sábado, 22 de septiembre de 2018

Imposturas

Oigo en la radio que el libro derivado de la tesis doctoral del presidente del gobierno es muy malo, difícil de entender y poco interesante; versa sobre algo que el periodista considera irrelevante. Me recuerda mi estreno en el Consejo Editorial de mi universidad. Se me ocurrió decir que “los libros se publican para ser leídos” y recibí una agria reprimenda por parte de un viejo catedrático que llevaba tiempo allí. Él sostiene que los libros se deben publicar si su calidad académica lo merece, independientemente de que a alguien le pueda interesar leerlos.

Hace un par de días tuiteaba Científico en España un gif de Buster Keaton andando como un ratón en una rueda con el texto: “Pedir proyectos para poder hacer experimentos para publicar para poder pedir proyectos para poder hacer experimentos para publicar para poder pedir proyectos para poder hacer...” Al comentar yo que es rueda debería producir conocimiento me contesta Miquel Bosch que de vez en cuando, de esas publicaciones sale conocimiento, pero como efecto secundario, no como objetivo principal. Según él no puede serlo ya que el objetivo es publicar, no generar conocimiento, aunque eventualmente se genera como daño colateral.

¿El conocimiento nuevo es un daño colateral del sistema de ciencia profesional? ¿A ese nivel de impostura hemos llegado? Probablemente sí.

En algunas disciplinas la dificultad de definir bien los objetos de estudio y de la aproximación empírica hacen bueno el dicho “ya que no podemos ser profundos, seamos oscuros”. En otros la presión por publicar (el famoso “publish or perish”) ha alcanzado ya el límite de lo tolerable (no es menor el problema de la salud mental de los doctorandos, ver 1, 2 ,3, 4).

El sistema de ciencia tecnología sociedad que tenemos nace del proyecto Manhattan, ni siquiera lleva un siglo en marcha, pero su funcionamiento ha sido tan exitoso que estamos a punto de matar a la gallina de los huevos de oro. La búsqueda de más y más “rentabilidad a la inversión” está desalineando las métricas (“publish”) de lo que miden (conocimiento relevante).

A mí me gusta pensar que ese desalineamiento es un proceso aún reversible, pero viendo los comentarios de investigadores más jóvenes que yo empiezo a tener serias dudas.

lunes, 17 de septiembre de 2018

#Naukas18. De la divulgación hacia la cultura científica


Un festejo desmesurado, una "bilbainada", el Woodstock de la divulgación... Un grupo de amigos, un montón de gente muy inteligente y muy comprometida. Una genialidad, una tradición (feliz cumpleaños Milhaud).

Este año no tuve charla, pequeñísimo disgusto en comparación con la enorme alegría de recibir uno de los 3 premios Tesla que se entregan cada año, los Emi, los Oscar (hasta los Nobel ha dicho alguno) de la divulgación. Un reconocimiento de la organización de semejantes fastos es algo muy grande. Acompañado además, por otros dos magníficos colegas, @farmagemma y @mimesacojea nada menos. Muuuchas gracias.

La edición de este año, el segundo en el Euskalduna, y llegando casi a llenarse en ocasiones, fue inagurado por el ministro de ciencia, en vídeo, pero un vídeo enviado a propósito. Tuvo una charla sobre ciencia y música donde la música la ponía una orquesta sinfónica, se presentó un maravilloso documental sobre Etxenike, se entrevistó a Francis Mojica (nuestro firme candidato al Nobel, de verdad)... y muchas cosas más. Dos días fascinantes de verdad.

Viendo la evolución de los 8 años que lleva existiendo (yo he asistido a los 6 últimos), me da la impresión de que el festejo ha ido evolucionando desde la divulgación hacia la cultura científica. Al principio era un evento fundamentalmente de divulgación, era un congreso un poco especial (por la duración de las charlas y la ausencia de preguntas), pero casi un congreso. Poco a poco las charlas se han ido convirtiendo en espectáculos; unos cantando y con disfraces, otros con artes plásticas, otros apelando a emociones intensas, otros con historias maravillosas, con el humor, jugando con el público...  Puede ser que la densidad de conocimiento por unidad de tiempo haya incluso bajado, pero eso es lo de menos, para la transmisión del conocimiento en alta densidad ya está el sistema educativo, las charlas formato estándar y muchas otras modalidades. Lo interesante es haber encontrado (pulido y encumbrado) este formato en el que el conocimiento y el pensamiento crítico son el sustrato esencial de un producto cultural de primer orden, de un espectáculo brillante. Buen síntoma el que EITB haya aumentado su apuetsa por este "producto".

Bravo por los organizadores (@uhandrea, @ireductible, @aberron, @maikelnaiblog) y que podamos disfrutar de muchas ediciones más.

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El Tesla en la UPNA, El Diario.es y Europa Press

martes, 4 de septiembre de 2018

No hay que cambiar de huso horario, sino de uso horario

Al aproximarse el cambio de hora no falta quien comenta que lo que habría que cambiar es de huso horario, que si lleváramos el de Portugal viviríamos mejor, y además que éste lo puso Franco para congraciarse con Hitler, prueba definitiva de su malignidad. La verdad es que utilizar un huso horario u otro no tiene esos efectos. Cambiar de huso horario es equivalente al cambio de hora, ¿Dónde preferimos tener una hora más de sol en invierno, por la mañana o por la tarde? Esa es la cuestión (que ya comentábamos en la entrada anterior).

El terminador pasando por Pamplona en distintos momentos del año, a la derecha una foto del terminador desde el espacio.
 
El movimiento de la tierra alrededor del sol hace que vaya cambiando a lo largo del año el conjunto de lugares en los que anochece a la vez (el “terminador” que se dice cuando se observa desde fuera de la tierra). En verano amanece a la vez en Pamplona, Paris y Copenhague (ver línea azul del gráfico) , mientras que en invierno  para cuando amanece en Pamplona lo hizo antes en Paris y antes aún en Copenhague.

 A lo largo del año, por tanto, van cambiando los países con los que tenemos sincronizada la hora. Es cierto que el punto medio lo da el meridiano (y por él se pasa dos veces al año, no como con los extremos), por eso se tiende a que los husos horarios sean “verticales” (siguiendo los meridianos), pero la desincronía solar de buena parte del año es motivo suficiente como para preferir tener la misma hora que los países cercanos con los que se tiene la mayor parte de las relaciones.

En resumen, cambiar de huso horario no cambiaría apenas nada. Habría que recordar cambiar de hora al ir a Francia en vez de al ir a Portugal, pero poco más. Lo importante no es tanto el huso horario como el uso horario. En este país comemos muy tarde y cenamos aún más, dormimos poco, tenemos jornadas laborales extensas, partidas y poco flexibles. La forma de usar el tiempo a la que estamos acostumbrados genera muchísimos inconvenientes. Aunque estemos orgullosos de que la paella del domingo esté lista a las 15:30 (o más) y nos parecen unos pringaos esos guiris que a las 12:30 ya han comido, esas costumbres generan un sinfín de problemas. Claro que es mucho más difícil cambiar los usos culturales del tiempo que la denominación de las horas (sea con los husos o con los horarios de verano e invierno), pero es que lo segundo no cambia realmente nada.



En la Wikipedia hay una animación espectacular de la evolución del terminador a lo largo del año sobre Europa central, esta:

XEphem-sunset-animation.gif
De Boobarkee - Generated with XEphem, Dominio público, Enlace

lunes, 3 de septiembre de 2018

¿cambiamos la hora o no?

Todos los años dos veces nos acordamos del nombre que le damos a cada momento del día, y ahora toca. Si los días tuvieran siempre la misma duración no tendríamos líos, nos habríamos acostumbrado a llamar de la misma forma al amanecer (por ejemplo “8 de la mañana”) y así siempre. El próximo 26 de septiembre (en Pamplona) amanecerá a las 8 de la mañana y anochecerá a las 20 (con menos de 1 minuto de error), ese sí que es un día bien diseñado. Pero manteniendo el mismo sistema horario el 22 de diciembre amanecerá a las 9:35 y el 21 de junio a las 6:29.

Que amanezca a las 9:30 se hace tardísimo. Hay que levantarse de noche, y no amanece hasta que llevas ya mucho rato en el cole (trabajo, etc.). Quizá podríamos cambiar la denominación de las horas y hacer que ese día amaneciera a las 8:30, algo más soportable. Eso sí, el precio a pagar por esa decisión es que el 21 de junio amanecería a las 5:29, bastante antes de que le suene el despertador a muchísima gente.

Arriba horas de sol (en amarillo) y su denominación en los horarios de invierno y verano. Abajo las horas de salida y puesta de sol en Pamplona a lo largo del próximo año (referidas al horario de invierno, sin cambio de hora)


Hay una forma de conseguir que en junio amanezca un poco más tarde y en invierno un poco antes, consiste en cambiar la hora, usar un horario la parte del año que los días se alargan (el horario de invierno) y otro la mitad del año que acortan. Como nada es gratis, conseguir que esos amaneceres pillan algo mejor tiene la contrapartida de tener que cambiar de hora, rehacer el cuerpo de un día para otro a un horario diferente (vivir un “jet lag” de una hora), cambiar todos los relojes de la casa (y el del coche, que es de los más incómodos).

Ese cambio de hora es lo que actualmente está en vigor. Se decidió de forma armonizada en la Unión Europea hace unas décadas, poco después de la gran crisis del petróleo de los años 70, con el argumento principal de que de ese modo se ahorraba energía. Con el paso de los años, los cambios en los usos y fuentes energéticas hacen que ese ahorro sea mínimo, quizá nulo. Los ciudadanos, hartos de tener que cambiar relojes, han presionado y al final han sido consultados, votando muy mayoritariamente en contra del cambio de hora. Tampoco hay argumentos científicos sólidos, si el cambio tiene una repercusión negativa en la salud de las personas es también algo mínimo.

Hay que elegir, y se plantea una elección en que ninguna opción tiene “razones científicas” a su favor. Lo único científico es que toda las ventajas vienen acompañadas de inconvenientes, el sol hará lo mismo le llamemos como le llamemos. Si amanece antes, anochece antes y viceversa. Ningún sistema horario va a hacer los días de invierno de más de 9 horas ni los de verano de menos de 15. Yo personalmente prefiero evita el cambio (y quedarme con el horario de verano todo el año), pero nunca he vivido así desde que recuerdo. Igual al cabo de unos años me quejaría de eso también.

Hay quien lo lía todo y pretende que la cuadratura del círculo se consigue cambiando de huso horario. Me temo que eso tampoco, pero lo vemos próximamente, en otra entrada, con más datos.

Todo esto ya lo explicaba muy bien Pablo (@DonMostrenco) en Naukas hace unos años AQUI.