Hay cosas que parece que han estado ahí siempre, pero, como todo, un día nacieron. El sistema español de ciencia y tecnología es uno de ellos.
No es que no hubiera ciencia hecha por personas nacidas en España desde siempre, pero la organización de esa actividad como cuestión de estado es reciente en todas partes, y en España un poco más.
Se suele considerar el proyecto Manhattan, la creación de la bomba atómica (y eventualmente su beneficio en forma de inmediata victoria en una guerra brutal) como el inicio de la ciencia como cuestión de estado. Y como tal y la estructuración de un auténtico sistema de organización de la misma (el primero, el americano, se debe al interesante personaje Vannevar Bush).
Veinte años después, en la España del Seat 600, se crea la primea estructura de financiación de proyectos científicos, la "comisión asesora" (CAICYT), y con ello la inversión estatal en I+D comienza a existir; véase en la primera gráfica de la figura. Esta figura procede del artículo "El sistema español de ciencia y técnica" publicado por Ángel Pestaña en 1996 en Investigación y Ciencia. Tras ese tímido nacimiento, aún vivo el dictador, hay 15 años de suave crecimiento, inapreciable en la escala de la gráfica, aunque porcentualmente muy significativo. Es con la transición cuando comienza un impulso verdaderamente llamativo. Es en los 80, en los tiempos de la movida, cuando la ciencia española se hace mayor, y adquiere unos niveles de financiación escasos, pero de país avanzado. Aquellos 35.000 MPts estaban en el entorno del 1% del PIB, aún lejos del 3% de los países verdaderamente importantes, pero ya en el mismo orden de magnitud.
A partir de los 90, una vez que ya hay auténticamente un sistema nacional de I+D (jóven y poblre pero decente), el principal fenómeno que se aprecia en la financiación del I+D es la confusión contable. Dado que ya es un número del que se puede sacar pecho (políticamente, se entiende), lo importante parece ser el número más que la realidad que lo sustenta. Se empieza entonces a trampear con lo que se puede computar como I+D, se añade ina "i" a la suma de letras que permite computar otros gastos, se incluyen créditos además de subvenciones... Supongo que los especialistas no se pierden, pero deja de ser algo transparente. Lo que si parece claro es que, en % del PIB, la inversión se estanca a comienzos de los 90 durante un par de décadas. En este tiempo, todas las campañas electorales prometen esfuerzos para subir hasta el 3%, que es una especie de número mágico que garantiza prosperidad a los países que lo alcanzan. Sin embargo ningún gobierno hace realmente nada. Ministro tras Ministro se esfuerzan en sacarle más partido a la misma inversión (en % del PIB, no en valor absoluto) con programas cada vez más complejos y burocratizados. Extraño camino el de la búsqueda de la eficiencia imposible por la burocracia...
Y con eso llegamos a la crisis actual, un momento en el que la emergencia presupuestaria ha borrado toda sombra de planificación estratégica. No quiero hacer hipótesis sobre las causas (psicológicas, ideológicas, pura estupidez, etc.) que mueven a los gestores de lo público (a.k.a. políticos) a tomar sus decisiones, pero se ha roto una tendencia que comenzó en 1965. En los últimos años se ha perdido un tercio de la financiación. Se ha escrito mucho sobre la repercusión de este descenso en la financiación del I+D, está claro que es la incorporación de talento al sistema el elemento que más sufre y peores consecuencias tendrá a largo plazo. Merece la pena no perder esta perspectiva de décadas ¿cuándo y cómo se invertirá la nueva tendencia? Perdido la vergüenza, y pagado el precio político de invertir una tendencia de 40 años, ¿Quién va a invertir en una actividad que da réditos en una escala temporal muy diferente de la electoral? El valor estratégico de la ciencia para un país fue un consenso no escrito entre todos los actores de la gestión de lo público (a.k.a. partidos políticos y comunidades autónomas) desde el tardofranquismo hasta anteayer. ¿y ahora qué?
No hay comentarios:
Publicar un comentario