Somos muchos los que estamos convencidos de que el pensamiento crítico y su inextricable relación con la ciencia es es uno de los mayores logros de la humanidad; aunque no se haya extendido a toda la población. En ocasiones se hace referencia a esta forma de pensar como "escepticismo", enfatizando el hecho de que se trata de basarse en la razón, en las pruebas y los hechos, dudando de toda verdad revelada por nadie. No hay gurús, sacerdotes, periódicos ni ninguna fuente de información infalible.
Sin embargo, como hay que vivir a una velocidad razonable y no se puede hacer una tesis doctoral sobre todos los aspectos de la vida, si que se toman referencias que se dan como "muy probablemente verdaderas" y otras como "muy probablemente falsas". Entre las primeras, estudios de científicos profesionales, avales universitarios o médicos; entre las segundas lo que suene a paraciencias, magufos y religiones.
¿De verdad podemos considerar que lo que se mueve alrededor de la medicina estándar pasa controles científicos razonables?
En el Blog de Fernanda Peset me encuentro con la siguiente perla: "Los editores del Journal of the American Medical Association (JAMA) han hecho público un nuevo estudio sobre la prevalencia de la escritura de textos anónimos que falsean la realidad para favorecer a laboratorios farmacéuticos. El estudio se ha realizado después que informes recientes han demostrado que la investigación científica ha sido contaminada por escritores fantasma financiados por compañías farmacéuticas."
Le llaman al fenómeno "ghostwriting". No es difícil encontrar informes en los que se habla de datos falseados (ver este, por ejemplo) pero esto supone un refinamiento extra, una falsedad de una sutileza espectacualr: no se trata de un "médico sobornado" que empeña su nombre, sino de agentes anónimos que cuelan datos falsos en el sesudo proceso de la elaboración de los artículos científicos revisados por pares. Aún no me ha dado tiempo de profundizar en el tema, pero habrá que estar atentos a este neologismo (ghostwriting) y a la deshonestidad que implica.
Imágen tomada de aquí, donde se describe un caso de datos falseados.
Sin embargo, como hay que vivir a una velocidad razonable y no se puede hacer una tesis doctoral sobre todos los aspectos de la vida, si que se toman referencias que se dan como "muy probablemente verdaderas" y otras como "muy probablemente falsas". Entre las primeras, estudios de científicos profesionales, avales universitarios o médicos; entre las segundas lo que suene a paraciencias, magufos y religiones.
¿De verdad podemos considerar que lo que se mueve alrededor de la medicina estándar pasa controles científicos razonables?
En el Blog de Fernanda Peset me encuentro con la siguiente perla: "Los editores del Journal of the American Medical Association (JAMA) han hecho público un nuevo estudio sobre la prevalencia de la escritura de textos anónimos que falsean la realidad para favorecer a laboratorios farmacéuticos. El estudio se ha realizado después que informes recientes han demostrado que la investigación científica ha sido contaminada por escritores fantasma financiados por compañías farmacéuticas."
Le llaman al fenómeno "ghostwriting". No es difícil encontrar informes en los que se habla de datos falseados (ver este, por ejemplo) pero esto supone un refinamiento extra, una falsedad de una sutileza espectacualr: no se trata de un "médico sobornado" que empeña su nombre, sino de agentes anónimos que cuelan datos falsos en el sesudo proceso de la elaboración de los artículos científicos revisados por pares. Aún no me ha dado tiempo de profundizar en el tema, pero habrá que estar atentos a este neologismo (ghostwriting) y a la deshonestidad que implica.
Imágen tomada de aquí, donde se describe un caso de datos falseados.
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