Las mallegas eran unos acontecimientos sociales celebrados alrededor de la labor de "mallar", o separar el grano de la paja. Un día de trabajo, al final de la cosecha, en la frontera entre agosto y septiembre, destinado a preparar el grano limpio y almacenarlo en los hórreos. En Santa Eufemia (al lado de Villanueva de Oscos, Asturias) hay un museo etnográfico del pan que recrea estos eventos. Es interesante ver como ha ido evolucionando históricamente la tecnología utilizada en las distintas fases del proceso. Fases que en Castilla se llamaban trillar y aventar.
Para la trilla es necesario, hacer que las espigas rocen entre sí y con otras cosas para que se separe el tallo, la paja, y las espigas se desmembren. Se puede hacer con un trillo arrastrado por caballerías, golpeando las gavillas con palos (trilla con mayal) o con trilladoras más o menos automáticas.
De la trilla se obtiene una mezcla de grano, cascarilla y paja fina. La separación del grano se basaba en la diferente de peso (y de características aerodinámicas) entre uno y otros. Así, al arrojar la mezcla al viento (aventar) el grano caía cerca y la paja y la cascarilla eran arrastrados más lejos. Claro que para conseguir realizar esta tarea hace falta un día de viento, y sin lluvia; y eso ocurrirá o no. Es fácil independizarse de esa esclavitud meteorológica (cosa que no es tan facil con otras mucas), basta con crear viento artificial. Un ventilador movido por una manivela, una tolva para alimentar con la mezcla y dos salidas, una para la paja arrastrada por el viento y otra para el grano arrastrado por la gravedad (ver fotografía adjunta).
Es curioso pensar como estas tareas se han realizado durante milenios más o menos de la misma forma (ver) y sólo en las dos últimas generaciones se ha modificado hasta hacerse irreconocible: En las inmensas cosechadoras todo esto ocurre internamente, de forma totalmente automatizada. También es interesante comprobar la extrema sencillez de las primeras máquinas. Lo del valor metafórica de separar el grano de la paja ya para otra ocasión.
Y con esta entrada concluye una miniserie (I, II, III, IV y ésta) de observaciones científicas de la cotidianeidad de las vacaciones de verano, tan lejanas ya.
Para la trilla es necesario, hacer que las espigas rocen entre sí y con otras cosas para que se separe el tallo, la paja, y las espigas se desmembren. Se puede hacer con un trillo arrastrado por caballerías, golpeando las gavillas con palos (trilla con mayal) o con trilladoras más o menos automáticas.
De la trilla se obtiene una mezcla de grano, cascarilla y paja fina. La separación del grano se basaba en la diferente de peso (y de características aerodinámicas) entre uno y otros. Así, al arrojar la mezcla al viento (aventar) el grano caía cerca y la paja y la cascarilla eran arrastrados más lejos. Claro que para conseguir realizar esta tarea hace falta un día de viento, y sin lluvia; y eso ocurrirá o no. Es fácil independizarse de esa esclavitud meteorológica (cosa que no es tan facil con otras mucas), basta con crear viento artificial. Un ventilador movido por una manivela, una tolva para alimentar con la mezcla y dos salidas, una para la paja arrastrada por el viento y otra para el grano arrastrado por la gravedad (ver fotografía adjunta).
Es curioso pensar como estas tareas se han realizado durante milenios más o menos de la misma forma (ver) y sólo en las dos últimas generaciones se ha modificado hasta hacerse irreconocible: En las inmensas cosechadoras todo esto ocurre internamente, de forma totalmente automatizada. También es interesante comprobar la extrema sencillez de las primeras máquinas. Lo del valor metafórica de separar el grano de la paja ya para otra ocasión.
Y con esta entrada concluye una miniserie (I, II, III, IV y ésta) de observaciones científicas de la cotidianeidad de las vacaciones de verano, tan lejanas ya.
1 comentario:
Q interesante :)
Publicar un comentario