Anteayer llegó al laboratorio un ordenador que habíamos pedido hace tres meses (el otro que pedimos a la vez sigue en el limbo) y le faltaba una pieza. Hoy recibo disculpas desde gestión económica: no se dieron cuenta de esa parte de nuestra solicitud de compra y no se pidió... ¿otros tres meses? ¿nos quedará dinero en la cuenta de la que se paga eso? Dado que es inventariable, pedirlo hoy incumple las normas de cierre contable del ejercicio presupuestario (bueno, quizá sea hoy el último día). Todos podemos equivocarnos, y lo hacemos a menudo...
La de ayer fue peor. Los gastos del congreso de Boston de julio, han sido agraciados con una "bolsa de viaje", lo que me permite pasar las facturas a la universidad, y que me reembolsen 1.100 euros (que es lo que me han concedido). El tema que me ocupa hoy no es la estupidez de los profesores de universidad que adelantamos sumas significativas de dinero, de las que nunca recuperas todo (y además con mucho retraso). Lo que me mueve al comentario es lo "divertido" del papeleo. Descubrí ayer que no tengo un certificado que justifique fehacientemente que asistí al congreso. Tengo la carta de aceptación de las ponencias, las poenecias en el programa del congreso, billetes de avión, factura del hotel (el mismo hotel en el que se celebró el congreso y en los mismos días), y además en la web del congreso hay una galería de fotos, y en dos se me reconoce claramente (1, 2). Pero no tengo un papel que diga "I here acknoledge the precence of Dr. Sevilla ..." firmado por algún Smith con rúbrica ilegible. La verdad es que no me costaría ni 10 minutos fabricarme uno cuya veracidad jamás levantaría sospechas entre los que me lo solicitan.
Y ahí empieza la reflexión importante. ¿Quién y porqué me solicitan este papel? La respuesta clásica es "para completar el expediente". Es más importante su completitud que su veracidad, y no digamos ya su eficiencia. Profundizando me aclararon que luego cuando viene la auditoría de la Cámara de Comptos, con su olfato especial, en seguida detectan los expedientes incompletos y les riñen a los funcionarios (por escrito, claro).
Sobre el principio general no tengo ninguna duda: el dinero público hay que justificarlo perfectamente. Pero creo que en ocasiones (muchas, demasiadas) los medios sustituyen al fin. Entiendo que la administración quiera una justificación razonable de que no me voy de vacaciones con el dinero destinado a sufragar (parcialmente) la asistencia a congresos científicos. Lo que no entiendo es porqué esa justificación razonable sólo puede materializarse en un papel inexistente, que no se emitió en su día, y cuya emisión hoy sería tan falsa como si lo fabricara directamente en mi ordenador.¿No hay otras posibilidades?
Por otro lado, no conozco una sóla sanción (ni siquiera amonestación) a un profesor universitario por haber malversado los fondos destinados a un congreso. Así que si todo el proceso de verificación nunca detecta el problema último ¿para qué sirve pues?
No pretendo polemizar, pero mentiría si no dijese que buena parte del texto lo he escrito pensando en el excelente bolgero(entro otras cosas) Antonio Arias, quien seguro pordía arrojar mucha luz sobre mis choques con las "ventanillas".
La de ayer fue peor. Los gastos del congreso de Boston de julio, han sido agraciados con una "bolsa de viaje", lo que me permite pasar las facturas a la universidad, y que me reembolsen 1.100 euros (que es lo que me han concedido). El tema que me ocupa hoy no es la estupidez de los profesores de universidad que adelantamos sumas significativas de dinero, de las que nunca recuperas todo (y además con mucho retraso). Lo que me mueve al comentario es lo "divertido" del papeleo. Descubrí ayer que no tengo un certificado que justifique fehacientemente que asistí al congreso. Tengo la carta de aceptación de las ponencias, las poenecias en el programa del congreso, billetes de avión, factura del hotel (el mismo hotel en el que se celebró el congreso y en los mismos días), y además en la web del congreso hay una galería de fotos, y en dos se me reconoce claramente (1, 2). Pero no tengo un papel que diga "I here acknoledge the precence of Dr. Sevilla ..." firmado por algún Smith con rúbrica ilegible. La verdad es que no me costaría ni 10 minutos fabricarme uno cuya veracidad jamás levantaría sospechas entre los que me lo solicitan.
Y ahí empieza la reflexión importante. ¿Quién y porqué me solicitan este papel? La respuesta clásica es "para completar el expediente". Es más importante su completitud que su veracidad, y no digamos ya su eficiencia. Profundizando me aclararon que luego cuando viene la auditoría de la Cámara de Comptos, con su olfato especial, en seguida detectan los expedientes incompletos y les riñen a los funcionarios (por escrito, claro).
Sobre el principio general no tengo ninguna duda: el dinero público hay que justificarlo perfectamente. Pero creo que en ocasiones (muchas, demasiadas) los medios sustituyen al fin. Entiendo que la administración quiera una justificación razonable de que no me voy de vacaciones con el dinero destinado a sufragar (parcialmente) la asistencia a congresos científicos. Lo que no entiendo es porqué esa justificación razonable sólo puede materializarse en un papel inexistente, que no se emitió en su día, y cuya emisión hoy sería tan falsa como si lo fabricara directamente en mi ordenador.¿No hay otras posibilidades?
Por otro lado, no conozco una sóla sanción (ni siquiera amonestación) a un profesor universitario por haber malversado los fondos destinados a un congreso. Así que si todo el proceso de verificación nunca detecta el problema último ¿para qué sirve pues?
No pretendo polemizar, pero mentiría si no dijese que buena parte del texto lo he escrito pensando en el excelente bolgero(entro otras cosas) Antonio Arias, quien seguro pordía arrojar mucha luz sobre mis choques con las "ventanillas".
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