Con el título "Una crisis sistémica" ha dado esta tarde una conferencia el geólogo Antonio Aretxabala, dentro de un ciclo organizado por el Ateneo y celebrado en el Planetario.
Nos ha ilustrado con multitud de datos un discurso bastante catastrofista. En resumen, hemos pasado el máximo de producción de combustibles fósiles (y de otras materias primas) y vamos abocados a una potente crisis de decrecimiento brusco. De hecho lo que nos venden como una crisis económica más, sería el comienzo de esa crisis sistémica que obligará a reestructurar la civilización tal como la conocemos.
Quizá toda la profundidad del catastrofismo pueda ser excesiva, pero sin duda hay argumentos demoledores. Si dibujamos el consumo de combustibles fósiles en una escala temporal que comience con el neolítico, y concluya en período equivalente en el futuro (ver figura), todo el petróleo se acumula en una linea vertical muy estrecha. En esa gráfica el día de hoy quizá está un poco antes o un poco después del máximo, pero seguro que no estamos lejos. Y la bajada por esa curva va a tener profundas consecuencias.
Al concluir la presentación, el público se mostraba descorazonado. Alguna pregunta apuntaba a un hipotético club de poderosos que supuestamente rige los destinos de la humanidad y que estaría detrás de tan sombrío futuro (para los no poderosos). Claro, es necesario buscar responsables ajenos, descargar la responsabilidad en "los malos". Otros preguntaban sobre cómo reorganizar su vida de acuerdo con esata expectativa de futuro. Parece que nos cuesta asumir para nuestra civilización lo que es evidente para nuestras vidas: que tiene un final más o menos próximo. Asumido ese final, a disfrutar del camino ¿no?
La civilización siempre está en la frontera entre el optimismo del desarrollo y el catastrofismo por el agotamiento de recursos. Cada generación mantiene la esperanza de que no sea a ella a la que le toque el inevitable triunfo de lo segundo.
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