Cuendo me levanté esta mañana, mi hijo pequeño (que no el dinosaurio) ya estaba allí, viendo la tele. Veía una serie de dibujos animados y ante un chiste gracioso esbozó una levísima sonrisa, casi imperceptible. Entonces se dió cuenta de que había entrado yo en la haitación y su sonrisa se hizo mucho más amplia y natural, incluso rió.
Nunca me había dado cuenta de una forma tan clara de porqué nos gusta reunirnos para ver el futbol, u otros deportes, por televisión. Por un lado nos apetece dar rienda suelta a nuestras emociones y exteriorizarlas libremente, pero por otro lado, estando solo es muy raro (ridículo incluso) ponerse a reír, gritar, levantar los brazos... exteriorizar emociones. Las emociones se exteriorizan, al igual que se habla, para comunicarse con otras personas; seguramente por eso nos resulta tan extraño hablar solos, y en el mismo paquete va la comunicación no verbal. Así que cuando prevemos emocionarnos mucho con algún espectáculo buscamos compañía para facilitar el disfrute de esas emociones, sin incomodidades: ni la extrañeza de actuar solos ni la necesidad de reprimirse.
Tampoco necesitaba tanta reflexión, pero me ha ayudado a disfrutar aún más de Phineas y Ferb con el peque.
La foto es de un grupo viendo el futbol en 3D, tomada de aquí
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