sábado, 26 de diciembre de 2020

Un año en cultura y divulgación

He estado poco más de un año al cargo del área de "cultura y divulgación" de mi universidad. El área se creó dentro del Vicerrectorado de Proyección Universitaria en el diseño del equipo rectoral actual, y al cabo de un año de intentar desarrollar esa idea he acabado dimitiendo. La parte más personal de la dimisión, la cosa "salvame" de con quien te llevabas bien, con quien te peleabas y esas cosas no tiene ningún interés, es puramente anecdótico. Sin embargo, creo que hay algunas cuestiones generales sobre la divulgación y la cultura científica que, aunque las he vivido en una universidad, pueden tener un carácter mucho más general, por eso me animo a compartir estas reflexiones personales.


El tema de la "divulgación" ha emergido con fuerza en los últimos años. Lo pongo aquí entre comillas como término paraguas que incluye muchas cosas. Al menos las siguientes:
  • Noticias científicas propias. Creación de buenas piezas sobre la investigación que se hace en la propia universidad y difusión de las mismas, tanto en canales propios (blogs de la propia universidad, etc.) como en medios de comunicación.
  • Opinión informada, presencia pública de expertos.
  • Cultura científica. Actividades culturales basadas en contenido científico.

El trabajo coordinado y de calidad en estos tres frentes mejora la imagen de la universidad, tanto entre la propia comunidad universitaria como entre el público en general. Es muy habitual oír "no sabía que en la universidad se hicieran esas cosas", tanto colegas como personas de la calle. A diferencia de otras actividades de marketing, en este caso no hay que crear nada nuevo, basta con visibilizar adecuadamente lo que ya se hace. Aquí "adecuadamente" significa en términos comprensibles por el público, el "vulgo", de ahí el término "divulgación". Desde este punto de vista, la divulgación es la extensión universitaria más genuina. "Extensión universitaria" es el término que se acuñan ideólogos liberales de finales del siglo XIX para la nueva función que se le pide a la universidad de democratizar el conocimiento que atesora, de esforzarse por que se difunda más allá de los estudiantes matriculados y que beneficie a la sociedad en su conjunto.

Todo esto suena fenomenal, pero supone una innovación que choca con muchos usos y costumbres ya bien establecidos. La inercia de la organización, que venía haciendo cosas en estos ámbitos con otras visiones no va a dejar que se desarrolle fácilmente. Ya había personas que se ocupaban de noticias y de márketing, ya había actividades de extensión universitaria, convocatorias anuales y ciclos tradicionales. Antes de querer hacer cosas nuevas, ya gastábamos todo el presupuesto. Los servicios de comunicación, actividades culturales e investigación se ven de una u otra forma afectados por esta cosa de la "divulgación". Sobre el papel para todos es una gran cosa, un área de desarrollo, un "ya era hora que se tuvieran en cuenta estas cosas". Pero en la práctica también es una amenaza que a ver dónde deja lo que veníamos haciendo de tiempo, lo que tanto esfuerzo nos costó poner en marcha y lo me ocupa la jornada.

El día a día de las organizaciones se juega mucho más en las pequeñas luchas de poder de unas unidades contra otras, entre unas personas y otras, que en el desarrollo de planes estratégicos. Es más, cuanto mejor es un plan estratégico, más peligroso resulta para las personas que conforman la organización. Un buen plan estratégico es una narrativa potente que puede alterar el status quo en el que pasan su día a día los miembros de la organización.

En la universidad especialemente, los derechos adquiridos son muy importantes, así como las iniciativas personales (de algunas personas sobre todo), aunque no encajen en nada estratégico. Así nos encontramos con personas que hacen un uso marginal de un recurso común, pero que no se puede tocar porque es como si fuera "propiedad" de esas personas, con proyectos estelares tan marginales a la actividad universitaria que en su inaguración no participan miembros de la universidad, pero que se llevan a término y se apoyan económicamente. Mientras, los proyectos supuestamente estratégicos no pueden contar ni con esos recursos ni con esa financiación.

En este año he aprendido que la divulgación no es suficientemente estratégica en mi universidad como para que pueda romper el status quo de los poderes preexistentes. Las autoridades académicas con mando como para decidir que esto sea así o no han estado muy ocupadas con la gestión de una pandemia y otras cuestiones más relevantes para ellas y ellos. No es tarea mía decidir eso, y aunque me produza un cierto resquemos personal, entiendo que las prioridades pueden ser otras, y que deben marcarlas las personas elegidas para ello. Lo que me queda a mí es decidir no dedicar mi tempo al proyectito en que se ha quedado y dimitir.

Eso sí, intentar no hacer demasiado ruido con esa dimisión y seguir trabajando por la divulgación, la cultura científica y mi universidad desde algún sitio en el que si me sienta identificado con el alcance de la tarea.

2 comentarios:

Luis T dijo...

Pues qué lástima, sinceramente...

Algo hablaremos de estas cosas, seguro.

Joaquín Sevilla dijo...

Es una pena... o no, cada organización tiene sus ritmos y sus cosas. Es una pena para los que creemos que no se prioriza suficiente una actividad en la que creemos. Pero igual hay que ocuparse antes de otras cosas. En fin... Seguro que encontramos momento para hablar, sí ;-)