Concluye una reciente circular de un sindicato con la perla que se adjunta gráficamente. Se anima a la movilización a los profesores que no tienen docencia porque les podrían asignar alguna. No termino de entender ...
¿Hay muchos profesores universitarios que no tienen docencia? ¿es la falta de docencia lo que hace que no haya una preocupación mayor por Bolonia ("ECTS")? ¿No es lógico que se optimicen los recursos de una empresa pública? ¿De verdad un catedrático de cualquier área pongamos de matemáticas puede tener vedada alguna asignatura de primero por falta de preparación (es de "otro área")?
¿Hay muchos profesores universitarios que no tienen docencia? ¿es la falta de docencia lo que hace que no haya una preocupación mayor por Bolonia ("ECTS")? ¿No es lógico que se optimicen los recursos de una empresa pública? ¿De verdad un catedrático de cualquier área pongamos de matemáticas puede tener vedada alguna asignatura de primero por falta de preparación (es de "otro área")?
Estoy convencido de que, en el entorno del funcionariado, la preocupación real por el funcionamiento de los servicios públicos es sólo una excusa en el movimiento sindical que en realidad sólo tiene un objetivo trivial: trabajar menos y ganar más. Y no es que esos objetivos no sean legítimos, que lo son y mucho, sino que sólo tienen sentido en un entorno más amplio que incluye: la justicia comparativa con otros trabajadores (incluidos los desempleados), de preocupación real por el objeto del trabajo (la calidad del servicio público y la mejor atención al ciudadano) y por la calidad de vida del trabajador (formación, seguridad e higiene, conciliación, etc.).
La imágen que se transmite es: el profesor universitario que da pocas clases y aún le parecen excesivas, el preuniversitario que quiere acabar su jornada a las 3, el juez que quiere subidas de sueldo importantes (el 5% ya conseguido no es bastante). Eso si, todos con la excusa de la mejora de la calidad de la enseñanza y la justicia. Lo malo es que esa imágen coincide con la realidad en un altísimo porcentaje. El grueso de los funcionarios o apoyan esa visión miserable o callan (y votan en las elecciones sindicales). Y así, día a día, vamos perdiendo el poco prestigio que queda como servidores públicos para ser percibidos como privilegiadas snaguijuelas chupando del bote de los impuestos.
Y como en tantas ocasiones, es mucho más fácil el diagnóstico que el tratamiento. No se cual pueda ser un camino sensato y a la vez realista, pero la acción sindical actual seguro que no.
Y como en tantas ocasiones, es mucho más fácil el diagnóstico que el tratamiento. No se cual pueda ser un camino sensato y a la vez realista, pero la acción sindical actual seguro que no.
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