Bueno, sabemos que tenemos un presupuesto sensiblemente más bajo que hace 10 años. Sabemos que el envejecimiento del equipamiento de laboratorio ha entrado en fase peligrosa. Sabemos que hay centenares de personas que están acreditadas para acceder a plazas pero que no se han podido convocar en los últimos años por las draconianas medidas de contención del gasto público. Sabemos de la ingente cantidad de papeleo de nueva creación, tanto en docencia como en investigación y que hace mucho más engorrosa y gris la tarea académica.
Esas condiciones de contorno han producido un ambiente general de desánimo y cansancio, pero también de tensión. Y con ese ánimo de tensa espera la fecha de las elecciones se empieza a acercar y no ocurre nada, cada uno sigue en su rincón, con sus papeles de acreditación, verificación, auditoría, proyecto o lo que vaya tocando en cada momento. Y las elecciones se convocan y se abre el plazo de presentación de candidatos.
La presión de la responsabilidad pudo más que la del desánimo en dos profesores que por méritos, trayectoria y posibilidades profesionales tenían más que ganar fuera de los focos del birrete negro. Apenas he hablado con uno y nada con el otro, pero no me imagino a ninguno de los dos ilusionado y alegre ante la perspectiva del rectorado, sino más bien tragando saliva y atándose los machos. Eso sí, desde planteamientos muy diferentes. Uno desde una visión utópica falta de realismo y el otro desde una visión posibilista quizá falta de ilusión.
La campaña no modificó el tono de apatía, ni por parte de los electores ni mucho menos de los candidatos. El exquisito comportamiento de ambos es como para sentirse orgulloso de pertenecer a la institución, justo lo contrario de lo que pasa en otras elecciones (casi todas). Eso si, tampoco ofreció elementos que nos sacaran del... aburrimiento (por qué no decirlo).
Todos querríamos que nuestra universidad se pareciera a las mejores del mundo. Lo que no está tan claro es que comenzar a gestionarla como si ya lo fuera sea el mejor camino para conseguirlo. Muy al contrario, las tensiones de un cambio tan brusco en las formas de hacer, especialmente en lo que a nuevas contrataciones respecta, seguramente llevarían al desastre. Una amplia mayoría de los votantes, especialmente entre los profesores contratados, ha considerado que esta no era la opción a elegir.
La candidatura victoriosa propone seguir andando poniendo un pie delante del otro, corregir pequeños desequilibrios pero más o menos en la misma dirección (la que quiera que esta sea). Tampoco es raro, ya que el
Es muy de agradecer la decisión de presentarse de ambos candidatos, su sentido de la responsabilidad, honradez y respeto (y aunque suene a peloteo, lo siento de verdad así). No queda más que felicitar al nuevo Rector y desearle suerte y acierto en su tarea de liderar la salida del tenso letargo en que anda sumida la universidad. La sólida victoria y la ausencia de una oposición organizada le dejan un punto de partida óptimo para la tarea. ¡A por ello!
La foto, de Bergasa, fue publicada en Diario de Noticias (ver)
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