jueves, 29 de septiembre de 2016

A la sombra de los árboles

(Esta entrada se publicó ayer en Naukas)

Acabamos de comenzar el otoño, aún tenemos horas de sol pero ya no hace tanto calor. Son unos días estupendos para salir a pasear. Pasear bajo los árboles en un día soleado es especialmente agradable… e interesante. Mirando al suelo estamos, como en la caverna de Platón, viendo los árboles bajo los que paseamos; estamos viendo las sombras que proyectan.



Lo que esperamos de una sombra es el contorno del objeto que la proyecta, el suelo debería pues estar lleno de hojas. A veces ocurre, como en la parte inferior de la foto (b) o en la superior de la (c), pero solo cuando las hojas están separadas unas de otras y relativamente cerca del suelo. A medida que el objeto que proyecta la sombre, nuestras hojas en las fotos, van estando más lejos del suelo sus bordes aparecen más borrosos, desdibujados. Esto se ve claramente en la foto (c) de arriba abajo. Esto se debe a que el sol no es una fuente puntual de luz, tiene una cierta extensión. Las zonas grises, la penumbra, ocurren cuando un trozo del sol sí la ilumina pero otro no.

Cuando las hojas están amontonadas las sombras de unas y otras se superponen, se genera una sombra continua. Puede ocurrir que en esa cubierta vegetal aparezca algún agujero que sí deje pasar unos rayos de sol veremos como una mancha brillante en el suelo oscuro. Si no lo pensamos más esperaríamos que esa mancha tuviera la forma del agujero, sin embargo eso solo ocurre si esa cubierta vegetal está muy cerca del suelo. Cuando está suficientemente lejos el agujero hace las veces de diafragma de una cámara fotográfica, la zona a la sombra es la cámara oscura y el suelo la película fotográfica; y en ella vemos la imagen de lo que hay más allá, la imagen del sol.

En esas condiciones el suelo se llena de circulitos que no son otra cosa que imágenes del sol. Esto se ve muy bien en las fotos (a) y (b). Una cubierta vegetal de plátanos de sombra, todos podados a la misma altura (no muy grande) produce solecitos que caben en la palma de la mano, nítidos y muy parecidos entre sí, es el caso de la foto (a). Bajo chopos altos hay agujeros a distintas alturas, algunos muy arriba; eso da lugar a imágenes del sol de tamaños más variados, algunos de hasta medio metro de diámetro como puede verse en la figura (b).

En el suelo vemos unos patrones de iluminación que, resumiendo mucho, podríamos decir que están compuestos por tres fenómenos: (i) sombras, (ii) penumbras e (iii) imágenes del sol. Cuando aparece una u otra depende de lo compactas que estén las hojas y lo cerca o lejos que estén del suelo. Pasar de esta explicación cualitativa a una explicación cuantitativa más precisa no es nada sencillo. Un circulito de luz de un determinado diámetro lo puede producir un agujero más grande más alto o uno más pequeño más cerca. No tendrán la misma intensidad luminosa, pero si además de apreciar tamaños hemos de medir tonos de gris la cosa se complica más. Para hacerse una idea se puede observar la secuencia de abajo. Se ha realizado con un cartón en el que se han agujereado tres triángulos equiláteros de 1, 2 y 3cm de lado y se observa la imagen que proyectan en una pantalla a medida que se aleja de ella (en 20 cm a 3m aproximadamente).


Si estuviésemos encadenados como en el mito de Platón tendríamos tiempo de sobra para realizar medidas y cálculos, pero como somos paseantes otoñales nos podemos limitar al disfrute de esas figuras en el suelo y a ver cómo se mueven con el viento mientras caminamos de vuelta hacia ese aperitivo que nos hemos ganado.

miércoles, 21 de septiembre de 2016

El conocimiento científico es un derecho humano

Esto de los Derechos Humanos en ocasiones suena a buenismo de los años 60, a brindis al sol, a hippies, a Mafalda... Sin embargo, en mi opinión, son uno de los mayores logros de la humanidad. La idea de ir estableciendo unos mínimos para toda la especie en todo el planeta es sencillamente maravillosa.

Dentro de la estructura de los tratados internacionales que conforman esos Derechos Humanos (que arranca formalmente con la declaración universal de 1948), en 1966 se aprobaron dos pactos internacionales, uno de ellos el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales. (ver BOE de 1977 en que se adopta como legislación Española).

En el artículo 15 de dicho pacto se puede leer :

(Apartado 1) "Los Estados .. reconocen el derecho de toda persona a gozar de los beneficios del progreso científico.."
(Apartado 2) ".. Los Estados .. deberán .. asegurar .. la difusión de la ciencia y de la cultura"

Es muy lógico que en una sociedad cada vez más basada en la ciencia y la tecnología, el disfrute de esos avances sea cosa de todos. También lo es que para tomar decisiones democráticas en esa sociedad, la ciudadanía necesite un razonable entendimiento de las cuestiones sobre las que habrá de decidir. Pero que esa lógica se vea plasmada en textos legales internacionales es fantástico. Son esos pequeños descubrimientos que te devuelven la confianza en la humanidad (al menos la humanidad de alma ensanchada por la reciente brutalidad bélica vivida en carne propia). A ver si con las guerras lejanas (en el tiempo y/o en el espacio) podemos mantener ese espíritu y continuar con el desarrollo de los Derechos Humanos.

Y esto lo descubrí en la charla de la genial Natalia Ruiz Zelmanovitch (VER AQUI) en Naukas16


En 2013 publicaba +Javier Salas en Materia "El acceso a la ciencia y sus beneficios, un derecho humano olvidado". A ver si entre todos lo ponemos de moda ;-)

lunes, 19 de septiembre de 2016

¿Por qué vuela unavión? En Naukas Bilbao 16

Por qué vuela un avión y lo que podemos establecer sobre el método científico mientras elaboramos la explicación, el vídeo



martes, 13 de septiembre de 2016

¿Qué hago mal como científico?

Esta sutil pregunta me hizo hace unas semanas un estudiante que había pasado un tiempo con nosotros en el laboratorio y con el que había quedado patente un cierto descontento. No es una pregunta sencilla dado que en el día a día se mezclan cuestiones personales, habilidad manual en el laboratorio, hábitos de trabajo y muchas cosas más. La sensación que produce el colaborador es integral, si no te paras a pensar cuesta separar contribuciones. Y me preguntaba por la más esencial: “como científico”.

“Científico” tiene diversas acepciones y referido a una persona al menos dos: científico como actitud vital y científico como profesión. El estudiante en cuestión había funcionado muy correctamente como profesional, atendiendo todas las instrucciones recibidas y trabajando con seriedad. Era la actitud vital en lo que habíamos chocado. Dedicaba mucho tiempo a verificaciones formales de lo que estaba ya claro y evitaba plantear las grandes cuestiones, las difíciles. Era capaz de dedicar innumerables horas a trabajos rutinarios, aunque fuesen irrelevantes, mientras evitaba la pregunta que esos datos sugerían a gritos.

Sería estupendo que la ciencia constituyese un auténtico sector económico bien desarrollado (creo que solo empieza a esbozarse a duras penas). Ante un buen catálogo de profesiones relacionadas con la ciencia este estudiante haría un gran papel como técnico de laboratorio, o en quizá algún puesto administrativo de gestión de proyectos. Lástima que a fecha de hoy la carrera de científico sea lo más parecido al hombre orquesta que se pueda imaginar.

Así que para científico le faltaba atención al susurro de los datos… la verdad es que no es probable que quedara satisfecho con mi explicación.

domingo, 4 de septiembre de 2016

El profesor que quería cambiar el mundo

Profesor de universidad se dedicará a la novela dado que su investigación "no tiene impacto".

El experto en estado del bienestar Peter Taylor-Googy admite jocosamente que su investigación no tiene influencia en el mundo real, pero confía en que una novela si pueda.

La historia del Times Higher Education que así comienza me ha impresionado mucho por dos razones. La primera es la genuina preocupación de un colega por cambiar el mundo, y su esfuerzo por conseguirlo aún saliéndose de lo ortodoxo en la profesión. La segunda es la comprobación de lo poco (o nada) que caminamos hacia una política basada en la evidencia.

Se escribe mucho sobre la dificultad de acceder a la carrera académica, las penurias que pasan los jóvenes y sobre la endogamia universitaria. En esos relatos los profesores senior aparecen como una especie de señores feudales en sus torres de marfil haciendo cosas inútiles (y con baja productividad). Pero no todos son así, ni siquiera la mayoría. Es estupendo que aparezca un modelo en el que se ve la pasión, no sólo por la investigación en sí, sino por sus resultados. Una persona que aspira a que su investigación cambie el mundo, un poco, pero significativamente. Y si por el camino más habitual no se consigue se prueba otro.

La crisis de la mediana edad (esa de los 40 o los 50) tiene también una versión profesional, al menos en el caso de los académicos. Una vez que ya has llegado a una posición estable (contractual y "políticamente" en el departamento) te has inmunizado contra el "publish or perish". Hay distintos modelos, los jefes de grandes grupos continúan con la presión habitual transmitida por los jóvenes del grupo, pero otros se plantean a qué han estado dedicando realmente su esforzada vida. No son raros los cambios de tema, las aventuras interdisciplinares, escribir libros (en vez de artículos JCR). Estaremos atentos a la novela del profesor Taylor-Googy.

El caso particular de este profesor de ciencias sociales, en concreto dedicado a las políticas sociales, es especialmente interesante también por el contenido. A pesar de las dificultades para extraer conocimiento científico del resultado del desarrollo de políticas públicas, ya hay un cierto corpus de conocimiento bien establecido (o al menos eso dice él). Sin embargo los políticos que han de tomar las decisiones viven totalmente ajenos a esos conocimientos, y sus votantes también, por supuesto. Y es una pena, por que es crítico que la gobernanza de un planeta camino de los 10.000 millones de personas fura basndose cada vez más en la evidencia y no en la retórica, la estética y las convicciones vacías. Pero parece que aún no vamos por ese camino... ni de lejos.