Mostrando entradas con la etiqueta politica. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta politica. Mostrar todas las entradas

viernes, 22 de agosto de 2025

No mires arriba, fuegos artificiales

Hace unos días se ha comentado mucho un vídeo en el que se veían los fuegos artificiales de las fiestas de un pueblo al lado de los fuegos reales del monte ardiendo. Aparte de señalar es escaso criterio de quienes tomaron la decisión, hay una lectura mucho más profunda. En realidad ahí se resume la situación política actual. De un lado la realidad material, natural, el cambio climático con todas sus consecuencias. De otro lado, la realidad humana, social, las fiestas patronales que llevamos todo el año preparando y que son una tradición. 

El mismo conflicto, de forma satírica y brutal, aparece en la película "no mires arriba" de Allan McKay (2001). Aunque el meteorito que va a acabar con nuestra civilización esté ahí visible en el cielo, nuestro día a día, el trabajo, el sueldo, la pareja, la fama o lo que sea, pesan más. Tanto más que se vive sin mirar arriba.

Para muchos científicos climáticos la inacción política es desesperante pero, en realidad, ya sabemos todos que vamos a morir y vivimos la vida sin pensar en ello. Individualmente "no miramos adelante". La versión social de ese mismo hecho, a pesar de ser natural, resulta intolerable para la razón.

martes, 19 de agosto de 2025

Sobre patinetes eléctricos

 Bluesky sigue sin ser X, así que me he permitido una opinión impopular: “El medio de transporte termodinámica y climáticamente mejor (menos peso de vehículo/ carga útil + eléctrico), el usado por los más humildes, el más perseguido reglamentariamente...” . La cosa ha tenido sus críticas, pero en un tono perfectamente razonable. Prefiero contestar en el blog, con más amplitud de argumentación.

El transporte es un problema social importantísimo: contribuye sustancialmente a la emergencia climática, su estructuración modela las ciudades, el urbanismo y la cohesión territorial. Y todo esto está dominado por el automóvil privado de motor de explosión durante un siglo, una “solución” que a fecha de hoy es totalmente insostenible.

Por otro lado, el coche es socialmente es incuestionable, tanto en lo personal como en lo económico. Personalmente los coches son símbolo de libertad, parte de nuestra forma de vida, un elemento identitario y de estatus. Económicamente contribuyen al PIB de forma muy significativa. En Navarra, la fábrica de coches de Landaben supone una inmensa fracción de la economía. Pensar en el final del reinado de los coches nos hace temblar.
La urgencia climática ha hecho que los poderes públicos (más cuanto más lejos del ciudadano, por eso sobre todo Europa) no puedan obviar el problema de los coches, la “solución” planteada es electrificarlos. Sin embargo la mayor parte de los problemas reales permanecen en este marco. Cuando se hace notar esto, a veces contestan que la solución de futuro es el “vehículo eléctrico, autónomo y compartido”.

Las personas que han estudiado con seriedad la cuestión del transporte coinciden en que la mejor solución desde los puntos de vista de eficiencia, sostenibilidad, cohesión social y territorial es el transporte público. Curiosamente una solución electrificable, autónoma (para el usuario) y compartida, pero sin las tonterías de las tecnologías extremas (IAs y demás). El principal problema del transporte público es “el último kilómetro”. Desde la estación al destino final (casa, el trabajo, la tienda, etc.) hay una distancia, variable dependiendo de la situación que puede convertirse en una barrera muy importante para muchas personas y situaciones.

Es en la solución del “problema del último kilómetro” donde vehículos eléctricos ultraligeros personales encuentran todo su sentido. Esos vehículos pueden ser “patinetes” o variantes con más ruedas, asiento, etc. En todo caso, el motor eléctrico es escalable, cosa que no pasa con el de explosión. Se pueden hacer vehículos eléctricos extremadamente ligeros que no eran posibles con la tecnología previa (lo más”ligero” era una Vespino).

El patinete apareció hace unos años de forma casual, no para resolver problemas de la humanidad, pero su valor intrínseco (barato, portátil, eficiente…) empezó a hacerle ganar terreno. Desde entonces hemos asistido a una progresiva criminalización de este medio de transporte. O al menos yo lo veo así. Como persona crítica con las teorías de la conspiración, me cuesta atribuir esa tendencia a una confabulación explícita de agentes, pero no cabe duda de que el desprestigio de este dispositivo les beneficia a los grandes poderes económicos que operan en la cuestión de la movilidad. Sea explícita o implícita, la confluencia de acciones en esa criminalización es clara.

Así como el coche eléctrico se ha cubierto de una pátina de respetabilidad social (se les reservan las mejores plazas de aparcamiento, se subvencionan, se les personan tasas, etc.) al patinete se le hace aparecer como causante de accidentes, utilizado por casidelincuentes o susceptible de generar explosiones (“razón” por la que no se permite subirlo a trenes de Renfe o al metro). Claro que esas cosas son verdad parcialmente. Han producido accidentes, los conduce algún delincuente y alguna ha explotado, pero ¿no pasa lo mismo con bicicletas o más aún con coches? Por supuesto que sí.
Si a esta imagen social distorsionada por la motonormatividad del lenguaje y de la cobertura mediática le añadimos el toque clasista de que quienes lo utilizan a diario, como una herramienta de trabajo, son repartidores, asistentas y demás trabajadores precarios, tenemos el cóctel perfecto. Y es contra eso contra lo que protesto siempre que tengo ocasión, aunque resulte una opinión impopular. 

Que se les imponga una normativa sensata, equivalente a la de las bicicletas, que se les cedan (a bicis y microeléctricos) carriles que antes eran para coches, que se persiga a quienes hacen mal uso de cualquier medio de transporte... Obviamente no defiendo impunidades ni tratamientos especialmente ventajosos, me basta con que no se criminalice.

sábado, 9 de agosto de 2025

Mejor dejar los árboles

Protestas contra el proyecto de talar unos árboles para darle un uso más urbano al espacio que ocupan. El imparable aumento de seres humanos ha ido adaptando el terreno a sus necesidades y, en muchos casos, los árboles estorbaban. Quizá ese aumento de población no sea tan imparable como solemos creer; cuando se mira con atención es fácil comprobar que realmente se está frenando a un ritmo vertiginoso que nos aboca a lo que se ha llamado “invierno demográfico”.

En muchas familias de boomers aburguesados acometimos reformas de nuestras casas al ver que nuestros hijos crecían y nos lo podíamos pagar. Buscando que cada uno tuviera su habitación, para acomodarnos mejor, nos pusimos a la tarea. Al poco de acabar la obra, cuando no antes, esos hijos empiezan a hacer una vida por su cuenta y dejan de vivir en esa casa diseñada como si su presencia fuera a ser permanente. Su éxodo es señal de que las cosas han ido bien, era el destino esperable, inevitable. Y a pesar de ello no lo vimos venir cuando pensamos en reformar la casa.

Como sociedad deberíamos ser más inteligentes que esos boomers expansivos. Seguramente no hacen falta más asfaltados, circuitos de formula uno o aparcamientos subterráneos. Sí hacen falta algunas viviendas más en este momento del pico de población, claro, pero haríamos bien en moderar al máximo la urbanización de paisajes naturales, especialmente la eliminación de árboles, para crear espacios que, como la habitación de los adolescentes, van a ser utilizados muy poco tiempo.

Imágen tomada de AQUI


miércoles, 6 de agosto de 2025

Anticiencia de derechas (por Naomi Orekes)

Me he encontrado por ahí (en Bluesky, claro) un artículo de Naomi Oreskes que me parece interesantísimo. No tengo dudas de que ese interés deriva de mi sesgo de confirmación: yo ya pensaba algo así. Pero es muy gratificante encontrar esa idea bien trabajada por unos académicos prestigiosos en un artículo con muchos datos que la soportan


El abstract (traducido por ChatGPT y revisado):

Los datos empíricos no respaldan la conclusión de que exista una crisis de confianza pública en la ciencia. Sí respaldan, en cambio, la conclusión de que hay una crisis de confianza en la ciencia por parte de los sectores conservadores: las encuestas muestran que las actitudes de los estadounidenses hacia la ciencia están altamente polarizadas según líneas políticas. En este ensayo, sostenemos que la hostilidad conservadora hacia la ciencia tiene su raíz en la hostilidad conservadora hacia la regulación gubernamental del mercado, que en las últimas décadas ha derivado en una hostilidad hacia el gobierno, sin más. Esta desconfianza fue fomentada por líderes empresariales conservadores durante casi un siglo, pero se consolidó durante la administración Reagan, en gran medida como respuesta a las pruebas científicas sobre crisis medioambientales que requerían una intervención gubernamental. Así, la ciencia —en particular la ciencia medioambiental y de la salud pública— se convirtió en el objetivo de las actitudes conservadoras contrarias a la regulación. Sostenemos que la desconfianza contemporánea hacia la ciencia es, en su mayor parte, un daño colateral, un efecto secundario del esmerado fomento conservador de la desconfianza hacia el gobierno. 

 ---------------

Desde que se publicó esto la cosa ha ido a peor de forma muy acelerada por la administración Trump. Es interesante ver que no esas posiciones anti ciencia no surgen de la nada, que entroncan en una tradición centenaria. También es interesante comprobar que no es casual, que tiene unas personas beneficiadas por ello: las empresas cuya actividad ahonda en problemas detectados científicamente y sus líderes. 

Ojalá la democracia sea lo suficientemente fuerte como para volver a poner la ciencia al servicio de la población (recuperando las vacunas, etc.) en vez de desacreditarla para poder mantener negocios que dañan la salud como serían los del el tabaco, los combustibles fósiles o, la más obvia, la militar. 

domingo, 8 de junio de 2025

Objetivos y vientos favorables


  Hace unos cuantos años, antes de la implantación del espacio europeo de enseñanza superior (AKA plan Bolonia) formé parte de un comité de calidad (de la universidad) que había de evaluar la titulación de ingeniería industrial. Cuando enviamos el informe a la instancia nacional que lo solicitaba (no recuerdo cual) nos devolvieron unos comentarios. Lo que más nos criticaban es que no habíamos comenzado el trabajo especificando qué es un ingeniero industrial, que se espera de una persona con esa titulación. El comentario me sorprendió muchísimo. Por un lado es verdad que, como decía Séneca, no hay viento favorable para el que no sabe dónde va. Pero por otro lado es tan evidente lo que es un ingeniero industrial que parecía un esfuerzo vano esforzarse en definirlo. No es evidente, me lo parecía a mi porque ya estaban ahí antes de que yo naciera y a lo largo de mi vida siempre han estado. Eso genera una imagen experiencial, que es algo que dista mucho de una racionalización de lo que son, o mejor aún, de lo que deberían ser. 

Me ha venido esa historia a la cabeza a propósito de decisiones que parece que soplan contra la dirección que parecería conveniente. Esta semana se ha aprobado un reglamento europeo (que tiene que pasar aún por el parlamento) que permite a las compañías aéreas cobrar por equipaje de mano y rebaja las indemnizaciones por retrasos. 

¿Cuál es el objetivo de esta medida? Aquí sí hay quien sabe a donde va y este viento le es favorable: las compañías aéreas. En cambio para sus usuarios esa política es desfavorable. Parece un ejemplo claro de conflicto de intereses, el de las compañías frente al de sus usuarios, Las autoridades deberían establecer un equilibrio que consideren justo. Aunque para muchos parece claro que esa justicia se ha desplazado del lado del lobby poderoso frente a la desorganización del difuso conjunto de “usuarios”. El ejemplo que vale para ilustrar muchos otros con conflictos análogos: la regulación de precios de alquileres, la reducción de la jornada laboral, etc. La cuestión que realmente me interesa es analizar es la misma que en el caso de los ingenieros, cuales son los objetivos últimos que se intentan conseguir con esas normativas. ¿Qué pretenden las personas que se dedican a regular con sus regulaciones?

Vivimos en un marco neoliberal que forma parte del ambiente, como mi idea irreflexiva de lo que es un ingeniero. En ese ambiente es obvio que la actividad encaminada a que las personas disfruten su vida se estructura en un marco económico y que esa economía tiene unas reglas (casi científicas) según las cuales cuanto menos intervención regulatoria mejor (dado que las leyes internas del mercado actúan para encontrar óptimos). Esas leyes del mercado se basan en que cada agente económico busca maximizar su beneficio, cosa que, según ese marco de pensamiento, ocurre de forma natural.

Ese marco de pensamiento se impuso de forma generalizada cunado un planteamiento alternativo colapsó. Esa alternativa consistía en que la actividad productiva debería ser cuidadosamente planificada para maximizar el beneficio colectivo de la sociedad a la que servía. Una idea tan racionalista y, en principio deseable, chocaba con los intereses de las personas individuales de dos formas: los que planificaban tenían poca cortapisa para beneficiarse a sí mismos en exceso y, los planificados, a menudo, no encontraban incentivos personales para esforzarse con su tarea.

Tampoco se trata aquí de hacer un repaso de la historia económica del siglo XX (y lo que va de este), estos dos párrafos pretenden dar una pincelada del ambiente ideológico en que se mueven las personas que hacen las regulaciones como las de las tarifas aéreas. Un ambiente ideológico en el que las compañías deben ganar dinero, es su objetivo, y el suyo coincide con el de todos. Eso sí, deben ganarlo de una forma “justa”, lo que se traduce en cosas como la libre competencia o la información veraz y transparente. Si el reglamento es el mismo para todas las compañías, y la información sobre sus tarifas es pública hay “justicia”. Y si las compañías han pedido que sus tarifas se puedan estructurar de esa manera ¿por qué no dejarles? El estado debe intervenir lo mínimo y sólo para evitar males. Aquí no parece haber ninguno. Asunto resuelto.

Incluso sin salirnos del marco de la ortodoxia neoliberal esto se puede ver de otra forma. Las personas individuales no podemos hacer un máster para cada actividad que queremos hacer, la complejidad de los trámites, su inaccesibilidad cognitiva, juega en nuestra contra. Si eliges un viaje por la publicidad de un precio pero luego hay un conjunto de costes no publicitados (aunque no sean secretos) la elección no fue informada. Complicarle los procesos al consumidor hace que deje de ser un “agente económico” canónico, sin información suficiente no se toman decisiones racionales. Esas prácticas tunean el propio marco del neoliberalismo en favor de las compañías. Lo mismo vale para otras muchas prácticas entre las que destacan los “precios dinámicos” (de los sistemas de VTCs o de venta on line de entradas), algo que imposibilita, por definición, conocer precios con antelación y poder planificar tu actividad como agente económico racional.

Pero más interesante aún es salirse del marco neoliberal para mirar estos procesos con otra perspectiva, la del beneficio colectivo. Para mí la pregunta legítima sería ¿Cómo conseguimos que las personas, de forma igualitaria, disfrutemos al máximo de viajar y en el proceso se respete al máximo el medio ambiente? 

Claro, que igual no nos gustan las respuestas, ni a unos, ni a otros. Respuestas coherentes con la pregunta supondrían cosas como prohibir vuelos cortos (hay alternativas menos contaminantes), dificultar el uso del avión en general (quizá con precios altos, pero no sólo), evitar márgenes comerciales excesivos (quizá cualquier margen, dado que no contribuyen al proceso, al disfrute del viaje, solo “extraen” de su gestión). Y por supuesto una buena accesibilidad cognitiva en todo el proceso: horarios, tarifas y todos los detalles estables, públicos y fáciles de entender.

Y si no vamos cambiando de marco, nos va a quedar una sociedad desgarrada en un planeta achicharrado que no les va a gustar ni a los que van ganando estas batallitas regularorias.

viernes, 25 de abril de 2025

Lo que dicen que dice la ciencia

Ayer dio una conferencia Alan Sokal en la Fundación Areces, coorganizada por la RSEF. Siendo Sokal un personaje mítico y el tema de las injerencias ideológicas en la ciencia algo tan actual parecía necesario asistir a esa conferencia aunque fuera on line (por cierto quedó grabada, claro).

En tiempos en los que las injerencias ideológicas de la ultraderecha trumpista en todos los organismos científicos estadounidenses está siendo demoledora, el conferenciante consideró que eso es más o menos obvio y no requiere más comentario. El rechazo a la teoría de la evolución, cuya enseñanza está entre prohibida y limitada en multitud de estados fue despachado con que es un asunto casi folclórico, que los científicos serios no caen en eso y que no afecta al desarrollo de la ciencia real. El asunto de su conferencia era “el dogma”, políticamente instaurado, de que el sexo es algo declarado en vez de la obviedad biológica de que sólo hay dos sexos y que son evidentes, siendo cualquier otra cosa muy minoritaria y patológica. Le presentaron como “de izquierdas” y, aunque no de forma explícita, asumió ese papel. Insistía en que hay que respetar a las personas trans completamente, pero que eso no debería interferir con las consideraciones epistemológicas de la ciencia. Que cualquier causa legítima debe ser defendida, pero sin nublar la evidencia. Demasiados “peros”.

Me voy a permitir criticar su discurso también en nombre de la ciencia y la epistemología. Sin duda la naturaleza es como es y pretender torcer esa visión es un error por muy noble que sea la motivación que te empuje a intentarlo. Pero las categorías en que colocamos nuestras observaciones no son naturales. La observación muestra personas con una gran variedad de situaciones sexuales. También muestra que dos situaciones (los sexos masculino y femenino, cis, hetero) son bastante mayoritarias y encajan bien con el discurso evolutivo. A partir de ahí “la ciencia” no dice nada. Elegir esos dos sexos como “lo normal” y todo lo demás como “patológico” es una decisión humana, política. Análogamente, decidir que todas las personas que experimentan una situación sexual de la que disfrutan razonablemente y que no les hace sentir mal son sanas y su condición es “normal” también es una decisión política.

Decía Sokal en la conferencia que el apropiamiento ideológico de “la ciencia” de forma partisana socava la imagen social de esa forma de conocimiento tan extraordinaria que es la ciencia, y coincido plenamente con ello. Solo que justo a continuación hizo exactamente eso, apropiarse de “lo que dice la ciencia” para defender una postura política que, en realidad, no la ha dicho la ciencia.

Criticaba Sokal lo que llama “cancelación”, el hecho de que se critiquen posturas como la que defendió. Lo que le parecería correcto es que se discutieran en un contexto científico, no que se critiquen políticamente. Como he intentado mostrar antes, yo creo que su postura es profundamente política y, además, toma el nombre de la ciencia en vano. Por tanto, considero más que razonable criticarla en ese contexto. Por esa razón dejé de ver la conferencia y no volveré a leer nada de este señor. Aunque le llamen “cancelación” yo reclamo mi derecho a elegir lo que leo, y solo el año pasado se publicaron en España 90.000 libros; que entre mis 30 o 40 no haya nada suyo tampoco debería resultar tan extraño.

miércoles, 2 de abril de 2025

De un pueblo maduro para la democracia a una democracia podrida para el pueblo


Veo un titular sobre la pérdida de confianza en la democracia de parte de la juventud, estamos en 2025. Cerca de 50 años atrás, en algún momento de finales de los 1970, yo era un joven a punto de tener edad para votar y también el país estrenaba la posibilidad de votar. Se oían entonces discusiones sobre si éramos o no “un pueblo maduro para la democracia”. Mi tío Carlos me explicó que el pueblo maduro para la democracia es el que vota lo que hay que votar, el que no necesita que le apunten con pistolas, le “basta con que le apunten con El País dominical”. Se me quedó grabada esa frase que ahora adquiere nueva validez. Hay quien dice que esos jóvenes descreídos de la democracia están abducidos por influencers a través de las redes sociales. Quizá el medio por el que nos llega la información sea algo importante, no digo que no, pero la información que nos llega también puede tener su importancia.

Recuperando un chiste antiguo, la democracia no es ni buena ni mala, es mentira. Es mentira por que la democracia es una aspiración, pero no es algo definido que se tiene o no se tiene. La democracia que se conquistó tras la muerte de Franco permitió un montón de libertades antes inexistentes, fue un avance indudable. Además marcó una tendencia y, poco a poco, se fueron democratizando diferentes entornos de poder. Quizá el más llamativo fue las fuerzas armadas, fuente secular del golpismo. Pero otros poderes reales no transitaron nunca esos procesos, siguieron en manos de grupos cerrados sin control efectivo del pueblo, al margen pues de la democracia. El poder judicial, por ejemplo, es uno de esos, como estamos viendo de forma descarnada en los últimos tiempos. Pero no deja de ser un elemento instrumental, el verdadero poder que no cede es el poder económico. Aunque una inmensa mayoría de personas quiera que la vivienda sea más barata, que no haya una deslocalización industrial tan excesiva o una sanidad mucho mejor dotada, el sistema democrático actual no es capaz de convertir esos deseos en políticas reales y efectivas. Los intereses de los propietarios, los empresarios industriales o las rentas que deberían tributar como para financiar esa sanidad consiguen imponer su voluntad a la de una mayoría muy amplia.

La generación que hemos vivido esta democracia ma non troppo llegamos a la jubilación sin que haya habido avances significativos en la democratización del poder económico. De hecho la riqueza lleva lustros concentrándose y los servicios públicos deteriorándose. Nunca hay tiempo de verlo así por que la actualidad nos lleva como la muleta al toro, guiando nuestro enfado a muy corta distancia. Muletazos que se llaman crisis de las subprime, prima de riesgo o rotura de la cadena de suministros, cosas que parece que podemos entender, pero que realmente no. Muletazos que animan un parlamentarismo inflamado que parece vivir en un mundo paralelo.

A los hijos de esta generación, los “jóvenes de hoy día”, no les vale el recuerdo de una democracia peor para conformarse con esta, ni la vivieron ni la pueden imaginar. La sensación de que este no es el camino les resulta inexcusable y en la búsqueda de alternativas no hay una oferta ilusionante. La insistencia en asaltar los poderes con una nueva transición pacífica generó una burbuja de ilusión en el 15M, pero el estatus quo (campañas mediáticas y judiciales mediante) se ha encargado de ridiculizarla haciéndola parecer o bien más de lo mismo (a Sumar) o bien la protesta rabiosa irracional (a Podemos).

Solo queda el camino de los iluminados. Una propuesta que te anima a olvidar la desesperanza inventando un pasado maravilloso y culpando de los males del momento a todo hecho social reciente: la llegada de personas inmigrantes, el empoderamiento de las mujeres, el respeto a los colectivos minoritarios tradicionalmente marginados o la ciencia que nos augura catástrofes (climáticas, sin ir más lejos). Una propuesta tan llena de falsedades que necesita impugnar el mismo concepto de verdad para hacerse digerible. A cambio resulta psicológicamente irresistible dado que se apoya en todos los sesgos cognitivos, el de autoridad, anclaje, tribalismo… Y los sesgos cognitivos afectan aunque los conozcas, no son producto de la ignorancia, es la forma atávica de enfrentar la realidad cuya superación requiere de mucho esfuerzo cognitivo racional. Un relato inventado que apele a nuestros sesgos entra inmediatamente, y vencerlo con datos y razonamientos requiere al menos 10 veces más esfuerzo (a esto se le ha llamado “ley de Brandolini”). Por eso “dato no mata relato”.

Un pueblo maduro para la democracia posfranquista se desespera ante una democracia que, más que madura, está podrida. El camino no debería ser dejarse vencer por la pseudopolítica reaccionaria que se apoya en lo peor del ser humano. En mi opinión, solo una democracia saneada, más profunda, que se tome en serio los derechos humanos, es un buen camino.

domingo, 5 de enero de 2025

Manguera de metiras que te quita la realidad

 Un poco por casualidad he encontrado un vídeo de hace 6 años que ayuda a entender muy bien el ascenso de la extrema derecha (en USA, y el mundo en general, aquí también). El siguiente texto se basa en el vídeo, pero no solo en lo allí relatado.



En un mundo ya de por sí muy complejo hay campañas mediáticas que aumentan la complejidad llenando el espacio público de mentiras y confusión (“friehoosing”, ver vídeo). Esto dificulta mucho el ejercicio del pensamiento crítico. Muchas personas desisten de entender los detalles, de buscar fuentes confiables para encontrar hechos ciertos sobre los que componer su visión, su verdad. En esa orfandad de criterio hay gurús que te ofrecen la salvación: “recordad, lo que veis y lo que leéis no es lo que está pasando, manteneos con nosotros, no creáis las noticias falsas” (D. Trump, sic, en el vídeo min 8:02). Ese “nosotros” con quien hay que mantenerse ya te irá proporcionando el argumentario para pasar el día, has elegido bando y a partir de ahora el mundo ha perdido su complejidad, ya te lo dan masticado.

El paquete cognitivo libre de ataduras con la realidad puede ser cómodo y conveniente para el usuario: la realidad diseñada siempre es mejor que la impuesta (la de “verdad”). Un criterio de ese diseño es proponer cuestiones “a favor de sesgo cognitivo”. Si ya traemos de casa el tribalismo (el nosotros y ellos) es fácil crear narrativos con unos “ellos” causantes de nuestros problemas. Si existe el efecto anclaje (todo tempo pasado fue mejor) generemos un pasado idealizado al que volver. Si nos fijamos, cada elemento central del ideario de la extrema derecha (racismo, autoritarismo, tradicionalismo, elitismo, supuesta meritocracia, etc.) se apoya en un sesgo cognitivo, eso hace que resulte “biológicamente” sencillo de asumir.

En ese ambiente de posverdad solo hay un camino, del pensamiento crítico al paquete ideológico sectario, es prácticamente imposible volver. Y uno de los paquetes sectarios va a favor de sesgos, por lo que estadísticamente irá ganado adeptos pase lo que pase. (Así se entiende que el único partido cuya expectativa de voto sube tras la dana de Valencia es Vox).

Debería cerrar con un párrafo esperanzador, pero no se me ocurre nada a la vez realista e interesante. Lo obvio es que no hay que desistir de la existencia de la realidad, los hechos y las evidencias. Hay métodos para obtener conocimiento valioso, la ciencia que nos ha permitido vivir en un mundo con la calidad de vida que disfrutamos (y que se permite las frivolidad de la posverdad) es el fundamental. Intentemos mantener nuestro pensamiento crítico…

martes, 3 de diciembre de 2024

Privatización educativa, contra la igualdad de oportunidades

 Últimamente ando metido en política más formalmente que antes. En realidad toda la actividad pública de una persona es política en ciento sentido, pero cumplidos los 60 me he incorporado de una forma más expresa. Como parte de ese activismo escribí un artículo junto con Pedro González de Molina (el escribió casi todo, la verdad) que nos publicaron en Público. Está abierto y se puede acceder en ESTE enlace.


Dejo directamente a continuación los tres párrafos sobre universidad:

A esto tenemos que añadir que en el último cuarto de siglo no se ha creado ninguna universidad pública mientras que la cantidad de privadas, de dudosa calidad, no para de crecer. En los 25 años posteriores a la muerte de Franco, se hizo un esfuerzo por la democratización del conocimiento que se materializó en la creación de campus universitarios en muchas ciudades, alcanzando a todas las Comunidades Autónomas. Parece que ese impulso se agotó, lo que era posible y deseable en los años 80 o 90 se ha vuelto una quimera en los 2020´s. Si las universidades privadas proliferan es, entre otras cosas, porque las públicas dejan un hueco importante de necesidades por cubrir. Ese hueco no se mide necesariamente en número de universidades, pero sí en el de titulaciones, cantidad y precarización del personal académico, envejecimiento de las infraestructuras y otros muchos indicadores.

Cuando se analizan los servicios públicos, como en este caso el universitario, puede parecer que estás viendo una serie en alguna plataforma televisiva. La temporada 1975-2000, con sus diferentes episodios (i.e. los distintos gobiernos) tenía un arco narrativo claro, la extensión y democratización del servicio, la involucración del sector público y un compromiso inversor apreciable. En unos episodios se avanzaba más en la línea del arco de la temporada y en otros menos, pero la dirección es reconocible. Con el cambio de siglo cambiamos de temporada, y el arco de la nueva es muy distinto basado en la sensación de que ya hay un servicio universitario suficiente y que lo que pueda faltar ya no es responsabilidad común. Así, episodio a episodio, gobierno tras gobierno, la financiación de las universidades públicas se va estrangulando. En unos episodios más deprisa y en otros más despacio, pero con una dirección tristemente clara.

Los últimos ejemplos los tenemos en la combinación de estrangulación financiera por parte de la Comunidad de Madrid, y sus dos discípulas en cuanto a políticas regresivas, la Junta de Andalucía y Extremadura, a la par que se impulsan más universidades privadas. Este movimiento está ocurriendo en más países, como en el Reino Unido.

sábado, 2 de noviembre de 2024

5 ideas sobre el desconocimiento en la gestión de crisis

Están ya desatados algunos políticos con el aprovechamiento de la debilidad emocional de la ciudadanía para colocar sus mensajes: qué si la AEMET predice mal, qué si Mazón esperó demasiado, que si el gobierno central debería haber quitado el mando al autonómico, que si Mercadona obligó a trabajadores a meterse en situaciones de peligro evidente, etc, etc. Esos mensajes pueden ser más o menos verdaderos, algunos mucho más que otros, pero comparten ser todos mensajes de parte. De hecho los encontramos más en la bronca mediática y de redes sociales que en una auténtica conversación que busque el análisis honesto de puntos de mejora para próximas emergencias.

De la diversidad de ángulos que tiene esta cuestión me interesa resaltar algunos problemas epistemológicos: Quien sabe qué, con qué nivel de certeza, cómo tomar decisiones con información incompleta y, lo quizá más interesante, cómo de todas estas preguntas equivocamos las respuestas cuando las revisamos desde el conocimiento de lo que realmente pasó, es decir, desde una información mucho más completa pero extemporánea. Aunque no se llame oficialmente así podríamos bautizarlo como el sesgo cognitivo del capitán a posteriori. Intento desarrollar estas ideas en 5 puntos

1.- La información científica llega hasta donde llega: se puede saber que la probabilidad de lluvias potencialmente destructoras es altísima, pero no se sabe si ocurrirán con total certeza y menos en qué lugares y a qué horas qué intensidades. Sencillamente no se puede, igual que no se puede decir cuando va a entrar en erupción un volcán, cuando va a haber un terremoto o surgir una zoonosis. ¿Nos parece irrelevante lo que sí se sabe? Porque se puede predecir que ocurrirán algunos de estos eventos y en algunos hasta acotar el lugar con margen de pocas semanas.

2.- La prevención de riesgos potenciales tiene costes. La principal medida de protección de la población es decretar la suspensión de actividades y recomendar a las personas que dediquen todo su esfuerzo a ponerse en situación segura (ir a casa y no salir, a sitios altos, etc.). Eso no es gratis, la actividades productivas, comerciales, educativas o de ocio, en resumen, lo que solemos llamar "la economía" se para ante esa orden. Y eso tiene un coste; pequeño para cada agente individual, pero considerable para la colectividad.

3.- Errores de tipo 1 y de tipo 2. Las decisiones perfectas no existen. A la hora de juzgar sospechosos habrá casos en que se dejen culpables en libertad y otros en que se encarcele a inocentes. Según como se diseñen los procedimientos judiciales serán más probables unos u otros. En el caso de las emergencias ante catástrofes naturales estamos en la misma situación, podemos decretar una alarma, con el perjuicio económico que conlleva, y que luego resulte que no fue necesaria (error tipo 1) o podemos no avisar a tiempo en casos en que sí era necesario (error tipo 2). (A estos dos tipos de errores  se les llama en estadística de tipo 1 y de tipo 2, o falso positivo y falso negativo). La forma de tomas las decisiones, los protocolos (en caso de existir) harán más probables un tipo de errores u otros. Sospecho que hay un sesgo ideológico aquí, que una opción política es más proclive a un tipo de errores y la otra al contrario, pero no tengo datos fidedignos para afirmarlo.

4.- La calidad de la información científica y la probabilidad de decidir acertadamente. Sin duda, cuanto mejor sea la información científica en cuanto a su fiabilidad predictiva más fácil es tomas la decisión correcta, pero sabemos que esa calidad tiene limitaciones importantes. En esa interfaz entre científicos y políticos es clave que ambas partes estén en su sitio: los científicos dando la información más fiable disponible, advirtiendo de su grado de fiabilidad con la mayor transparencia (y no metiéndose en sugerencias respecto de la decisión), los políticos aceptando la información y ponderando el grado de fiabilidad (y absteniéndose de criticar la ausencia de mejor precisión).

5.- El sesgo cognitivo del capitán a posteriori. "A huevo visto, macho seguro" sería la idea en versión de refranero castizo (ganadero). La idea es que el juicio sobre lo acertado de una decisión se hace sabiendo lo que ha ocurrido, pero es crucial darse cuenta de que en el momento de decidir no se sabe si la situación final va a ser una u otra. Una vez que ha pasado el tiempo es obvio lo que había que haber hecho, ahora sí sabes si la catástrofe ocurrió y con qué severidad. El conocimiento preciso y la decisión ocurren en tiempos necesariamente diferentes. Psicológicamente es muy difícil ponerse en el papel de alguien que no sabe algo que tu sí sabes, quizá imposible. Como pasa con los sesgos cognitivos, saber que existen no hace que los dejemos de sufrir, para lidiar con ellos hace falta una tarea racional compleja. No tengo pruebas de que se haya estudiado este tema realmente como un sesgo, pero como si lo fuera (ya escribí sobre esto y su posible relación con la dificultad para gestionar lo desconocido).

A modo de conclusión se pueden sacar un par de ideas de este análisis (pretendidamente objetivo o, cuando menos, abstracto y desapasionado) de la situación. Para mi la principal es que hay que ser más empático con los distintos agentes que participan en estas crisis, hay que asumir su legítima ignorancia. No pueden saber todo lo que nos gustaría que supieran, ni la ciencia proporciona mejores certezas ni la política protocolos más afinados. La segunda tiene que ver con preferencias, en este mundo de abundancia, prefiero los falsos negativos, mejor avisos que no eran necesarios que falta de prevención cuando sí conviene. Mejor perder "economía" que vidas. Pero seguro que eso ya lo sabía el capitán a posteriori, ahora al menos ;-)


viernes, 27 de septiembre de 2024

El ticket del aparcamiento

Desde contabilidad insisten en que les llevemos el tiket original del parking si queremos que nos reembolsen ese cargo. Y lo entiendo, claro, habrá habido defraudadores que con la excusa del aparcamiento (cuando en realidad fueron en bus) le han sisado al erario público algunos euros. Pretender que sean los funcionarios de la unidad de cultura (quienes encargaban la actividad que requería el desplazamiento) los que den el visto bueno a los gastos es también absurdo. Esa no es su función y, además, podría haber connivencias con los viajantes y organizar fraudes a medias. Es más, esa insistencia de contabilidad no parte de una reflexión de nadie concreto, sino del cumplimiento de una norma que se escribió hace algún tiempo, vaya usted a saber con qué discusiones, negociaciones y consensos. Y no vamos a interpretar normas de forma imaginativa y generosa, sería peligroso, se cae en inseguridades jurídicas. Haciéndolo así aseguramos que cuando venga la Cámara de Comptos encuentre todos los expedientes impolutos, todos los pagos con su ticket de 4€ justificativo y las sumas cuadradas al céntimo. Nos congratulamos de tener unos mecanismos de gestión eficaces y un control del gasto público envidiable.

La burocracia es uno de esos fenómenos sin responsable, entre todos la mataron y ella sola se murió, como el asesinato en el Orient Express de Agatha Christie. La flexibilidad del comportamiento de los mamíferos, adaptando la conducta a la situación, ha requerido millones de años de evolución. No le podemos pedir a los procesos administrativos que llevan sobre el planeta cuatro o seis mil años como mucho que sean flexibles y adaptativos.

(Por cierto, sí tengo el ticket esta vez)


------------

Dice la RAE que no ponga "ticket" sino "tique" o un sinónimo castellano, pero no me sale.

La figura la he copiado de aquí, una entrada donde se quejan de la burocracia con más criterio y seriedad que yo.
 

viernes, 23 de agosto de 2024

¿Qué le quita el sitio a un coche?

El coche, ese elemento omnipresente que es una extensión de nuestra personalidad. Ese trocito de mundo móvil que es de nuestra propiedad, que podemos aparcar donde queramos, que nos lleva a cualquier sitio. Poco a poco le hemos ido concediendo todo el espacio público, pagando con dinero público las modificaciones para ponérselo cómodo. 

En ese entorno cochecentrista, ¿qué razón puede haber para quitar un hueco de aparcamiento? Pocas. Pero bueno, se puede reservar para usuarios especiales, personas con discapacidad, por ejemplo, que necesitan especialmente aparcamientos cómodos cerca del destino final y con espacio para las maniobras de subir y bajar. Vale, aunque quizá haya demasiados para las pocas personas con discapacidad que van en coche, admitimos la excepción.
 

La última tendencia, por encima (literalmente) de las reservas por discapacidad, es la adoración del coche eléctrico. Reservamos sitios, los mejores y muchos (muchísimos más de los que se usan), a ese objeto que promete aunar Los valores del coche de toda la vida con la moderna “sostenibilidad”. Siendo tal maravilla como no gastar más dinero público en reservarle los mejores espacios, con su cable, además.

Desde un punto de vista medioambiental ningún coche privado es sostenible, y mucho menos en entornos urbanos. Pero las alternativas realmente positivas pasan por planes de movilidad serios utilizando mezclas de los sistemas que menos impacto negativo tienen (y más positivo): transporte colectivo, bicicleta, dispositivos eléctricos ligeros, ¡andar!,…
Desde los puntos de vista económico y sociológico no parece sostenible lo que requiere el medio ambiente. La poderosísima industrial del automóvil no puede desaparecer así como así. Y los ciudadanos tampoco estamos dispuestos a perder ese símbolo de libertad, de realización personal y de poder que es el coche propio.

Conceptualmente lo veo clarísimo, lo que no evita que sea un cocheadicto. Ya me costó en su día dejar de fumar, sabiendo lo malísimo que era para mi entorno y para mí. A ver si me voy quitando del coche, aunque no deberíamos confundir los esfuerzos individuales con la acción política, ni requerir coherencias imposibles para reclamar lo correcto.

(La foto es real, de hoy mismo en el aparcamiento de la UPNA. Que seguro que tiene suficientes plazas para la discapacidad y cumple las normativas, pero vamos... )
 

domingo, 4 de agosto de 2024

Representatividad

 He encontrado este texto que andaba por el Evernote con fecha 6 de agosto de 2014. No sé porqué no lo publiqué entonces, vaya ahora (btw, no sé a que asamblearismo "actual" hace referencia)

 

Se cambia la representación de estudiantes en el claustro. Ahora en vez de elegirse por facultades se elegirán globalmente para toda la universidad. Puestas así las cosas habrá que convocar una asamblea. El Decano nos cede el salón de actos y se ponen carteles en las puertas de los diferentes módulos. Aquella facultad tenía 4000 estudiantes, de los que se presentaron a la asamblea algo menos de 50. ¿Eramos representativos? Por un lado eramos obviamente pocos, pero por otro todo el mundo estaba convocado, así que los que no aparecieron renunciaban expresamente a decidir, es como si delegaran en nosotros ¿no? Votamos y salió que si eramos representativos. Pero alguno de los que perdió la votación comentó que no estábamos legitimados para decidir sobre si eramos representativos. Dado que la democracia es el valor supremo, pasamos a votar si la representatividad el colectivo podía ser objeto de votación. Completada una iteración podíamos ya pasar infinito tiempo decidiendo democráticamente sobre las decisiones democráticas.

El suceso anterior tuvo lugar en realidad, ocurrió (más o menos así) en la Facultad de Ciencias de la UAM allá por los primeros 80. En aquellos años hubo muchas asambleas. Incluso tuvimos un proceso constituyente, en el que intentamos redactar la nueva constitución universitaria (los Estatutos) al amparo de la reciente ley de Autonomía Universitaria. Ocurrieron cosas muy curiosas, como un viernes en el que el Claustro Constituyente quedó con mayoría de estudiantes, y se aprobaron un montón de enmiendas inaceptables por la mayoría real (ausente en ese momento). Claro, luego hubo una votación a la totalidad y se rechazó el proyecto de estatutos en su conjunto, haciendo inútil aquella tarde de representatividad ficticia.

La universidad era como un mundo de juguete, porque al acabar la jornada te subías al tren y volvías a un mundo real. Quizá esa sensación de juego de rol ayudaba a mirar esas asambleas con cierta distancia y poder aislar la complejidad de la toma de decisiones de las propias decisiones que se tomaban (y con las que algunos llegaban a enardecerse brutalmente). Ahora nos vemos en aquel mundo de verdad imbuidos de un espíritu asambleario en el que parece inevitable reconstituir pilares básicos del estado en que vivimos, desde los territorios que lo componen a la forma de estado, pasando por la ley electoral. Lo malo de esos procesos asamblearios es que no tienen una solución técnicamente satisfactoria. Hay multitud cuestiones indeterminadas, quién ha de votar qué, entre qué opciones se plantea una votación. Y es que estas cuestiones tienen un sustrato matemático importante (paradoja de Condorcet, teorema de Arrow) cuyas conclusiones son bastante descorazonadoras. En resumen, si planteamos una serie de requisitos, aparentemente obvios para un sistema de elección, se puede demostrar que no hay posibilidad de que se cumplan todos a la vez.
 

sábado, 29 de junio de 2024

Sobre la creción de la ONAC

 El gobierno ha anunciado recientemente la creación de la ONAC (Oficina Nacional de Asesoramiento Científico). La idea me parece muy buena, pero no exenta de riesgos, es difícil hacerlo bien. En lo que sigue se desarrolla un poco la idea

La ONAC

El organismo cuenta con una página web que incluye este vídeo de presentación:

Lo presentó el presidente del Gobierno en un acto con mucha repercusión mediática


Crítica 1

No todo son alabanzas, como si se desprende de las noticias de prensa del día de la presentación. También hay visiones críticas. Una que manifestaba la cuenta de X @UniversidadxClima implica que se puede usar la palabra ciencia, en mayúsculas, para justificar políticas decididas a priori, en concreto dictadas por grandes corporaciones y lobbies en general. (tuit de la figura)


No sería la primera vez que se utilizan estudios científicos para fines torcidos (a priori) como demostrar que no es tan malo el tabaco, que para el corazón son mucho peores las grasas que el azúcar, que la cerveza es buena después de hacer ejercicio y tantas otras. (no me entretengo en buscar las referencias ahora). La crítica de la organización climática va en línea con esos casos anteriores, temiendo que se busque dar más barniz de "científicas" de lo que realmente tienen algunas políticas sobre la transición verde, etc. Es verdad que la oficina no ha empezado a funcionar, pero es un riesgo claro bien detectado.

Crítica 2



También se publicó este chiste al día siguiente (creo) del anuncio de la oficina. Ahí lo que se critica es que desde la política no se tome en serio la ciencia, que todo es una impostura, se "finge escuchar a los científicos".

Crítica 3 (supuesta)

Esta tercera crítica no la he leído directamente, mi burbuja de internet está muy lejos de ella y solo me llega muy de rebote pero, dado el auge del pensamiento negacionista científico en general, es de esperar que desde sus postulados se considere un absurdo esta oficina. Dado que la "ciencia oficial" es un gran engaño, pretender incorporarla a la política es intentar disfrazar de objetivas cuestiones puramente "ideológicas" 


Discusión

Cada una de las 3 críticas parte de una visión diferente de la ciencia (como sistema, de las personas dedicadas a la ciencia), muy resumidas serían:

  • Critica 2: Las personas dedicadas a la ciencia tienen la verdad, pero no se les escucha
  • Crítica 3: Los científicos mienten, son portavoces de saberes poco confiables
  • Crítica 1: Las personas dedicadas a la ciencia generan conocimiento valioso en las condiciones adecuadas (sin conflictos de intereses, etc.)

La primera es la más razonable de las 3. La ciencia ni tiene todas las verdades ni es una gran farsa llena de falsedades. Parece que, aunque se enunciara de forma combativa en los tuits de la "crítica 1", realmente sostienen una postura epistemológicamente correcta, el conocimiento científico surge, con esfuerzo, de consensos de una comunidad y ponerle dificultades a sus miembros (conflictos de intereses, incentivos perversos), cuando menos, ensombrece ese consenso.

Incluso no habiendo mala fe, el hecho de reunir a un grupo de personas especialistas en diferentes aspectos para que busquen consensos entorno a cuestiones que no han surgido de ellos, sino de quienes les llaman para la tarea (la ONAC) es ya atípico. Cada una tendrá experiencia en defender sus posturas en congresos disciplinares o en proyectos sectoriales, pero probablemente no en entornos transdisciplinares. Los sesgos que se pueden padecer en ese entorno fuera del contexto habitual son distintos y eventualmente mayores que los habituales.

Hay otras dificultades previsibles para el funcionamiento de estos sistemas de asesoramiento, principalmente la selección de sus miembros (cuantos y cuales), qué méritos hay que tener, cómo tener en cuanta voces jóvenes (que no han tenido tiempo de cargar su currículum), como dirigir y moderar las reuniones, etc.

Conclusión

Aunque haya riesgos, me parece que la ciencia (i.e. el mejor conocimiento disponible en un momento dado) debe estar mucho más presente en las decisiones de gestión, y una oficina como la recientemente creada parece un paso en la buena dirección. El hecho de que se planteen diversas líneas de acción (incluyendo la reflexión sobre el propio proceso) son buenas noticias. Pero antes de nacer ya tiene críticas y vienen de "los dos lados".

Lejos de esa visión naif (que también se vio en X los primeros días) de poner al frente alguien de "ciencias duras" porque es el paradigma de "lo que es la ciencia", en mi opinión hace falta mucha epistemología en el proceso. Les deseo mucha suerte a los responsables.


Coda

Unos comentaros sobre el proceso de aprobación y la historia de este tema (basado en comunicaciones personales de colegas)

La idea del asesoramiento científico en la política (al estilo de la STOA del parlamento europeo) se lleva impulsando desde IU y desde CCOO desde hace al menos 20 años, tanto para el parlamento estatal como para el de la Comunidad de Madrid. La decisión de montar una entidad de asesoría científica en el gobierno y en el parlamento estaba incluida en las movilizaciones contra los recortes de 2013. Entonces se recogieron 400.000 firmas que se llevaron al Parlamento. La iniciativa se logró primero en el Parlamento, primero de forma provisional con unos métodos de selección bastante discutibles. Ese sistema se ha oficializado hace unos meses con la creación de la “Oficina C

La nueva ONAC adscrita a la Presidencia de Gobierno enfrenta una labor compleja porque la coordinación entre ministerios no ha funcionado a través de los órganos previos como la Comisión Interministerial. Es una pena que se haya presentado de forma efectista, tras un desarrollo prácticamente secreto, por parte del partido mayoritario del gobierno


 En X

martes, 11 de junio de 2024

La política y lo epistémico

 "Los partidos políticos como agentes epistémicos colectivos".

Esta frase salió en una reunión ("Chatham house rule")  a la que asistí hace unos días. Ahora le doy vueltas a esta idea ilusoria (no creo que lo hayan sido en los últimos tiempos) pero ilusionante (puede ser una vía de futuro).

Si hay algo de valor epistémico, un esfuerzo de agregación de conocimiento experto sin eludir los valores asumidos ideológicamente, fue el "proyecto de país" de Sumar. Y ese proyecto ha sido atropellado por el día a día de la política más miserable, la que ha ido desgastando el proyecto hasta expulsar (ayer) a su visionaria impulsora (Yolanda Díaz).

Por otro lado, el ascenso de la extrema derecha es espectacular. Desde el momento en que el relato cultural permite aceptar sin vergüenza máximas contrarias a los derechos humanos, por un lado hemos perdido un suelo común que nos sirvió desde que se establecieron a la sombra de la segunda guerra mundial, y por otro se legitima un "ideario" maravillosamente palatable, lleno de lugares comunes, contradictorios entre sí, pero que resuenan extraordinariamente con aspectos muy primarios de la psicología humana. Casi todos se basan en el tribalismo: nosotros y ellos; los de aquí y los de allí, los de género definido y los otros, los de nuestra religión y las otras, los hombres y las mujeres, los trabajadores y los subvencionados.

Es difícil enfatizar suficientemente a qué velocidad se complejiza el mundo. Pensemos en lo que ha pasado en 4 generaciones:

  •  Mis abuelos (que nacieron en los 10 del siglo XX) vivieron una infancia muy parecida a la que se vivía en tiempos de Julio Cesar, y a lo largo de su vida los caballos y mulas se sustituyeron por bicis y coches, aparecieron los aviones, la radio, las grabaciones musicales, los inodoros,... 
  • La siguiente generación, mis padres, vieron vaciarse los pueblos e inflarse las ciudades, crecer las fábricas, pudieron comparase un coche, tener vacaciones, hijos universitarios y hasta una segunda vivienda en muchos casos. 
  • La tercera generación, la mía, empieza a vivir la una situación en la que ventajas e inconvenientes (del "progreso") se equilibran, vamos a la universidad, pero a una universidad masificada y cada vez menos abierta. Accedemos a trabajos y viviendas que son el orgullo de los abuelos pero que nos llevan a vidas aceleradas donde los hijos caben mal y, definitivamente, nada que no sea la familia nuclear tiene sentido. Tenemos coche, pero nos esclaviza. Tenemos trabajo, pero nos extenúa. Al menos podemos ir a cenar y viajar en vacaciones a la otra punta del mundo, podemos pasar 10 días con todo incluido que, aparentemente, justifican esa vida tensa. 
  • La cuarta generación, la de mis hijes, tiene claro que los beneficios del progreso no les compensan los perjuicios. Tienen ropa superbarata en megatiendas multinacionales, pero saben que su confección está llena de trabajo infantil y daño medioambiental. No necesitan estudiar sobre el calentamiento global porque en sus minipisos compartidos urbanos los veranos son evidentemente más insoportables .

En ese mundo complejo los análisis racionales son costosos, no están al alcance de los ciudadanos (que, recordemos, siguen viviendo unas vidas tensas, por decirlo suavemente). No es que no sepan (sepamos) distinguir el Consejo de la Comisión europeos, es que no diferenciamos gobierno de estado, o los tradicionales 3 poderes. La disonancia cognitiva que produce un mundo incomprensible y la evidencia de que "yo no soy tonto" es un caldo de cultivo excelente para las peores respuestas...

  • (1) Asume tu inteligencia sin miedo, la complejidad la han inventado unas personas que lo que quieren es dominarte, pero en realidad todo es muy sencillo. Mira el horizonte y determina tú mimo si la tierra es plana o no. Ante tus propias evidencias sensibles ¿por qué dejarse llevar por complejas "teorías"?
  • (2) ¿Quien está sirviendo en los bares o cuidando a los ancianos? Y mientras tus sobrinos en paro. ¿No es obvio que esas personas les quitan el trabajo a tus seres queridos? Los que dicen que tus parientes rechazan esos trabajos y que la inmigración es inexcusable son esos que quieren complicarte la vida. Juzga por ti mismo y verás como la respuesta es obvia.
  • (3) ¿Que no tienes gente para recoger las uvas o las fresas? Claro, están todos con la "paguita" y no quieren venir a ganarse la vida honradamente como siempre se hizo.


Si lo anterior es un buen marco explicativo (1), el ascenso de la ultraderecha tiene un componente sociológico, la complejidad social, y uno psicológico, la disonancia cognitiva que produce la dificultad de bregar con esa complejidad. O visto aún desde más arriba, se trata de un problema epistemológico: cómo gestionar mucha información, con diferentes grados de verosimilitud, e integrarla en procesos de toma de decisión de forma, si no óptima, cuando menos satisfactoria.

Y con esto se cierra el círculo volviendo a la frase que citaba al comienzo "los partido como agentes epistémicos colectivos". A ver quien le hinca el diente a ese problema en vez de a los compañeros de espacio ideológico.

-------

(1) marco explicativo, que no la verdad y toda la verdad, cosa a la que aspiran los filósofos y les lleva en demasiadas ocasiones a la parálisis por el análisis, imho.

Figura:  De trabajo propio basado en "Classical-Definition-of-Kno.svg" de la Wikimedia Commons en inglés, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=2012584

martes, 2 de abril de 2024

El tercer sector y la política

Hoy Israel ha matado a unos cooperantes que estaban dando de comer a la población asediada de Gaza. Estos cooperantes son 7 más en una larga lista (de 196). Por ser una ONG especialmente mediática el hecho ha tenido especial repercusión, se trata de la ONG del cocinero José Andrés. Independientemente de lo mediático del hecho es repugnante que mueran cooperantes en esa guerra. También es inadmisible que mueran médicos, niños, civiles en general. Es inaudito que se use el hambre como arma de guerra.

Pero todo eso son obviedades que cualquier persona desde la comodidad de su anonimato (o falta de relevancia política) y la comodidad de su salón, como yo ahora, decimos sin problema. Lo importante es que se diga desde las instituciones, desde la política, desde la relevancia social y mediática. Por eso resulta extraña la actitud pasada del famoso chef que se desvinculaba de la política e incluso la criticaba (ver figura, izquierda). Su ONG iba a mitigar estos problemas como si fueran causados por un desastre natural, sin entrar en más consideración. Es terrible, inhumana, la situación que le ha llevado a cambiar de opinión (al menos eso se desprende de sus declaraciones, ver figura, derecha). 


No deja de ser un ejemplo paradigmático, con todo su dramatismo, de la encrucijada en que se ven las ONGs a menudo. Aun siendo obvio que los daños que mitigan son causados por políticas concretas, se ven "obligados" a mirar para otro lado para mantener la neutralidad que les da sentido. Una neutralidad más o menos fingida, con la que se acostumbran a vivir sus integrantes.

Vale que la revolución también ha demostrado su inutilidad en suficientes ocasiones, pero no me creo que haya que hacer como que la política no existe. De hecho, siento que la política es la verdadera revolución.

 

---------

Las imágenes las he tomado de tuiter

sábado, 9 de marzo de 2024

Impulso de rebeldía científica

Dan ganas de dejar la ciencia y pasarse directamente a la revolución, o cuando menos al activismo. Hace unos días, en una tesis sobre energía solar y hablando distendidamente con el tribunal, la recién doctora y otros colegas, todos coincidimos en los despropósitos del lado de la demanda. Cuando la demanda es irracional, lobista y avariciosa, cuesta dedicar esfuerzos racionales y fríos a entender intrincados detalles de la naturaleza que permitan exprimir procesos y sacar unos vatios más.

¿Por qué no hay catenarias en la carreteras (autopistas al menos), una red de trenes más porosa, transporte público urbano más fluido, pequeño vehículo eléctrico (patinetes y similares) para la última milla? Se puede descarbonizar el transporte con tecnologías existentes, solo hay que querer y entonces introducir cambios sociales que no son más costosos que los alternativos: baterías, electrolineras, grandes infraestructuras (AVE, nucleares,...).

Largas conversaciones sobre unos y otros temas, disponibilidad de recursos, tecnologías, equilibrios territoriales en investigación, industria o minería; interlocutores ilustrados, que apoyan la argumentación con datos concretos y referencias a trabajos científicos (publicados en grandes revistas). Conversaciones de sobremesa que no buscan una conclusión y, a pesar de ello, de forma quizá inevitable, conducen a una amarga sensación de pérdida de tiempo, de dirección equivocada de los esfuerzos si de verdad queremos un mundo mejor como decimos en la introducción de todos nuestros trabajos científicos.

Por otro lado, desde un punto de vista más racional, tengo claro que la actitud científica (por no llamarle "método") consiste en buscar verdades lo más independientes posible de subjetividades. Y para ello los apasionamientos y los conflictos de intereses son de lo peor. Por eso he defendido en el pasado, en diversos foros, la necesidad de separar la actividad científica de la militancia política para que la primera se preserve genuinamente valiosa.

En el aula hago el teatrillo de hablar desde la tarima cuando digo cosas "científicas" (respaldadas por conocimiento certificado, etc.) y me bajo de la tarima para hacer consideraciones más personales, más de opinión. Pero esa frontera es muy difusa y el aula es un entorno demasiado artificioso. En la calle vivo el dilema de una forma mucho más problemática... aunque cada vez milito más fuerte, serán cosas de la edad.

jueves, 7 de marzo de 2024

Sin techo

 

Desde hace un par de semanas tenemos una persona viviendo en su coche en uno de los aparcamientos de la universidad. Lo descubrí casualmente al aparcar a su lado. Y es que los primeros días era muy esquivo, no estaba casi nunca cerca del coche, que tampoco tenía un aspecto desastrado. Esta mañana le he visto terminando de limpiar el coche, brillante, repasándolo con un paño mientras fumaba un cigarrillo.
 
A partir de dos detalles, que además son impresiones subjetivas, toda historia que se cree no deja de ser pura ficción, pero el caso es que me la imagino. Imagino la inquietud de la persona en su primer día en la nueva ubicación, probablemente el primero de calle (o de coche si queremos). Un coche mucho mejor, nuevo y cuidado de lo que corresponde al estereotipo "sin techo", claro. El aparcamiento de un sitio grande por el que pasa mucha gente y en el que es fácil pasar desapercibido ¡y hacer uso de cuartos de baño! Pero es un sitio vigilado, donde quizá sea localizado y animado (con más o menos energía) a abandonar el emplazamiento.
 
Cuesta pocas repeticiones crear rutinas, y las rutinas dan seguridad. La ausencia de incidentes, o contactos no desagradables con las "autoridades" (mee extrañaría que desde atención social o desde seguridad o desde ambos, no le hayan contactado ya) dan seguridad también. Perdido el miedo inicial ya se puede vivir con un poco más de naturalidad y gastar parte del (seguramente demasiado) tiempo libre en dejar brillante ese coche que es el hogar.
 
Todos estamos a dos sueldos de vivir en la calle. Quizá 8 o 10, vale, pero no mucho más. Especialmente si no tienes una red familiar que de cobertura a momentos de desempleo, ruptura de pareja, transitorio descoloque psíquico o lo que sea. Me gustaría pensar que esa persona del aparcamiento es un actor de una intervención artístico educativa organizada para los alumnos del centro (no lo es).
 
------------
Imagen tomada de un periódico que da como crédito Dall-E2 

martes, 6 de febrero de 2024

Diferir la recompensa o anticipar el castigo

 La capacidad de diferir la recompensa, de esperar sin comerte el caramelo porque si lo haces te darán más, es un predictor de éxito en la vida. Desde los años 1960 se vienen haciendo experimentos a para ver si los niños se aguantan las ganas de comerse la gominola. Ahora estamos ante la versión inversa, la capacidad de anticipar el castigo. ¿te animas a un empaste hoy o prefieres perder la muela en un año? Es mucho más sórdido, y aunque lógicamente sea la misma cuestión, psicológicamente es muy distinta. La ensoñación de futuros dulces o amargos es radicalmente distinta.

Esa es la situación que enfrentamos todos con el calentamiento global y estos días se inflama en el mundo agrario. Las medidas ambientales contra las que se están levantando agricultores de toda Europa nacen del deseo de mitigar ese calentamiento que ya nos achicharra los veranos. Hay mucha gente que piensa que son insuficientes, muy insuficientes si queremos de verdad evitar una catástrofe climática. Pero esa catástrofe la vemos en el futuro, y las medidas que nos dificultan la vida (o nos empobrecen un poco) se aplican ahora.

Luego está el aprovechamiento por parte de partidos políticos de esa situación para apalancar su guerra cultural. A la sensación de tensión entre el mal inmediato y el horror diferido es fácil darle alivio pintando de malvados y enloquecidos a los que defienden las políticas ecologistas y climáticamente responsables. Unos flowerpower abrazaárboles que no saben lo que cuesta ganarse el pan. Es un relato tan sencillo como malvado y, lo que es peor, suicida. Estamos jodidos, porque casi todos los niños se comen la gominola.



viernes, 19 de enero de 2024

Una mañana fría

 Hace frío esta mañana, me lloraban los ojos de camino al despacho, y lo he disfrutado. Seguramente aún en modo nocturno, con sueño y apenas empezando a amanecer, pensaba en que quizá me quedaban pocas veces de sentir ese frío en la cara. Este invierno está siendo templado, la semana pasada una mañana estábamos a 13 grados en vez de los 2 de hoy. El verano pasado fue el segundo más caluroso de la historia en esta ciudad (y en el mundo, creo).


Imaginaba la reacción de un pariente cercano, militante de ese partido de la barbarie; me diría que soy un sensiblero y que no hay pruebas de que esto vaya a ser así, que el miedo climático es un invento ideológico para imponer determinadas políticas.

Claro, ¿y si cuidamos el planeta (y a nosotros mismo) y no era necesario? ¿De verdad hace falta una sentencia de desastre totalmente confirmada para hacer las cosas bien? Es más bien al contrario, hace falta un velo ideológico para pensar que el crecimiento puede ser infinito, que el planeta lo aguanta todo y que lo bueno es seguir compitiendo con la naturaleza (y con nosotros mismos). Compitiendo por quién construye una torre más alta o tiene el coche más rápido. Disfrutando de ir a por y aparcar en la puerta, de tener reuniones remotas a las que ir en avión, privado si puede ser. Extasiarse con la libertad de tomarse una cerveza en un entorno de aire insalubre.

La opción ideológica de construir de forma que se pueda hacer vida andando, que se interactúe con las personas que viven cerca, que disponga de áreas vegetales, arbolado que, cuando menos, de sombra, esa opción ideológica es peligrosa. La opción de evitar competiciones para que lo habitual sea la colaboración, la de ocuparnos entre todos (todes mejor dicho) de los que peor lo tienen, de mutualizar riesgos, todo eso es peligroso.

Y para evitar esos peligros hay que insistir en que el modo de vida agresivo, competitivo y consumista es el que da la verdadera felicidad y, por supuesto, es seguro. Y si para mantener ese convencimiento hay que negar evidencias científicas, se niegan. Y si para ello hay que deslegitimar la ciencia en general, se deslegitima. ¿O es que me van a hacer creer a mi que la tierra no es plana si lo estoy viendo con mis propios ojos?

Sabiendo que a elles les parecerá tan absurda mi elección como a mi la suya, aquí me quedo, disfrutando de la mariconada de añorar el fresquito mañanero en un planeta esférico.