La Ley Orgánica de Protección de Datos de Cartacter Personal (LOPD) se promulga para proteger a los ciudadanos de los abusos contra la intimidad que se pueden producir de forma muy facilitada por el avance de las TIC. Se intenta evitar que empresas especializadas construyan perfiles de las personas agregando múltiples fuentes de datos y que esas radiografías completas de los ciudadanos sirvan para comerciar, como base para discriminaciones laborales u otras monstruosidades; la más evidente, freirte a publicidad no deseada.
Resulta que una vez promulgado el instrumento, la LOPD, los que de verdad hacen negocio con los datos personales no han encontrado mayor dificultad en seguir haciéndolo. Yo recibo multitud de correos postales ofreciéndome productos no solicitados, llamadas telefónicas en las que me proponen ofertas... Mis datos personales circulan sin que la LOPD (ni sus guardianes) hagan nada por evitarlo.
Sin embargo, al amparo del instrumento surge el oportunismo laboral. Formalmente hablando, la peluquería de la esquina no cumple la ley. A mi no solo no me importa, sino que me parece bien, ya que no usan mis datos para comerciar sino para mejorar su servicio, pero no cumplen las formalidades. Las auditorías sobre cumplimiento de la LOPD es en un producto que ofrecen las consultoras, un gasto para las pequeñas empresas.
En resumen, la LOPD da cobertura a quien malutiliza los datos y supone una carga para quien no lo hace. Me temo que no esta herramienta no cumple su función.
El recorte es del Ciberpaís, del 8 de mayo de 2008, y no lo encuentro en la web del periódico
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