La semana pasada tocaba recortar los setos. Con unas sierras motorizadas (que no se porqué llaman "espadas") los iban pelando con razonable eficiencia, eso sí, el tiempo que dura la tarea en los alrededores de tu ventana no se puede hace mucho más que verles trabajar. Tener un Campus tan campestre y verde tiene sus esclavitudes: hay que cuidarlo. Lo que ocurre es que como la jardinería está tan tecnificada hoy día nos encontramos con el efecto secundario del ruido. El seto ya no se corta con tijeras (aquel Eduardo Manostijeras de Tim Burton es un anacronismo).
La situación más extrema de esta motorización de las tareas la vivimos hace unos meses, es la de los "soplahojas mini" (ver foto). Vale que en otoño, si se quieren recoger muchas hojas sobre el césped húmedo eso de soplarlas con fuerza ahorra mucho esfuerzo, pero el señor de la foto estaba "barriendo" 4 hojas secas (véanse a la izquierda) sobre cemento. Pero en vez de hacerlo con una escoba (eficiente, de bajo consumo y silenciosa) utilizó un pequeño aparato a gasolina que hacía un ruido intenso y agudo tremendamente molesto. Durante no menos de media hora estuvo mareando esas hojas a las puestas del aulario, a escasos 5 metros de una docena de aulas. Esas clases no pudieron impartirse con normalidad.
No hay que hacer que el trabajo de mantenimiento resulte más penoso de lo necesario, pero debería ser compatible con el trabajo que se mantiene. Evitar ruidos innecesarios y planificarlos en los momentos en que menos molesten las actividades académicas sería una buena práctica que de momento se echa de menos.
La situación más extrema de esta motorización de las tareas la vivimos hace unos meses, es la de los "soplahojas mini" (ver foto). Vale que en otoño, si se quieren recoger muchas hojas sobre el césped húmedo eso de soplarlas con fuerza ahorra mucho esfuerzo, pero el señor de la foto estaba "barriendo" 4 hojas secas (véanse a la izquierda) sobre cemento. Pero en vez de hacerlo con una escoba (eficiente, de bajo consumo y silenciosa) utilizó un pequeño aparato a gasolina que hacía un ruido intenso y agudo tremendamente molesto. Durante no menos de media hora estuvo mareando esas hojas a las puestas del aulario, a escasos 5 metros de una docena de aulas. Esas clases no pudieron impartirse con normalidad.
No hay que hacer que el trabajo de mantenimiento resulte más penoso de lo necesario, pero debería ser compatible con el trabajo que se mantiene. Evitar ruidos innecesarios y planificarlos en los momentos en que menos molesten las actividades académicas sería una buena práctica que de momento se echa de menos.
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