trabajo, la optimización de procesos y del progreso a fin de cuentas). Del mismo modo que la enfermedad es consustancial a la vida o el delito a la organización social, voy a tener que añadir la especulación al comercio como uno de esos efectos secundarios inevitables.
Toda esta divagación me la ha sugerido el mercado de derechos de emisión de CO2 (del que he sabido por Antonio Arias). Si el futuro de la producción de naranjas me parecía un concepto "demasiado virtual", lo de los derechos de emisión de gases de efecto invernadero es ya de un refinamiento sorprendente. Uno más de esos intangibles como los derechos de paso, el valor de la marca o los derechos de imagen, objetos que aunque no tengan soporte físico si tienen valor y son objeto de comercio... y por tanto de especulación.
ACTUALIZACIÓN (6-Mzo-10) El argumento está claro: de cualquier cosa hacemos un mercado y en los mercados se juega literalmente. Descubro hoy (a través de Paco Álvarez en "no es un día cualquiera" de RNE) el asunto ese de los Credit Default Swap, CDS. Unos títulos con los que se cubre el riesgo de impago de una entidad (incluido un país??!!) y con los que se comercia. En este juego hay quien gana si a la entidad le va mal, forzando cuando menos noticias en esa dirección. Vamos, agentes económicos que no solo no se alinean con el bienestar colectivo, sino que su ganancia está en la pérdida global. Para profundizar un pelín aquí y aquí, por ejemplo.
En el fondo un broker es un tahúr, un jugador que hace apuestas calibrando riesgos; lo mismo da el riesgo de una helada que el riesgo de que al contrario le salga un as. La apuesta es una versión adulta y evolucionada del juego, del placer de jugar del que disfrutan todos los mamíferos superiores. Parece que jugar es evolutivamente útil ya que hace que los jóvenes se entrenen para la vida real en situaciones de riesgo controlado. Los brokers son los tahúres que en vez de jugar con cartas y las reglas del poker, juegan con bienes y las reglas del comercio.
A la hora de plantear un juego, como diseñador, uno puede preocuparse por cuestiones de justicia o equidad, pero eso no se le puede exigir a un jugador en medio de una partida; este sólo quiere ganar. Toda estrategia que no infrinja las reglas del juego serán exploradas y utilizadas por los jugadores para ganar, aunque algunas nos parezcan poco elegantes o que no aportan verdadero valor al comercio. A esos jugadores les llamamos especuladores.
Visto así, me temo que la especulación es un efecto inevitable, una conclusión natural de la tendencia lúdica de la especie y del comercio (clave de la división del trabajo, la optimización de procesos y del progreso a fin de cuentas). Del mismo modo que la enfermedad es consustancial a la vida o el delito a la organización social, voy a tener que añadir la especulación al comercio como uno de esos efectos secundarios inevitables.
Toda esta divagación me la ha sugerido el mercado de derechos de emisión de CO2 (del que he sabido por Antonio Arias). Si el futuro de la producción de naranjas me parecía un concepto "demasiado virtual", lo de los derechos de emisión de gases de efecto invernadero es ya de un refinamiento sorprendente. Uno más de esos intangibles como los derechos de paso, el valor de la marca o los derechos de imagen, objetos que aunque no tengan soporte físico si tienen valor y son objeto de comercio... y por tanto de especulación.
ACTUALIZACIÓN (6-Mzo-10) El argumento está claro: de cualquier cosa hacemos un mercado y en los mercados se juega literalmente. Descubro hoy (a través de Paco Álvarez en "no es un día cualquiera" de RNE) el asunto ese de los Credit Default Swap, CDS. Unos títulos con los que se cubre el riesgo de impago de una entidad (incluido un país??!!) y con los que se comercia. En este juego hay quien gana si a la entidad le va mal, forzando cuando menos noticias en esa dirección. Vamos, agentes económicos que no solo no se alinean con el bienestar colectivo, sino que su ganancia está en la pérdida global. Para profundizar un pelín aquí y aquí, por ejemplo.