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viernes, 27 de junio de 2025

Cultura poco estratégica

Estos días está abierta la participación sobre el borrador de plan estratégico de la UPNA para los próximos 4 años (en concreto se puede descargar de AQUI) que coinciden con el plan de financiación plurianual.

Rebuscando en el blog veo que llevo despotricando sobre la idea de los planes estratégicos universitarios desde hace años, que si no tienen sentido para una comunidad (2008), que si son poco eficientes para el esfuerzo que conllevan (2015) o que son excesivamente obvios (2011). Hoy matizaría alguna de esos textos aunque en lo fundamental sigo pensando lo mismo.

De este último sólo voy a comentar una cuestión que me da mucha pena: la ausencia de cultura en la estrategia de mi universidad. Haciendo una búsqueda de la palabra en el documento, aparece dos veces. La primera es muy ilusionante, ya que está en la Misión de la Universidad, es algo que debemos promover. Sin embargo no vuelve a aparecer el texto salvo de refilón hablando de “cultura del cambio” en el objetivo estratégico de organización. 

Sería excesivo decir que no se desarrolla en absoluto la misión de fomentar la cultura, pero se hace de manera tácita, el conocimiento que se genera y transmite como funciones esenciales de la universidad forman parte de la cultura, así que hacer lo que las universidades hacen ya “fomenta la cultura” de alguna manera… pero de una manera muy triste y fraccionaria para mi gusto. Lo mismo pasa con la divulgación, que sólo aparece de una forma pequeña, marginal.

Hace 5 años que dimití de “director de área de cultura y divulgación”, el último cargo de gestión universitaria al que me he dedicado, y escribí unas conclusiones. Ya entonces veía claro que no eran temas estratégicos, aunque un vicerrectorado llevara esas palabras en su título. Esa incongruencia se ha resuelto cambiando el nombre al vicerrectorado que ya no incluye esas palabras. Sigue siendo legítimo que la organización se oriente hacia donde consideren sus autoridades, pero que pena que un lustro después “cultura y divulgación” sigan siendo tan irrelevantes.

Termino como en 2020, a pesar de todo, pretendo seguir trabajando por la divulgación, la cultura científica y por mi universidad.  

martes, 17 de junio de 2025

No se puede obligar a disfrutar

 El Consejo Social de la UPNA tiene una serie de “clubes” en los que se fomentan encuentros sectoriales de la universidad con la sociedad. Uno de ellos es el Club Cultural que tuvo una reunión hace unos días. Tomé unas notas de la conversación, no un acta con pretensión imparcial, unas notas centradas en mis intereses, que voy a intentar ordenar en lo que sigue. Eso sí, sin nombrar a nadie, en plan “Chatham House Rule”.

Tras una introducción en la que se comentó si hay una segmentación de la cultura por edades, estudiantes universitarios escogidos por su vinculación intensa con diferentes prácticas culturales se presentaron e introdujeron sus estrategias para atraer a hermanos y compañeros hacia el consumo cultural. Enseguida surgió el tema de la ausencia de artes en la educación reglada, y menos de aproximaciones realmente efectivas (que no supongan “pasar de Harry Potter a Pérez Galdós”).

A partir de ahí se me ocurren dos comentarios, el primero es que toda la discusión se complica cuando no disponemos de una definición operativa mínimamente consensuada de lo que entendemos por cultura y el segundo, que (en definiciones que me convencen) se participa de eventos culturales para disfrutar de ellos.

Esta cuestión del disfrute, que salió en la conversación, generó cierta polémica ya que a algunas personas les rechinaba un poco. Parece, para algunos, que hay que acceder a la cultura como una especie de deber moral. En mi opinión, para profundizar en esto hace falta la definición operativa de cultura (o aclarar términos, si preferimos decirlo así). Ya escribí sobre esto aquí, me convence la definición antropológica, el conjunto de prácticas de un grupo. En ese marco siempre hablaremos de cultura con apellido (cultura popular, joven, navarra, urbana, etc.) para especificar el conjunto de personas que comparten esas prácticas. Y cuando usamos la palabra sin apellido, nos referimos a la “alta cultura”, la prácticas antropológicas del adulto europeo de clase media alta, de tradición grecolatina (la música clásica, ópera, teatro, literatura, etc.).

Hay muchas personas que utilizan “cultura” a secas para referirse a lo que yo he llamado “alta cultura”. No les gusta la altura, dado que sugiere un clasismo del que pretenden huir, aunque, en mi opinión, está presente de forma inevitable. 

Cuando se dice que la cultura es algo más serio que entretenimiento, algo a lo que no hace justicia el concepto de “disfrute”, se está pensando en la “alta cultura”. Y como es la cultura canónica, la de las personas de bien, parece que hay un deber moral de atraer a ella a cuantas más personas mejor. 

Dice Mauro Entrialgo en su libro “Malismo” (una referencia de cultura no muy alta seguramente) refiriéndose a las “subculturas juveniles” de principios de este siglo” que “La impotencia ante un futuro desesperanzador se mitiga con diversión despendolada, intenso consumo cultural de características muy específicas, la asunción de una estética distintiva, …”. Este párrafo me ha llamado la atención lo del intenso consumo cultural específico. Ahí se está asumiendo una definición de cultura inclusiva, no limitada a la “alta cultura”. De hecho muchas de esas tribus urbanas se identifican especialmente por el tipo de música que escuchan, y lo hacen con intensidad, aunque ninguno de esos tipos es la ópera o la música barroca.

Este ejemplo entronca con otra cosa que se comentó en la reunión del Club como es la casi necesidad de asistir a eventos culturales en grupo, con amigos. Hay quien los relacionó con falta de madurez, pero si lo pensamos desde la definición antropológica, las prácticas culturales cohesionan el grupo, es inevitable disfrutarlas en cuadrilla. Y se disfruta más por la sensación de pertenencia al grupo, con independencia de la calidad del espectáculo.

La reunión se fue diluyendo sin llegar a conclusiones operativas. Las autoridades universitarias intentaron destilar información sobre la conveniencia de incluir asignaturas en la oferta académica y de qué tipo deberían ser. Seguro que optativas y probablemente con metodologías que “escondan” que se trata de asignaturas, mejor llamarles talleres o algo así. Un formato que intente evitar la contradicción entre una actividad obligatoria (como una asignatura que hay que aprobar) y algo de lo que hay que disfrutar (la cultura). Por que no se puede obligar a pasarlo bien.


Fotograma de La Naranja Mecánica que de alguna manera puede sugerir la violencia de obligar a disfrutar. En la película se obligaba violentamente a ver