Esta tarde me decía una amiga, profesora en una universidad de Madrid, que temía los cambios que están haciendo en su universidad porque generan grupos muy desequilibrados de laboratorio, dando lugar a momentos de saturación que les cuesta gestionar.
Hace unos meses me decía otro colega de Madrid que estaba en contra de la reforma conducente al EEES (espacio europeo de enseñanza superior) porque no quedaba clara la financiación, y veía muy probable que los posgrados quedaran fuera de la financiación pública, produciéndose así una privatización de facto de los segundos ciclos de las universidades publicas.
Resulta que un cambio tan profundo e importante de toda la estructura universitaria da lugar a rechazos en el profesorado (que ha de ser uno de sus actores esenciales) no por las cuestiones de fondo, sino por algunos detalles.
A fecha de hoy está claro que los postgrados oficiales se cobran a precios públicos, y estoy seguro de que no costará demasiado reequilibrar los grupos de prácticas en aquella universidad. Sin embargo no terminamos de saber como afrontar los nuevos planes de estudio, ni ha habido un debate serio sobre el tipo de titulaciones (por no decir "catálogo", que es un concepto que parece caduco) que recogiendo la tradición de lo que es la Universidad milenaria, dan el mejor servicio a la sociedad actual.
Supongo que a no mucho tardar habrá que ponerse ya a la tarea (si los colegios de ingenieros no lo impiden), y aunque nos pille cansados como a los pastores de Pedrito y el lobo, a ver si somos capaces de aprovechar una oportunidad tan singular.
Hace unos meses me decía otro colega de Madrid que estaba en contra de la reforma conducente al EEES (espacio europeo de enseñanza superior) porque no quedaba clara la financiación, y veía muy probable que los posgrados quedaran fuera de la financiación pública, produciéndose así una privatización de facto de los segundos ciclos de las universidades publicas.
Resulta que un cambio tan profundo e importante de toda la estructura universitaria da lugar a rechazos en el profesorado (que ha de ser uno de sus actores esenciales) no por las cuestiones de fondo, sino por algunos detalles.
A fecha de hoy está claro que los postgrados oficiales se cobran a precios públicos, y estoy seguro de que no costará demasiado reequilibrar los grupos de prácticas en aquella universidad. Sin embargo no terminamos de saber como afrontar los nuevos planes de estudio, ni ha habido un debate serio sobre el tipo de titulaciones (por no decir "catálogo", que es un concepto que parece caduco) que recogiendo la tradición de lo que es la Universidad milenaria, dan el mejor servicio a la sociedad actual.
Supongo que a no mucho tardar habrá que ponerse ya a la tarea (si los colegios de ingenieros no lo impiden), y aunque nos pille cansados como a los pastores de Pedrito y el lobo, a ver si somos capaces de aprovechar una oportunidad tan singular.
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