Hoy vuelve a hacer fresquito en el campus. Ayer hizo bastante calor, primer día de verdadero calor del año.
A las cinco y media alguien, da igual quien (y seguro que es una persona estupenda), envió un mensaje a la lista de correo de distribución general de la universidad (info-general) pidiendo soluciones "a quien corresponda" (sic) porque tenía demasiado calor. El mensaje fue seguido por unos pocos más que abundaban en el tema y también se quejaban de su propio calor. El mensaje original citaba el Real Decreto 486/1997 que parece ser, según el autor, regula los rangos de temperatura aceptables para el desarrollo de trabajos sedentarios en lugares cerrados. Con ese fundamento jurídico, y una medida realizada en su lugar de trabajo, solicita "a quien corresponda" que cumpla la normativa.
En su momento no me llamó la atención, pero al notar hoy que ya no es necesario el aire acondicionado me han saltado las alarmas. ¿No podemos soportar un sólo día de calor sin protestar? ¿No tenemos recursos personales para gestionar situaciones incómodas? ¿No somos capaces de entender la problemática que conlleva encender un sistema de aire centralizado para miles de personas? Ya de su coste económico ni hablamos. Posiblemente el solicitante no sepa cómo es el sistema de aire acondicionado del la universidad, del mismo modo que tampoco sabe de quién depende ni a quién dirigirse (eso lo declara al iniciar su carta "a quien corresponda").
La historieta en cuestión no pasa de ser un anécdota, pero creo sirve para ilustrar un hecho que se instala cada vez con más fuerza entre nosotros: la disminución de la tolerancia a la frustración. Y ese hecho tiene repercusiones muy importantes para la educación. Los estudiantes nos parecen cada vez más vagos e incapaces de asumir retos, normal, es que forzarse a estudiar un poco más o preparar ese trabajo para subir nota supone un sufrimiento, y no estamos dispuestos a ello. Y esto que podemos ver en asignaturas sueltas también se manifiesta en decisiones globales: ¿Ingeniería de Telecomunicación? Una carrera que dura 7 años de madia, que tiene asignaturas dificilísimas de aprobar y que no garantiza un sueldazo el día de acabar, ese sufrimiento lo va a soportar quien yo te diga.
Otro aspecto preocupante de esa intolerancia a la frustración es que dificulta la gestión eficiente de su causa, abocando a una pura queja al viento, como el llanto de un bebé "mamá algo me incomoda, ven y arreglralo". De mayor eso se traduce en "yo tengo derecho" por tanto que lo garantice "quien corresponda". Sin pensar que "quien corresponda" es una persona igual que tu, que tiene que tomar decisiones y que está sujeto a las leyes de la naturaleza: aunque hubiese voluntad y dinero para encender el aire acondicionado, seguro que tarda un par de días en estar operativo sólo por cuestiones técnicas.
No hay que confundir la tolerancia a la frustración o al sufrimiento, con la tolerancia a la injusticia o la arbitrariedad. Son cosas muy distintas. Pero un día de calor no es ni injusto ni arbitrario, por eso me parecía un buen ejemplo.
No se si tendrá algo que ver o no, pero esta reflexión me ha traído a la memoria como la médico de la universidad decía en una reunión que estaban aumentando de forma muy patente las patologías como la depresión. No recuerdo como llamó al conjunto de esas patologías, me queda la idea de "disconfort psicológico" o algo así pero seguramente es una reinterpretación inventada.
No hace tanto la UPNA no tenía aire acondicionado, y hace un poco más era un elemento de lujo que no se encontraba casi en ningún lugar. Hoy ya no lo percibimos como una agradable comodidad, sino como un derecho inexcusable.
A las cinco y media alguien, da igual quien (y seguro que es una persona estupenda), envió un mensaje a la lista de correo de distribución general de la universidad (info-general) pidiendo soluciones "a quien corresponda" (sic) porque tenía demasiado calor. El mensaje fue seguido por unos pocos más que abundaban en el tema y también se quejaban de su propio calor. El mensaje original citaba el Real Decreto 486/1997 que parece ser, según el autor, regula los rangos de temperatura aceptables para el desarrollo de trabajos sedentarios en lugares cerrados. Con ese fundamento jurídico, y una medida realizada en su lugar de trabajo, solicita "a quien corresponda" que cumpla la normativa.
En su momento no me llamó la atención, pero al notar hoy que ya no es necesario el aire acondicionado me han saltado las alarmas. ¿No podemos soportar un sólo día de calor sin protestar? ¿No tenemos recursos personales para gestionar situaciones incómodas? ¿No somos capaces de entender la problemática que conlleva encender un sistema de aire centralizado para miles de personas? Ya de su coste económico ni hablamos. Posiblemente el solicitante no sepa cómo es el sistema de aire acondicionado del la universidad, del mismo modo que tampoco sabe de quién depende ni a quién dirigirse (eso lo declara al iniciar su carta "a quien corresponda").
La historieta en cuestión no pasa de ser un anécdota, pero creo sirve para ilustrar un hecho que se instala cada vez con más fuerza entre nosotros: la disminución de la tolerancia a la frustración. Y ese hecho tiene repercusiones muy importantes para la educación. Los estudiantes nos parecen cada vez más vagos e incapaces de asumir retos, normal, es que forzarse a estudiar un poco más o preparar ese trabajo para subir nota supone un sufrimiento, y no estamos dispuestos a ello. Y esto que podemos ver en asignaturas sueltas también se manifiesta en decisiones globales: ¿Ingeniería de Telecomunicación? Una carrera que dura 7 años de madia, que tiene asignaturas dificilísimas de aprobar y que no garantiza un sueldazo el día de acabar, ese sufrimiento lo va a soportar quien yo te diga.
Otro aspecto preocupante de esa intolerancia a la frustración es que dificulta la gestión eficiente de su causa, abocando a una pura queja al viento, como el llanto de un bebé "mamá algo me incomoda, ven y arreglralo". De mayor eso se traduce en "yo tengo derecho" por tanto que lo garantice "quien corresponda". Sin pensar que "quien corresponda" es una persona igual que tu, que tiene que tomar decisiones y que está sujeto a las leyes de la naturaleza: aunque hubiese voluntad y dinero para encender el aire acondicionado, seguro que tarda un par de días en estar operativo sólo por cuestiones técnicas.
No hay que confundir la tolerancia a la frustración o al sufrimiento, con la tolerancia a la injusticia o la arbitrariedad. Son cosas muy distintas. Pero un día de calor no es ni injusto ni arbitrario, por eso me parecía un buen ejemplo.
No se si tendrá algo que ver o no, pero esta reflexión me ha traído a la memoria como la médico de la universidad decía en una reunión que estaban aumentando de forma muy patente las patologías como la depresión. No recuerdo como llamó al conjunto de esas patologías, me queda la idea de "disconfort psicológico" o algo así pero seguramente es una reinterpretación inventada.
No hace tanto la UPNA no tenía aire acondicionado, y hace un poco más era un elemento de lujo que no se encontraba casi en ningún lugar. Hoy ya no lo percibimos como una agradable comodidad, sino como un derecho inexcusable.
4 comentarios:
Dos comentarios al respecto- De mi época como auditor en prevención de riesgos puedo decirte que esa norma existe. Y regula el rango de temperaturas pero también los niveles de humedad ambiental o la velocidad máxima de las corrientes de aire producidas por el aire acondicionado. Una norma tremendamente exigente y que es ignorada de forma general excepto en empresas con fuerte presencia sindical (tipo VW).
Dicho esto, y como ya no trabajo en prevención, puedo decirte que estoy muy de acuerdo con lo que planteas. No solo hay una menor toleración a la frustración. También un nivel de exigencias mucho mayor "porque yo lo valgo". Y se acaba confundiendo el derecho a la educación (imprescindible) con el derecho a tener un titulo de la carrera que me gusta. La necesidad de las becas (que a mi me pagaron la carrera) con el derecho a estudios gratis aunque no se apruebe nada. Y no sigo que es tu blog y tampoco quiero llenarlo de polémicas. Un saludo
Le educación que hemos recibido y durante estos últimos años estamos dando a nuestros hijos siempre ha estado encaminada hacia el Estado del bienestar, pero a ninguno de nosotros, tanto padres como profesorado se nos ha ocurrido (en mi humilde opinión) educar para el malestar.
Estos momentos de crisis y de apretar cinturones nos deben encaminar a enseñar a nuestros hijos que en "el malestar" también se consiguen logros, pero existe un gran problema, ¿quién nos lo va a ensañar a nosotros si tan olvidado lo tenemos?.
La sociedad del bienestar va camino de una intolerancia cero, es más cualquier chispa por ridícula que parezca es suficiente para encender la hoguera de "los derechos".
Como padre de dos peques en primaria, mi deseo es que ahí, en el caldo de cultivo de su educación, les enseñen a entender el bienestar y lo difícil que es conseguirlo, pero no todos los padres están dispuestos a hacerlo, van ellos a Maristas, colegio nuevo, y allí ver las criticas de los padres por la calefacción o el aire, la falta de cortinas, etc me avergüenza, quizás han olvidado fácilmente su niñez o se han acostumbrado en exceso al bienestar que no quieren salir de él aunque no se pueda llegar a él.
Un abrazo y me gustó la forma de enfocar "una tarde de calor".
Muchas gracias a los dos por matizar y profundizar en el argumento, y por entender lo central del mismo.
Un saludo!
Totalmente de acuerdo.
Opino que en los últimos tiempos se ha abundado en derechos sin acordarse de que siempre conllevan responsabilidades.
Y que muchas veces Papá Estado somos todos y sus recursos no vienen de la nada.
Que la gente quiere aire acondicionado y cerveza gratis a la vez que matrículas gratis y pagar la mitad de impuestos.
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