viernes, 10 de octubre de 2025

Desconectados por la conectividad

 Una epidemia de desconexión generada por los aparatos que prometían conexión.  Lo comenta la princesa de Gales, y seguramente tiene razón.

Cuando aparece una nueva tecnología no es lo mismo el transitorio de su introducción que la situación estacionaria a largo plazo. Quizá se ve mejor con el teletrabajo. 

Si te dan la opción de teletrabajar cuando llevas lustros en la oficina todo son ventajas: evitas desplazamientos, gestionas mejor tu tiempo, ganas productividad y calidad de vida. Pero para una persona que nunca fue a la oficina, que se incorpora al trabajo desde sus estudios, encontrarse solo en su habitación, sin rutinas previas y sin relaciones sociales informales puede resultar desastroso.

El transitorio de introducción del teletrabajo es maravilloso pero su estacionario de largo plazo resulta, cuando menos, problemático. Y lo mismo está ocurriendo con lo móviles que, aunque parezca que lleven 300 años aquí, hace apenas 15 años que están. A quienes lo recibimos con una libreta de teléfonos (esas de papel donde apuntábamos los números) bien surtida de amigos y conocidos de diferentes actividades y momentos de la vida nos sirvió para mejorar el contacto con esas personas. Quienes lo recibieron de adolescentes han visto mediada por el dispositivo toda la generación de esas relaciones que a nosotros nos llenaron la libreta. Y en esos momentos de inseguridades y timideces que es la adolescencia, todo lo que permita tomar distancia es aprovechado. Parece que es más fácil hablarse a través del dispositivo que cara a cada. Resultan fascinantes esas cuadrillas de críos sentados en un banco, todos mirando al móvil, pero haciendo cosas en conjunto (quizá jugar, quizá "charlar").

La paradoja de la desconexión por la conectividad se resuelve por ese concepto tan bien estudiado en ciencia e ingeniería que es la diferencia entre el estado estacionario y los transitorios de conexión. Se resuelve su comprensión, claro, la solución real al problema social generado está mucho menos clara.

Esta disquisición sobre transitorios me ha recordado a Panadero comprobando cuantos huevos aguantan su peso. No es lo mismo estar encima que subirse, el transitorio es muy importante. Para quien no lo viera, es un vídeo muy interesante de apenas 12 minutos:

jueves, 9 de octubre de 2025

Jane Goodall y sus grandes descubrimientos

 

Hace pocos días que falleció Jane Goodall. Una persona maravillosa y un personaje curioso. Una vida larga, 93 años, y llena de actividad y éxitos de la que se pueden decir muchas cosas, casi todas dichas ya.

A mi me van a interesar aquí dos aspectos de su figura: (i) como consiguió mezclar los papeles de científica y activista extraordinariamente y (ii) la peculiar situación que le permitió mirar de otra forma y con ello hacer grandes descubrimientos científicos.

Resumiendo mucho, podemos decir que la ciencia consiste en la búsqueda de la verdad, y el activismo es el esfuerzo por desarrollar un ideario. Ambas cosas no casan bien. El ideario al que uno se adhiere con fuerza podría entrar en colisión con las conclusiones del trabajo científico que se hace, por lo que una de las dos actividades se vería comprometida. En las encuestas de valoración de confianza en expertos, una de las cosas que más se valora es su independencia, no sólo administrativa y económica, sino ideológica. De hecho la independencia de criterio forma parte del estereotipo de científico y por eso puntúan alto como colectivo en estas encuestas. También por eso, cuando un científico se significa mucho por una causa su consideración como científico suele perder valor (y más cuanto más radicalmente muestre su activismo).

Jane Goodall mantuvo un activismo claro toda su vida: por Africa (por algunos lugares más especialmente), por la conservación y el bienestar animal, por los Derechos Humanos y por los grandes simios. Son causas tan grandes y tan nobles que concitaron una amplsisimo consenso, análogo al de Félix Rodríguez de la Fuente, nuestro conservacionista patrio. Quizá el actual "malismo" en alza generaría odios hasta con estos personajes, adalides de la paz y lo bondadoso. Pero aparte de una buena causa, seguramente también fue muy importante la capacidad de moverse bien en las altas esferas de la baronesa Jane van Lawick-Goodall (también de Félix, por cierto). Sea como fuere, es de agradecer que haya puesto su prestigio, esfuerzo  y dinero en tan nobles causas.

Como científica, descubrió que los chimpancés utilizan herramientas, que tienen personalidades diferenciadas, que cazan en colaboración y que entran en guerra en ocasiones. Cosas que hoy nos parecen evidentes pero que supusieron una auténtica ruptura en su momento. La visión establecida consideraba al hombre un ser singular en la naturaleza precisamente por esas cosas, la capacidad de usar herramientas y de colaborar de forma flexible. Además claramente cada persona es un mundo, y a los animales se les consideraba miembros de su especie, sin una individualidad relevante. Para descubrir lo que descubrió "bastaba" con mirar la realidad. Claro que esa mirada (por eso el entrecomillado) tenía que estar libre de los prejuicios del paradigma dominante. Jane no fue a la universidad antes de comenzar su exploración africana. Esa exploración parte de un deseo interior (ella misma insistió siempre que originado en la infancia gracias a su peluche Jubilee). Un deseo interior que no tiene nada que ver con las lógicas científicas, no buscaba artículos científicos ni reconocimientos académicos, solo estar donde se sentía bien y aprender de esos magníficos seres.

Un deseo noble en una mente libre de los prejuicios que le habría imbuido la academia, pero también unas excelentes relaciones sociales que le permitieron, ahora sí, ir a doctorarse a Cambridge y ser admitida para un doctorado sin tener licenciatura (fue la octava persona en la historia admitida en esa situación). Esa capacidad de estar en el filo del conocimiento establecido, pero con la capacidad de dudar de él es fundamental para los grandes descubrimientos.

Normalmente esa situación ideal para el descubrimiento no la da la falta de estudios formales sino la juventud. Newton tuvo su "año milagroso" a los 22, Einstein con 26, Darwin hacia los 25, Steven Hawking a los 23. Estos datos los he tomado de un vídeo de Veritasium precisamente sobre este tema del momento vita óptimo para el descubrimiento rupturista. (En otro blog tengo dos piezas sobre este tema, 1 y 2).

Tanto su papel de científica como el de activista se apoyan en un conjunto de peculiares equilibrios: entre la exploradora y la señorita, entre el corazón inglés y el amor a Africa, entre la formación difusa y la académica. Unos equilibrios que manejó con sabiduría y buen criterio. Ha sido una suerte haber coincidido en el tiempo con alguien así, una de esas personas que te reconcilian con la humanidad.

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El otro día hablamos de ella en la radio: 

 

viernes, 3 de octubre de 2025

Visita guisada

Escribiendo un correo de invitación a una visita guiada se me ha ido la tecla a guisada, y me ha parecido una errata que merece la pena comentar. Le llamamos "metadatos del arte" a las cartelas, hojas de sala o cualquier pieza de información racional (texto casi siempre) que no forma parte de la obra (pero casi) y que sirve para identificarla y contextualizarla de alguna forma. Sobre eso he escrito alguna cosa en este blog en 2022 y 2024. Mi punto de partida, como buen racionalista, era el de reclamar unos metadatos extensos. Sin embargo tras muchas conversaciones, bastantes con Patxi, el autor de la exposición guisada, voy apreciando también la descontextualización. Es como pasear por una ciudad que no conoces sin plano (y menos navegador). Una sensación de descubrimiento, de cierta aventura, que sin duda mola. Pero bueno, tampoco romanticemos demasiado, depende de la ciudad y del barrio. Hay muchos lugares donde sentirse perdido lo único que genera es miedo (al menos a mi). 

Parece que el nivel de metadatos depende de la situación, en particular de cuanto de familiarizado esté el espectador con el tipo de obra que contempla, como lo alejada que pueda estar la ciudad del paseante de la suya de origen. Nos dicen que la música es un juego de expectativas entre lo que la armonía sugiere que va a sonar a continuación y lo que realmente suena. Para que ese juego resulte agradable la complejidad de la pieza tiene que caer en el rango de experiencia del oyente. Por eso las canciones infantiles son inmensamente simples y la música contemporánea solo la disfruta un puñado de entendidos. Del mismo modo, los "entendidos" que pueden encontrar las referencias de la obra plástica sin que se las señalen la disfrutarán mucho más sin guía, siendo actores de ese descubrimiento. A cambio, quien no pille las referencias se encontrará perdido como el paseante en un barrio extraño.

Hay que guisar las exposiciones en su justa medida, ni tan poco que te quede muy dura la pieza, ni tanto como para que te quede desmigada. Y encima cada comensal tiene su gusto (¡y su dentadura!)