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lunes, 7 de julio de 2025

Una tarde de fiestas

Después de comer con unos amigos nos fuimos al centro de la fiesta, a ver qué pasa la tarde de un 6 de julio en Pamplona. 

Es muy llamativa la sincronía. No había espectáculos, ni procesiones, ni conciertos ni nada, la fiesta la conforman los propios espectadores sin nada que espectar. Tantísimos que todo se vuelve muy difícil. Bebimos poco porque conseguir entrar en un bar a pedir una cerveza es una tarea costosa a la que no te animas hasta que realmente tienes sed.

Además de sincronía, homogeneidad, todos vestidos igual. Afinando la mirada no todas las prendas son de la misma calidad, claro, pero lo que captura la vista es la uniformidad del blanco con fajín y pañuelo rojos. Una gran masa indiferenciada como bancos de sardinas o estorninos que encuentran protección frente a depredadores en la dificultad de aislar un individuo particular al que atacar. Un uniforme que, como todos los uniformes, borra diferencias e identidades para bien y para mal.   

Cinco horas de pie, rodeados de la multitud blanquirroja y esquivando montones de basura en el suelo. En su mayoría plásticos de botellas y vasos, algún papel y algún resto de comida, pero sobre todo plásticos que contuvieron bebida en cantidades industriales. Las papeleras y contenedores estaban absolutamente desbordados, es imposible prever infraestructuras para contener la cantidad de residuos que deja semejante marabunta.

La extrañeza de un entorno tan inhabitual ya resulta divertida. Además, toda esa gente está esforzándose en pasarlo bien, en abrirse a lo que pueda pasar, con lo que hay muchas interacciones simpáticas con unos y otros. Especialmente mágico el rato en el txabisque de unos artesanos de la madera torneada con los que charlamos de muchas cosas y quedamos en organizar más. Una conversación, no necesariamente confrontación, entre artistas y artesanos, a pesar de lo reiterativo del tema, parecía apetecible.

El estruendo de los primeros fuegos artificiales "de autor" nos acompañó en la retirada hacia casa. Las explosiones contempladas desde los barrios, a cierta distancia de su lanzamiento, se ven primero y se oyen después, creando una extraña sensación de irrealidad. El día termina con esa sensación y un considerable cansancio en las piernas. Estas fiestas populares son para fuertes.  

sábado, 17 de mayo de 2025

Unable to roam (el mundo en 4 generaciones)

En enero de 2007 se publicó un estudio que tuvo bastante repercusión mediática (Daily Mail, The Standard, etc.). Es un trabajo de más de 100 folios (ver aquí, se baja el pdf) que explora la relación entre el entorno natural y la salud mental, redactado por un especialista de una sociedad naturalista británica (Dr. William Bird de la Royal Society for the protection of Birds, valga la redundancia 😉). William Bird tiene muchas publicaciones entorno a este tema como se puede comprobar en su perfil de Google Scholar.

El tema que resaltaban los medios es la reducción que en 4 generaciones ha sufrido el área en la que un niño puede moverse libremente. Aunque en el informe hay estadísticas, se ilustraba con los datos particulares de una familia de Shefield:
Bisabuelo (8 años en 1919) - andaba 10 Km (6 mill) para ir a pescar
Abuelo (8 años en 1950) - 1,5 Km (1 mill) para jugar en el bosque
Madre (8 años en 1979) - 800m (0,5 mill) para ir a la piscina
Nieto (8 años en 2007) - 250m en su calle


En 2007 se apreciaba ya un aumento de los problema de salud mental en la infancia, especialmente el TDA y TDAH. Sin embargo los teléfonos móviles aún no eran relevantes, no eran "inteligentes" (justo ese año se lanzó el iphone) y no estaban al alcance de los niños.

En esas mismas 4 generaciones muchas cosas han cambiado drásticamente, no sólo la deambulación infantil y su contacto con la naturaleza. La población se ha vuelto urbana. En tiempos del bisabuelo el 10% de la población mundial vivía en ciudades, en tiempos del nieto (2007) más del 50%, En América pasa del 80% (ver mapa). La intergeneracionalidad ha disminuido, suelo hacer la broma de que Chanquete (el personaje de Verano Azul) hoy sería detenido por pederastia. Quizá sea un exceso, pero es muy difícil imaginar hoy día un grupo de niños de varias edades saliendo solos en una ciudad de veraneo y haciéndose amigos de adultos que no son conocidos de los padres. En tiempos del bisabuelo la tasa de fecundidad rondaba los 4 hijos por mujer, mientras que en tiempos del nieto no alcanza 1,5. Este puñado de datos ya cuenta una historia. Cuadrillas de niños de pueblo en un ambiente de libertad y naturaleza (y pobreza, falta de alimento y de expectativas, no vale “romantizar”) a comienzos del siglo pasado frente a niños en entornos urbanos, con poco contacto libre con otros niños (o adultos que no sea muy cercanos).

Ahí no se acaba la cosa, claro. La esperanza de vida al nacer de esos niños ha crecido brutalmente en ese tiempo: de menos de 50 años a más de 80 en las 4 generaciones. También el acceso a educación, sanidad, alimentación… Así como a juguetes, libros, televisión y, como no, entornos digitales. Cambios drásticos en multitud de parámetros, cambios que ocurren a la vez y cuyas causalidades están entremezcladas, sólo podemos ver claramente (y ni siquiera) las correlaciones. Una de ellas, la que nos preocupa, el aumento de problemas de salud mental. Una aumento claro que ocurre en todas las franjas de edad, no sólo en la infancia.

El trabajo del Dr. Bird en 2007 exploraba la relación entre la salud mental y el acceso a entornos naturales, y resulta muy convincente. Seguramente es parte de la historia, pero casi seguro que no es toda. La histeria antimóviles infantiles seguro que tiene detrás razones sólidas, pero casi seguro que tampoco es toda la historia.

En 4 generaciones el mundo ha cambiado de forma drástica, la infancia y todo lo demás. El bisabuelo tenía una vida mucho más parecida a la de un romano del siglo primero que a la de su bisnieto. De vez en cuando hay que pararse a revisar la amplitud de ese cambio, con todo lo inmensamente bueno que tiene y todas las costuras que nos ha reventado y nos sigue rompiendo. Un cambio que además de ser brutal en su amplitud lo es en complejidad. Algo que recordar ante todos los profetas de soluciones simples.

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De la historia inicial supe por Manuel Aguilar (por un bluit) y parte la conté en Cope Navarra el 14 de mayo de 2025, aunque creo que no hay grabación. 

lunes, 16 de diciembre de 2024

Recuerdos

Hay objetos que vinculamos emocionalmente a un suceso o una persona y se convierten en “recuerdos”. Debe ser un fenómeno psicológico muy habitual, tanto que el márquetin lo explota creando objetos destinados a ser ese objeto que recuerde un viaje (“souvenir”) y lo venden ya con el rótulo “recuerdo de Segovia”, para que no se te olvide que es un recuerdo (por sorprendente que parezca).

Me interesan los objetos que no fueron diseñados para ser recuerdos sino que se convirtieron en ello por asociación: la entrada del concierto en que lo pasaste tan bien, el primer diente que se le cayó a tu hijo, esas cosas. Hay personas que generamos mucho apego a los objetos y otras que mucho menos. Aunque insisto en ser poco fetichista, cualquier papelito, piedrita o lo que sea, se me convierte en un recuerdo por menos de nada.

Afortunadamente el poder evocador de esos recuerdos decae con el tiempo. No sabría si de forma exponencial, como la radiactividad, o de otra forma, pero es seguro que el olvido va luchando contra el recuerdo y siempre gana.

La desactivación emocional de los objetos ayuda a hacer limpieza de vez en cuando y a tirar muchas de esas cosas. Mejor así, porque si no la tarea que le dejas a tus herederos es chunga, esas cosas ya no serán recuerdo de lo que te sucedió a ti sino recuerdo de ti para ellos. Tu desaparición les da un subidón emocional resignificado. Y no merece la pena. Mantener un recuerdo cariñoso de personas y sucesos no requiere vivir rodeado de porquerías.

De todos los teléfonos móviles que han pasado por esta casa en los inicios de esa tecnología ya he olvidad la mayoría. No sé quien lo usó ni cuándo. El que único que tuvo mi madre sí, y algún otro. Creo que se van a salvar 4 de los 19 que llevan lustros en una caja. Tampoco hay porqué tirarlos todos, aún conservan pare de su radiactividad emocional.

viernes, 23 de agosto de 2024

¿Qué le quita el sitio a un coche?

El coche, ese elemento omnipresente que es una extensión de nuestra personalidad. Ese trocito de mundo móvil que es de nuestra propiedad, que podemos aparcar donde queramos, que nos lleva a cualquier sitio. Poco a poco le hemos ido concediendo todo el espacio público, pagando con dinero público las modificaciones para ponérselo cómodo. 

En ese entorno cochecentrista, ¿qué razón puede haber para quitar un hueco de aparcamiento? Pocas. Pero bueno, se puede reservar para usuarios especiales, personas con discapacidad, por ejemplo, que necesitan especialmente aparcamientos cómodos cerca del destino final y con espacio para las maniobras de subir y bajar. Vale, aunque quizá haya demasiados para las pocas personas con discapacidad que van en coche, admitimos la excepción.
 

La última tendencia, por encima (literalmente) de las reservas por discapacidad, es la adoración del coche eléctrico. Reservamos sitios, los mejores y muchos (muchísimos más de los que se usan), a ese objeto que promete aunar Los valores del coche de toda la vida con la moderna “sostenibilidad”. Siendo tal maravilla como no gastar más dinero público en reservarle los mejores espacios, con su cable, además.

Desde un punto de vista medioambiental ningún coche privado es sostenible, y mucho menos en entornos urbanos. Pero las alternativas realmente positivas pasan por planes de movilidad serios utilizando mezclas de los sistemas que menos impacto negativo tienen (y más positivo): transporte colectivo, bicicleta, dispositivos eléctricos ligeros, ¡andar!,…
Desde los puntos de vista económico y sociológico no parece sostenible lo que requiere el medio ambiente. La poderosísima industrial del automóvil no puede desaparecer así como así. Y los ciudadanos tampoco estamos dispuestos a perder ese símbolo de libertad, de realización personal y de poder que es el coche propio.

Conceptualmente lo veo clarísimo, lo que no evita que sea un cocheadicto. Ya me costó en su día dejar de fumar, sabiendo lo malísimo que era para mi entorno y para mí. A ver si me voy quitando del coche, aunque no deberíamos confundir los esfuerzos individuales con la acción política, ni requerir coherencias imposibles para reclamar lo correcto.

(La foto es real, de hoy mismo en el aparcamiento de la UPNA. Que seguro que tiene suficientes plazas para la discapacidad y cumple las normativas, pero vamos... )
 

martes, 25 de junio de 2024

Actualidades comentadas

He entregado el último acta del curso y me he encontrado con mucho tiempo libre (o no ocupado con urgencias al menos) como resultado he estado un buen rato paseando por tuiter.Hay cosas que te llaman la atención como para merecer un comentario, otras te lo sugieren pero mejor no, o tiene demasiadas aristas para un puñado de palabras o resulta inconveniente por otras razones. 

A continuación dejo una versión algo más razonada de los comentarios:

Ciencia para políticas públicas, el CSIC publica, parece ser, informes con esa finalidad de vez en cuando y acaba de publicar 3, uno sobre el cielo oscuro, tema del que nos tienen bien sensibilizados desde el Planetario de Pamplona. No sé si esta irrupción pública del CSIC en el tema de la ciencia asesorando a la política es una respuesta al anuncio de la ONAC de la semana pasada o es pura casualidad. En cualquier caso parece un tema de moda... quizá ya estaba y como me interesa a mi lo veo en todas partes.
 
Comenta Eduardo Garzón el desplome del PIB argentino y hay que retuitearlo. En realidad no tengo información de primera mano, ni se mucho de cálculos de PIB, pero me resuena tanto que mi sesgo de confirmación no puede sustraerse a creerlo:"Pues ya tenemos la prueba del algodón que utilizan los economistas convencionales: el PIB de Argentina se ha hundido un 5,1%, situándose ahora a niveles de 2020, año desastroso por la pandemia. Es decir, las políticas de Milei son casi tan malas como una pandemia."
 
Javier Padilla refiere un artículo científico en el que se analizan los problemas de salud pública que está acarreando la prohibición de realizar abortos en Texas, muertes de adolescentes y anomalías congénitas. Es interesantísimo que se pueda evaluar el efecto, muy negativo en este caso, de una política pública. Pero si preguntamos a los legisladores, no tomaron esa decisión para que resultara práctica, sino movidos por principios morales fuertes, algo que los hace irrenunciables. En el famoso dilema del tranvía sobre las consideraciones éticas, estos señores creen que no hay que tocar la palanca (actuar contra embarazos inadecuados) aunque ello suponga que el tranvía arrolle unas cuantas chicas. (por cierto, que casi seguro que los legisladores son sobre todo señores y las damnificadas mujeres).
 
 
Las muestras del lado oculto de la Luna que traía la misión china Chang'e 6 ya están en la Tierra (https://www.microsiervos.com/archivo/ciencia/muestras-luna-change-6-ya-en-tierra.html ). Es una noticia muy comentada, y varios de los comentarios se congratulaban de lo que "hemos" conseguido. Lo hemos conseguido como humanidad, incluyéndonos todos en esa hazaña. Pero no siempre somos tan inclusivos. En qué situaciones somos "nosotros" y en cuales "ellos" es una interesante forma de entender mejor ese sesgo cognitivo que es el tribalismo. "Hemos ganado" o "han perdido" para referirse a los resultados de la selección de futbol son expresiones habituales. Mola mucho que la ciencia suscite ese sentimiento de comunidad universal, pocas cosas más lo hacen.
 
Iñako se despide del comité asesor de The Conversation con un precioso (y poético) artículo sobre el valor del conocimiento, el placer que proporciona adquirirlo y como se refleja en la lengua vasca. A ver si las tareas de gestión a las que se encamina ya hoy mismo no le limitan la poética.
 
Han cambiado la contabilidad oficial de citas, el JCR de Clarivate, y de forma bastante revolucionaria, añadiendo muchas revistas a la lista, lo que "mejora" a partir de este año los resultados de revistas que anteriormente estaban en cuartiles inferiores. Lo cuenta Francis en su blog.Esto es una "technicality" de un submundo de la ciencia que no le importaría a nadie si no fuera porque en esos datos se ha basado de forma casi exclusiva la evaluación de las personas dedicadas a la ciencia. Un trabajo puntuaba más en tu valoración dependiendo del cuartil al que pertenecía la revista en que se publicaba. 
 
Nos parece que este cambio introduce un agravio comparativo porque personas que publicaron antes o después en la misma revista tendrán "puntuaciones" distintas (el Q de la revista ha cambiado este año). La percepción de agravio comparativo es algo peculiar, se usa mucho para mantener notas bajas y suspensos en la clase, para no agraviar comparativamente a quienes "merecen" las notas más altas. Yo estoy intentando racionalizar esa percepción y llevarlo a una valoración más profunda de lo "justo". En el caso que nos ocupa, lo malo era el sistema de valoración. Cambiar el cómputo de los Q no es ni bueno ni malo, lo que es malo es evaluar algoritmicamente la calidad de las personas investigadoras, y más con unos datos sesgados de origen (la empresa Clarivate tiene sesgos de idioma y otros, bien conocidos de tiempo).Actualmente se está intentando ir a la raíz del problema y hacer un sistema que no caiga en ese necio automatismo (iniciativas Dora y Coara), pero claro, entonces el peligro es la discrecionalidad, tan proclive a la arbitrariedad y el amiguismo. Yo creo que merece la pena intentarlo.
 
Por último: "Israel mata en Gaza a 10 familiares de Haniyeh, líder político de Hamás, incluida su hermana". Porque matar a los familiares de un (supuesto) delincuente es normal. Ya lo de la justicia, los derechos humanos o los tratados internacionales otro día, si eso.

Y ese comentario irónico sobre lo horrible de la masacre que está teniendo lugar en Gaza cierra el repaso de la mañana. Estas injusticias tan flagrantes me producen daño físico, hacen que tenga que rodearlas (mirarlas con ironía, dejar de mirar...) si no quiero caer un una tristeza especialmente improductiva. La (relativa) liberación de Julian Assange que también es noticia de hoya va también en el paquete de las injusticias insoportables.
 
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sábado, 2 de diciembre de 2023

Móviles y lápices que prohibir

Estos días se multiplican las noticias sobre serias iniciativas para prohibir por ley que los jóvenes utilicen teléfonos móviles en determinadas edades y lugares: prohibido hasta los 16 años y fuera de escuelas e institutos. Me parece, no solo una mala idea, sino algo contraproducente.

Es verdad que los teléfonos móviles tienen muchos usos negativos y peligros derivados de ellos. El acceso al porno a edades inadecuadas, el ciberbulling y especialmente el control de la pareja, la insoportable tentación de distraerse cuando se requiere atención, por poner algunos ejemplos. Pero también tienen unos usos maravillosos como la disponibilidad de cualquier información en la palma de la mano, un diccionario, una enciclopedia, una brújula, un mapa o un medio para pedir auxilio en caso de emergencia.

Un uso inteligente, que le saque el mayor partido a lo positivo y minimice los riesgos, sería fundamental para enfrentarse a estos dispositivos, parece obvio, pero no es fácil conseguir esos patrones de uso. Esos microordenadores conectados a internet (que llamamos teléfonos por razones históricas) llevan muy poco tiempo entre nosotros, todavía no ha habido tiempo para generar una cultura a su alrededor.

Del teléfono propiamente dicho sí se han generado unos buenos usos bastante generalizados. Hace dos décadas los teléfonos sonaban en cualquier restaurante, cine o teatro y además se atendían muchas llamadas. Hoy ya es anecdótico el sonido de una llamada (y casi exclusivo de personas bastante mayores). En parte porque la mensajería ha sustituido a la llamada, es verdad, pero también porque hemos aprendido a poner el teléfono en silencia y a buscar momentos y lugares adecuados para hablar (salvo en los trenes, por alguna extraña razón).

Esa carne de prohibición, los jóvenes menores de 16 en la escuela, usan el móvil como ven hacerlo a sus mayores: en cualquier momento y de cualquier forma para cualquier cosa. No han recibido educación ni formal ni mucho menos ejemplar sobre los usos adecuados de esa nueva tecnología. Por otro lado, las autoridades no han acertado a controlar los sitios web de juego o de pornografía, por ejemplo. No me parece razonable intentar resolver con una legislación prohibitiva sobre jóvenes los problemas que generamos sus mayores. Aparte de que ese tipo de “puertas al campo” raras veces funcionan, es que es injusto.

Cuando escucho los argumentarios favorables a la prohibición me sorprende la identificación de la herramienta con su uso, como si quisiéramos prohibir los lápices porque se pueden escribir insultos con ellos y hasta clavárselos a otras personas. También me parece muy cínico pedir que el peso de la ley caiga sobre el eslabón más débil en vez de atacar los verdaderos problemas. Los malos usos se hacen a través de sitios web concretos (de juego o de pornografía, por ejemplo) ¿por qué no se prohíben esos sitios? O al menos que se regulen.

Como le leía a un amigo en una red social hace un par de días, no deja de ser fascinante que tengamos un movimiento de personas reclamando que la ley le prohíba a sus hijas e hijos usar los dispositivos que ellos les han comprado y no son capaces de enseñarles a utilizar.

jueves, 31 de agosto de 2023

La conciencia de los lobos

Los lobos no deben tener autoconciencia, al menos con una cierta perspectiva temporal. Ni los lobos ni casi ningún animal. Adquirir conciencia, ser capaz de proyectar el futuro, seguro que resultó evolutivamente útil, así se toman mejores decisiones. Prever cómo cazar, cómo evitar ser cazados y además hacerlo en grupo es magnífico, sin duda. Aquellas personas primigenias, en cuanto levantaron el horizonte de sus proyectos un poco más allá de la supervivencia inmediata no pudieron evitar darse cuenta de que su vida era una mierda. La esperanza de vida antes de los 5 años era mísera, los adultos veían morir a sus hijos, nietos y sobrinos. Tampoco es que las siguientes edades estuvieran exentas de muertes que hoy son evitables y evitadas. Convivir con la muerte, con el hambre y la enfermedad de forma cotidiana y permanente y además ser capaz de proyectar sin duda presenta la propia muerte y una existencia sin sentido. Siempre al filo de la desesperanza.

Esa misma capacidad de proyectar futuros posibles para elegir la mejor estrategia de caza permite también imaginar, crear mundos aunque no estén al alcance inmediato. Era casi inevitable inventar el paraíso, una vida después de la muerte física, tan cotidiana, en la que poder disfrutar verdaderamente; un más allá en el que poner una ilusión que contrarreste la desesperanza cotidiana. El mismo grupo que veía morir a sus pequeños compartiría su ilusión en ese mundo imaginado. Y en cuanto la imaginación es colectiva lo imaginado se vuelve real. Ese mundo del más allá ofrece consuelo, y cuanto más grande es el dolor aquí, más ganas dan de construir amuletos, santuarios o templos que doten de materialidad, siquiera sea simbólica, a ese paraíso imaginado.

Han sido siglos de vida al borde de la subsistencia, en los que si no había epidemias, sobrevivían demasiadas personas y había que emigrar porque la comida que ofrecía el entorno no daba para más. Enfermedad, muerte, desarraigo y hambre… y una confianza férrea en un más allá donde serán permanentes los escasos momentos de alegría de acá. Siglos construyendo santuarios y templos en cuanto hubiera un momento para hacerlo.

Otros animales muestran dolor por la muerte de sus crías (se puede dudar, pero casi como ejercicio intelectual), sufren cuando están heridos y seguro que les incomoda el hambre. Sin embargo no tienen templos, ritos ni santuarios. De alguna forma, la conciencia de su sufrimiento tiene que ser distinta de la nuestra, con una capacidad de proyectar más limitada, más ligada a lo inmediato, una especie de carpe diem permanente. O quizá, por el contrario, tengan una fe tan inmensa en su más allá que les haga innecesarios nuestro infantiles esfuerzos de materialización. No sé si alguna vez podemos resolver esa duda, pero por recuentos neuronales y demás datos comparativos, casi me inclino por lo primero.

 

Esto venía pensando volviendo de Huesca, conduciendo tranquilo por un precioso paisaje, sin tráfico. Una síntesis de varias imágenes: unas casitas blancas al pié de los Mallos de Riglos, el paisaje adusto de la Jacetania, la esquina de un quitamiedos forrada de flores y una ermita pequeña en mitad de ningún sitio.

sábado, 3 de junio de 2023

Realidades virtuales

Qué extraña sensación produce la gente metida en su realidad virtual. Con los ojos escondidos tras una caja, las manos hacia adelante y un andar torpe; sonámbulos actuando en un mundo que no percibimos. Nuestra teoría de la mente está literalmente fuera de juego. Al no estar en el mismo mundo que la otra persona somos incapaces de ponernos en su lugar y atisbar el propósito de sus acciones. Es vivir en el mismo mundo, sometidos a los mismos estímulos, lo que permite la socialización, por eso la potencial fragmentación del mundo percibido es un peligro para la vida colectiva. El mundo físico no se fragmenta, pero estamos ante las primeras generaciones que lo perciben mediado por tecnología y esa mediación, tan adaptada y personalizable, si que lo hace.

En los tiempos de los medios de comunicación de masas ya teníamos visiones del mundo diferenciadas, pero no individualizadas, en tres o cuatro opciones, como mucho, nos encajábamos todos. Además lo intrusivo de la mediación a través de la lectura o aparatos grandes y (obviamente) complejos como teles o radios, utilizadas además en familia, no generaban esa extrañeza que sí produce alguien hablando solo por la calle (hasta que descubres que habla por teléfono con unos auriculares casi imperceptibles).

Cuando televisión española dejó de ser un monopolio y comenzó a multiplicarse la oferta televisiva ya notamos que las conversaciones en el instituto eran diferentes, ya no todos habíamos visto la misma película. Esa diversificación cultural, con todo lo que tiene de bueno, ha continuado haciéndose más profunda hasta el límite último, la individualización total. El consumo de productos culturales, las ofertas de anunciantes, los resultados de las búsquedas en la red, todo. Nuestra percepción del mundo está personalizada por esa interfaz tecnológica individual, portátil y sutil a la que es imposible sustraerse.

Estas ideas me las ha disparado la extrañeza al ver (en twitter) una foto de alguien con sus gafas de realidad virtual. Después de escribirlas pienso, no sin preocupación, que los votantes de ciertas opciones me producen la misma extrañeza. De alguna manera siento que viven en un mundo tan diferente al mío que se hace difícil empatizar.

PS. Dos días después de escribir esto tenía el examen con mis estudiantes de medicina y me llamó la atención que en la concentración del momento también hacían gestos y hasta alguno movía las manos, viviendo en el mundo interior de la resolución de los problemas. Otra de esas situaciones en las que alguien que está físicamente cerca, en realidad, está lejísimos.

 

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La foto la he tomado de aquí, y al buscar en google me ha llamado la atención que la mayoría de las fotos incluyen una cierta representación de lo que ve el sujeto (una pantalla, un objeto o algo) de forma que no parezca tan absurda su postura. Parece que esa extrañeza que comentaba es muy general y en muchas ilustraciones se buscan estrategias para mitigarla.

 

domingo, 5 de marzo de 2023

Favoritos

 

Con estas cosas de los "retos" en tuiter para generar conversación, conocer personas y aprender de gustos, hace un par de días comenzaba uno Javi Burgos pidiendo disco, libro y película favoritos. Yo he puesto los de ahí arriba, pero me que quedado un rato dándole vueltas al asunto.

Lo primero es que no me gustan nada las clasificaciones innecesarias. Me gustan muchos discos, libros y de todo de formas muy diferentes. Parece una obviedad, pero uno no quiere más a papá o a mamá ni tiene un hijo favorito. Hace muchos años hice una entrevista de trabajo (en la que no me cogieron) y me sentí incomodísimo teniendo que inventarme mejores y peores cosas, características mías, de potenciales compañeros de trabajo y no sé cuantas cosas más. Debí contestar muy mal (i.e.contra los estándares) en todas esas cuestiones, seguro. Pero como te preguntan mucho sobre tus favoritos, al final te inventas algunos, para no tener que pensarlo más. No es que no ames a los elegidos, es que te dejas muchos que te emocionan de forma equivalente. Cada uno de mis tres favoritos de este reto merece explayarse al menos con un parrafito de explicación.

Antes de que hubiera tocadiscos en casa de mis padres solo podía oír música con un radiocasete que me compré con el dinero de mis primeras clases particulares. Me habían regalado una cinta de Yes que me encantaba, y junté dinero para comprarme Tales from the Topogrphic Oceans, dos casetes, cuatro temas, uno por cada cara. Una "catedral musical" impresionante. Supongo que la elegí por que era lo más gafapasta que había (quizá influido también por los colegas de entonces, muy intensitos, la verdad). Lo he oído miles de veces (casi seguro que literalmente). Se ha convertido en "música de confort", no me retrotrae a ningún momento concreto, me ha acompañado décadas, me proporciona... un centro de gravedad permanente (con permiso de Battiato). Por cierto, luego lo compré en vinilo y luego en CD. Creo que es el único disco que he tenido en todos los formatos.

El libro sobre la naciente ciencia de la complejidad, escrito por Mitchaell Waldrop en 1992, me lo regaló mi compadre de la uni José tras leerlo él. Leyendo el libro me "explotó la cabeza" varias veces. El aprendizaje más duradero es que hay procesos enormemente transversales, que explican observaciones de los campos más variados. Me pareció que esa visión, incipiente entonces, encarnada en el instituto de Santa Fe de ciencias de la complejidad, estaba llamado a revolucionar el conocimiento en general. Luego no ha sido así y aún no sé del todo por qué. Por un lado falta aparataje matemático y quizá también conceptual, pero tampoco desdeñaría el conservadurismo disciplinar. En todo caso es uno de esos libros que me cambió por completo la forma de ver el mundo.

La película Casablanca la vimos en casa de Manolo, otro compañero de carrera, en un momento de adolescencia tardía y resonó con la parte más romántica de nuestro espíritu. Hablo en plural por que se convirtió en un meme (que diríamos hoy) para aquel grupo. Manolo estuvo firmando "OK Manolo" imitando el momento en que Rick le da el visto bueno a una factura de su local al comienzo de la película. En plena movida madrileña jugar al fandome de una película en blanco y negro era lo más. Declararte fan de algo de forma explícita hace que tu entorno reaccione. Esta peli, como el disco de Yes, la he tenido en todos los formatos, pero a diferencia del disco, nunca la compré, siempre fueron regalos. La he visto muchas veces y me gusta desde todos los puntos de vista. Esa loa al comportamiento ético, tanto en el amor como en el compromiso social, es una maravilla. Puede que de tan intensa resulte ñoña, pero bueno, quien no se emociona con una larga amistad entre dos idealistas recuperados de una infección de cinismo.

Bueno, aquí terminan los recuerdos de un señor de mediana edad de cuando era un intensito adolescente tardío (o "yong adult", que no tenemos la palabra adecuada). Lo que remueven las tontunas de tuiter a veces.

 

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Actualización (6 mzo 23): Esa cadena nació como spin-off de una que preguntaba por la caratula de un disco y que había llegado a nuestro barrio de tuiter unos días antes. Resulta que esa cadena había comenzado en 2008   O_O Mariluz Congosto ha dedicado un tiempo a ese rastreo, ver el hilo aquí ¡espectacular!

domingo, 26 de febrero de 2023

Derechos de autor de obras con IAs o fotos

 Esta semana la oficina de derechos de autor de EEUU ha decidido retirarle esos derechos a una obra creada con la inteligencia artificial Midjouney. Un fallo como este da mucho que pensar, de hecho la capacidad artística de las inteligencias artificiales era un tema de conversación habitual en los último meses. Curiosamente creo que lo que más nos hace plantearnos no es lo que sí hacen las inteligencias artificiales, sino la esencia de lo que hacíamos sin ellas. ¿Alguien puede definir de forma precisa e inequívoca qué es arte? Pues si no se puede no hay discusión.

Quizá no podamos definir con precisión lo que es arte, pero sí podemos aproximarnos a los usos u costumbres que están universalmente aceptados sobre este tema. Por ejemplo la fotografía. Una puesta de sol puede ser muy bella y producirnos fuertes emociones, pero nunca diríamos que es arte. En cambio una fotografía de esa puesta de so sí podría serlo. Una fotografía realizada por un artista humano, con una intencionalidad, un gusto estético que le hizo elegir ese modelo y elegir entre las muchas fotos que disparó la que finalmente expone en una galería o algún otro espacio tradicional del circuito artístico. ¿Alguien pensaría que esa foto no puede ser arte por que en su creación se ha utilizado una “cámara de fotos”? Por muy tecnológico que sea ese dispositivo que media entre la intención de la artista y el producto final.

Desde un punto de vista conceptual, estas inteligencias artificiales se parece mucho a las  cámaras de fotos. Observan un trozo del mundo seleccionado por los artistas, ofrece resultados ante una intención manifestada por el artista y entre de ellos se selecciona el producto final, de nuevo una selección intencional realizada por la autora. El trozo de mundo que observa el dispositivo no es una puesta de sol sino muchas, un conjunto de datos de entrenamiento. Pero es un conjunto concreto, seleccionado con una finalidad, no es algo aleatorio. Lo mismo que pasaba cuando el fotógrafo  fue a mirar un espacio concreto y no cualquier lugar. Lo mismo que cuando eligió entre diferentes tomas.

No es arte cualquier foto ni lo es cualquier producto de Dall-E o Midjourney. Hace falta que lo manejen personas que las operen con una intención artística y las hagan navegar por el trozo adecuado de la realidad y seleccionen de entre sus productos el ideal para su empaquetamiento final y exposición hacia el público. Eso hizo Kristina Kashtanova creando cómic ayudándose de Midjourney. Conceptualmente (en mi opinión al menos) igual que podía haberse ayudado de una cámara de fotos, una fotocopiadora o, en última instancia un lápiz. Y eso es lo que cuestiona la oficina de derechos de autor insistiendo en que no se puede proteger una obra “no humana”. Como si se le negaran los derechos a una foto de una puesta de sol que, obviamente, tampoco es humana.

El ámbito del derecho no es el entorno en el que se encuentran las argumentaciones filosóficas más finas, pero es el que tiene que responder antes frente a innovaciones. Alguien reclama, alguien se queja y hay que resolver cuando la filosofía está aún desperezándose. Estos fallos nos animan a darnos más prisa en esa reflexión e ir tomando postura. La mía está clara, las IA son lápices con esteroides.

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Referencias y notas:

Supe del tema por este hilo tuitero de Elen Irazabal. Allí mismo hay referencias a la noticia en distintos medios como Ruters. En esa noticia se enlaza la carta de la Oficina de Copyright de USA (que se baja en pdf al pinchar). Son 12 folios con figuras y una descripción detallada de como funciona la IA, vamos que no es que no la entiendan. Por cierto, la figura que ilustra el post está tomada de la carta esa. Otro par de sitios donde he leido la noticia son Hipertextual y Xataka. En la primera hablan de que los abogados de la artista usaron el ejemplo de la cámara de fotos (lo que digo yo arriba), y que la IA fue demandada por un grupo de ilustradores que, obviamente, no comparte el punto de vista y ven amenazado su trabajo y pretenden protegerlo legalmente. En junio pasado en el festival de arte y ciencia de la UPNA ya hablábamos de este tema, al final de la charla sobre diseño.

martes, 31 de enero de 2023

(No) fichar los libros de casa

 Con esto de las inteligencias artificiales que hacen cada vez más cosas me preguntaba si no habría una que me ayudara a organizar los libros de casa. Igual que los gestores de referencias científicas te fichan un artículo si le pasas el pdf, podría generar una ficha a partir de una foto de la portada. No me extrañaría que ya existirá algo así.

Tener ordenada la biblioteca de casa, las novelas con las novelas, los ensayos, la divulgación científica, parece un deseo muy razonable. Pero en realidad no me queda claro que es lo que se gana. Lo que se pierde sí, tiempo, que es lo que cada vez resulta más escaso. Quizá en el tiempo de ordenar la biblioteca podría leer dos libros de los muchos que contiene. O escribir un capítulo de uno mío (hipotético).

El propio concepto de tener una biblioteca en casa es absurdo si lo piensas un poco. La nuestra, siendo modesta, ronda los 1000 libros. Se generó de la fusión de dos, cuando nos fuimos a vivir en pareja. La mía nació hacia los 12 años, cuando mi madre decidió que ya era mayor y compró unos muebles nuevos para lo que sería “mi cuarto”. Era un cuarto compartido con uno de mis hermanos, pero la mitad era “mío”. Las estanterías recién compradas estaban vacías, y mi madre me instó a que las rellenara con algunos libros que me gustasen de los que había en el salón. Y allí fueron a parar Nils Holgersson (que me había terminado a duras penas instado por mi padre), el billete de lotería de Graham Greene y algunas otras cosas para satisfacción del gafapasta wannabe que ya era entonces (y nunca he dejado de ser del todo). En casa de mis padres había una biblioteca que llenaba una pared del salón y la “mía” nación por gemación a partir de ella. Con ese origen, solo podía crecer y llenar una pared de nuestro salón de mayores.

Con la muerte de mis padres mis hermanos y yo hemos enfrentado la tarea de deshacer esa pared llena de libros (en realidad varias paredes). Manuales de motocicletas que hace años que no existen, enciclopedias con conocimientos congelados de los años 1970, novelas en ediciones penosas que se deshojan en cuanto los abres. También libros centenarios de las cosas más variadas, manuales de carreas científicas de los 40 o estupendas ediciones de Círculo de Lectores, ese Netflix de los libros al que estuvo suscrita mi madre sus últimos años. Tras muchas horas de manosear libros, renuncias a llevarnos algunos y renuncias a nuestro espacio en casa por llevarnos otros, aún quedan unos cientos sin destino previsto.

Todo esto es un viaje emocional con un valor práctico nulo. Ninguno de esos libros va a ser leído. Y la idea de que los libros sean sólo un fetiche me resulta repugnante. No que sean además un fetiche, eso es inevitable (al menos para mi generación), pero si no es algo añadido a su contenido se vuelven pura impostura, como esos libros falsos que adornan las estanterías de las tiendas de muebles.

Dice María que la pared llena de libros es, además de un “marcador de clase”, un elemento educativo; hijos y nietos tienen ahí una declaración expresa sobre el valor del conocimiento, una incitación a la lectura y a la transgresión, cualquiera puede hojear un libro “de mayores” (lo que quiera que eso signifique en cada momento) cuando quiera. Es verdad que hojear libros más o menos al azar es un placer que no ofrecen otros formatos más modernos y compactos de la literatura y el conocimiento. Pero es un placer caro en metros cuadrados y en esfuerzo de quitar el polvo.

No tengo conclusión para todo este viaje sobre mi relación de amor odio con las bibliotecas domésticas de la clase media alta de mi generación; solo una, que no voy a dedicarle un minuto a fichar esos libros para jugar a que es una biblioteca de verdad. Aunque haya inteligencias artificiales que lo hagan muy fácil.

viernes, 27 de enero de 2023

Religiosidad y pobreza

Cuando la esperanza de vida era de 30 años no es que la gente fuera vieja con 28, es que muchas personas morían jóvenes y la media queda en esos 30, aunque algunos llegaban a la misma vejez que hoy (Platón, por ejemplo, murió con 80 años). Aquellas personas convivían con la muerte, perdían hermanos, primos y amigos. Perdían personas viejas, claro, pero también muchísimos niños y jóvenes. En un mundo de personas conscientes de que pueden morir en cualquier momento, así como sus más allegados, es difícil planificar a largo plazo. Parece más conveniente disfrutar de cada día que esforzarse por la cosecha de dentro de medio año que a saber si disfrutaremos. Ahí la religión juega un papel clave. Una vida eterna después de la muerte y que se gana con el esfuerzo en esta vida es la creencia ideal para movernos a comportamientos “buenos”: unos comportamientos solidarios y en los que se trabaja por que está bien hacerlo, no tanto por un cálculo de beneficios. Creencias de ese tipo sin duda son adaptativas, las comunidades que las profesen funcionarán mucho mejor que las que se dediquen al “carpe diem” (la cigarra y la hormiga). A lo largo de siglos de vida miserable, con esperanza de vida baja, la evolución cultural ha seleccionado comunidades religiosas.

En este marco explicativo no es raro que, al mejorar las condiciones de vida, en las comunidades donde esto haya ocurrido, se haya ido perdiendo la religiosidad. En ausencia de presión selectiva por esos valores religiosos, la laicidad gana terreno.

Y todo este asunto me viene a la cabeza al hilo de un estudio reciente, que reseña J.I. Pérez en el Cuaderno de Cultura Científica, que evalúa la hipótesis de que “la pobreza causa más daño psicológico en los países menos religiosos que en los más religiosos, y que la asociación entre condiciones de penuria y bienestar –o malestar– es más intensa en los menos religiosos”. Efectivamente concluyen (aunque hacen falta más comprobaciones) que “Las religiones … tendrían un efecto neutralizador del malestar psicológico provocado por la pobreza y la desigualdad”

Esto me sugiere dos comentarios, uno antropológico (por decirlo de alguna forma) y otro político. Y es muy importante diferenciarlos. El primero es que la conclusión es muy razonable, casi obvia en el marco explicativo con que comenzábamos. Si ese sentimiento de trascendencia y vida después de la vida se selecciona precisamente para mantener una vida con propósito en condiciones de penuria lo normal es que lo siga haciendo.

Desde un punto de vista de mis preferencias personales, mis valores y, por tanto, mis opciones políticas, el camino correcto es el de eliminar las causas reales del sufrimiento, no el de proporcionar herramientas psicológicas para soportarlo (sean estas religiones o psicoterapias).

viernes, 23 de diciembre de 2022

No me pongo de acuerdo conmigo mismo

Suena el despertador. Debería levantarme, ya pero se está tan bien aquí... Venga, pongámonos de acuerdo, cinco minutitos remoloneando y arriba. Hay que jorobarse, sin salir de la cama y ya somos tres negociando.

Que si nos fijamos, los tres es una imagen recurrente en dibujos animados. Un desdoblamiento de la persona que se concreta un un homúnculo "bueno" (el que quiere cumplir y salir de la cama), el "malo" (que quiere remolonear) y el ser "real" que no desaparece al aparecer los otros dos; es el juez que, tras escuchar a las dos partes, decidirá y actuará en consecuencia. Supongo que es una representación estándar por que debe ser muy común esa sensación de desdoblamiento. De una u otra forma todos la sentimos. Al menos los que pensamos en palabras, que parece que no todos, no siempre.


Una idea que se  me ha pasado por la cabeza antes de ponerme con algo más "productivo", algo que pensaba al hilo de tomar estas notas: escribir un diario es, de alguna forma, recrearse en ese desdoblamiento. Te escribes a ti mismo, te desdoblas en el que escribe y el que lee. Y a veces te sorprendes a ti mismo: el que lee disfruta de lo que ha escrito "el otro", incluso descubre cosas que no sabía. ¿Algo que no sabía de sí mismo? La mente es algo sorprendente.

Sobre esto de que somos varios creo que la psicología ha trabajado bastante. Lo recuerdo en The Happiness Hypothesis, de Jonathan Haidt. En concreto hablaba del elefante y su conductor, el cuerpo sensorial con sus deseos inmediatos y el conductor, racional, más capaz de diferir la recompensa. A ver si lo busco y lo releo...

Hecho, incluso tenía unos cuantos subrayados (cosas de la lectura en digital). Todo el primer capítulo va de ese tema de la mente dividida... y es escalofriante. Dejo unos pocos de esos subrayados y, de verdad, recomiendo leer el libro:


The mind is divided into parts that sometimes conflict.

We assume that there is one person in each body, but in some ways we are each more like a committee whose members have been thrown together to do a job, but who often find themselves working at cross purposes. Our minds are divided in four ways. The fourth is the most important, for it corresponds most closely to the rider and the elephant; but the first three also contribute to our experiences of temptation, weakness, and internal conflict.

Split-brain studies are important for this book because they show in such a dramatic way that one of these modules is good at inventing convincing explanations for your behavior, even when it has no knowledge of the causes of your behavior.

Human rationality depends critically on sophisticated emotionality.

Moral arguments are much the same: Two people feel strongly about an issue, their feelings come first, and their reasons are invented on the fly, to throw at each other. When you refute a person’s argument, does she generally change her mind and agree with you? Of course not, because the argument you defeated was not the cause of her position; it was made up after the judgment was already made.

Our minds are loose confederations of parts, but we identify with and pay too much attention to one part: conscious verbal thinking.

 

Por cierto, es curioso como leemos cosas que nos van conformando, aunque olvidemos detalles y, más aún, el origen de lo leído. Pensando eso escribí una notita en 2016 y dibujé la metáfora de que los libros aran el cerebro.

(Mayo 2023)  Sobre la mente dividida, este vídeo encontrado por tuiter es muy gracioso: https://twitter.com/kinkyhush/status/1653811186205437986

viernes, 21 de octubre de 2022

Sé lo que me gusta y me gusta lo que sé (mejorando en mi armario).


 “I know what I like and I like what I know (getting better in my wardrobe)” un tema de Génesis, del álbum “Selling England by the pound”, de 1973.

 
El título de la canción y el estribillo insisten en que “sé lo que me gusta y me gusta lo que sé , mejorando en mi armario”. Esa expresión “mejorando en mi armario” (getting better in my wardrobe) es la que resulta difícil de encajar. buscando en internet resulta que hay unos cuántos foros dónde se ha discutido sobre ese verso.
 

El protagonista de la canción es un joven llamado Jacob que se dedica a cortar el césped. La historia comienza con Jacob tarareando contento porque es la hora de comer y escucha a los vecinos discutir y a los pájaros cantar mientras él es feliz con su tarea y la única preocupación de que las hojas de su cortacésped estén afiladas. Jacob es feliz porque sabe lo que le gusta y le gusta lo que sabe, dice la canción. En realidad parece referirse a que sabe lo que le gusta y se dedica a ello sin más preocupación. Se dedica solamente a eso pero mejorando en “su armario”. ¿Qué mejora es esa?
 

Hay una interpretación que dice que Jacob se gasta todo lo que gana en mejorar sus atuendos, en ese sentido mejora su armario, su contenido. Otra interpretación se centra en que en el armario guardamos la ropa que, por conocida, por gastada, nos resulta especialmente cómoda y mejorar en el armario significaría ir gastando ropa hasta que se nos acomode. Una tercera interpretación, aún más alegórica, sostiene que el armario es la vida interior y que Jacob solo mejora en ese sentido, sin preocuparse por valores sociales externos. No he leído que nadie haga referencia al armario en el sentido de la homosexualidad. Es verdad que no encaja especialmente con el resto de la canción, ni era una preocupación en 1973. Además ese armario es más bien “closet” que “wardrobe”.
 

Parece ser el Jacob de la canción se corresponde con un personaje real (Jacob Finster) que era seguidor del grupo en su adolescencia y no conseguía mantener un trabajo. Había trabajado de camarero, de cajero o en una tienda de empeños y cuando Génesis estaba escribiendo la canción se dedicaba precisamente a cortar el césped. Finster murió de sobredosis al poco tiempo mientras trabajaba en una tienda de donuts.


Sin duda la canción es una oda a la vida sencilla, a la despreocupación por el consumismo, el dinero y todos los valores sociales generalmente aceptados, un llamamiento al relajo y la felicidad de las pequeñas cosas. Sin embargo yo siempre he entendido el estribillo de la canción en un sentido completamente diferente. El estribillo utiliza la palabra saber, conocer. La interpretación directa es que conozco lo que me gusta y me dedico a ello disfrutándolo. Pero también podemos leerla en sentido literal: conozco lo que me gusta y me gusta lo que conozco, poniendo el acento en el esfuerzo de conocer, de aprender. Así, como me gusta lo que sé, querré saber más para estar más a gusto. Pero querré saber más de ese tipo de contenidos que son los que me gustan.
 

Se establece así un círculo virtuoso en el que identifico los contenidos que me resultan satisfactorios y me apetece estudiar más sobre ellos. Al saber más sobre ellos me resultan aún más satisfactorios y querré estudiarlos más a fondo y así sucesivamente. Ese es el lazo de realimentación que hace felices a sabios y eruditos de todo tipo de conocimientos: las personas que recuerdan las delanteras del Atletic, coleccionistas de cualquier cosa, expertos en los aspectos más escondidos de sus aficiones. Por supuesto, también los especialistas profesionales, los que se ganan la vida con ese conocimiento, en la academia, la empresa o donde sea.
 

Siempre pensé que el camino que lleva a la sabiduría se recorría por esa realimentación del disfrute que Génesis había recogido magistralmente en su frase. Se me hace inimaginable ser un experto, un estudioso, por el mero impulso del cumplimiento del deber profesional. Si no hay disfrute íntimo no lo concibo. Me parecía tan obvio que la frase tenía que proceder originalmente de Sócrates o algún otro filósofo clásico y Genesis la había rescatado. Sin embargo no es así, hasta donde he podido rastrear es original del rock sinfónico de los primeros 70. Quizá la razón está en que ellos la escribieron con el sentido opuesto, con el del conformismo y limitar la mejora al armario. Resultó que mi armario estaba lleno de libros.

Referencias:
https://songmeanings.com/songs/view/1629/
https://eddiesrockmusic.wordpress.com/2018/09/11/g-is-forgenesis-selling-england-by-the-pound/
https://www.genesis-news.com/forum/index.php?thread/1565-in-your-wardrobe-what-does-this-mean/


Una versión del tema, en directo, de 1976: