Nos contaban el otro día de un grupo de estudiantes que, ante una tarea planteada, se han organizado, han preparado con antelación documentación pertinente, han planteado el trabajo en equipo, han utilizado tecnología y la han resuelto con éxito. Lástima que la tarea fuera un examen y todas las deseables habilidades puestas en juego para resolverlo estuvieran expresamente prohibidas para la ocasión.
Con el final del semestre de primavera en nuestra universidad, se han conocido una cantidad inusitada de estudiantes que han copiado en sus exámenes, y anda muy revuelto el personal. Y es que no somos tontos y nos nos consuela el mal de muchos (una mitad de estudiantes de Harvard u 80.000 estudiantes británicos).
Parece que si nos damos unas reglas, es para cumplirlas, y quien se las salte merece un reproche moral (y probablemente algo más), no cabe duda. Pero no se puede terminar ahí el análisis de la cuestión.
Es interesante ver que hay quien reclama que copiar es de listos, lo que es de tontos es dejar que te pillen. Por cierto, ese llamamiento no lo encuentro en herederos del Lazarillo de Tormes, sino en ESTE artículo de una revista estadounidense que se proclama portavoz de la generación Y. La percepción de las normas no como colectivas, sino como impuestas, especialmente en esa juventud aún adolescente, produce ese rechazo que lleva a circunvenirlas casi por deporte. A la vista de esto me pregunto si los estudiantes que han copiado habían recibido explicaciones sobre el porqué del examen y sus normas, si se había hecho un esfuerzo de comunicación para que se sintieran más incluidos en la normativa a la que se verían sujetos.
Otra interesante observación es la escalada tecnológica que experimentan los procedimientos de engaño en los exámenes (ver, por ejemplo), y como la lucha contra ellos requeriría también de la incorporación de medios sofisticados con los que contraatacar, desde inhibidores de señal de móvil hasta cámaras con detección automática de gestos extraños (como parece ser que ya se usan en algunos aeropuertos).
Pero a mi me parece que la deshonestidad en los exámenes es como el dedo que apunta a la luna, y que todo lo anterior son detalles del dedo, y que estamos olvidando el asunto esencial. Mejor ocuparse de la enfermedad que empeñarse en minimizar un síntoma. ¿Cual es la luna... o la enfermedad (que se pone uno metafórico y se pierde)? Los exámenes centrados en la memoria y el trabajo individual son disfuncionales, enormemente disfuncionales. El párrafo del principio y la viñeta que acompaña el texto no son chistes, en mi opinión son buenos diagnósticos de la situación. ¿Qué es lo que queremos evaluar en los estudiantes? Idealmente su capacidad de resolver problemas reales en un entorno real basándose en los conocimientos de que se trate. Si ese es el objetivo, un examen individual y memorístico no cumple la función, sorprendentemente, copiar en el examen la cumpliría mejor.
Si, si, ya se que los que estamos ahora poniendo exámenes los sufrimos en su momento, y gracias a ellos somos los excelentes profesionales que somos (¿de verdad "gracias a ellos"? ¿De verdad nunca copiamos nosotros?) y nos sentimos seguros reproduciendo lo que vitalmente aprendimos, mucho más que lo que podamos racionalizar a posteriori. Pero igual podíamos sobreponer nuestra profesionalidad a esos sentimientos.
En resumen, creo que hay que proceder a irse olvidando del examen tradicional como base de la evaluación de los estudiantes y tender a pruebas que demuestren la adquisición competencias significativas. Resolver un problema académico solo (con o sin libros) y en un tiempo corto no es una simulación realista de nada que ocurra en entornos profesionales, es una competencia, pero no es significativa. Cómo concretar esa idea en cada asignatura requiere su estudio de detalle. Pero propongo avanzar en esa dirección.
Y por supuesto, sin perjuicio de que los que se han pasado de listos en el sistema que les ha tocado vivir, sufran las justas consecuencias de sus actos.
ACTUALIZACIÓN 19 de septiembre de 2013. La cosa acabó con un compromiso de no copiar que han de firmar los estudiantes de la UPNA a la que se matriculan. Ese compromiso aparece en el inicio del artículo que publica hoy El País sobre el tema de copiar en los exámenes.
5 comentarios:
De acuerdo en el análisis. Ahora bien, los títulos siguen siendo individuales. ¿Cómo se extrae una evaluación individual de una prueba colectiva? Ese es el principal problema que veo, pero hay unos cuantos más.
A lo que voy es que probablemente el método no es el más justo y el más significativo, pero tal vez es el que mejor acomoda (hasta el momento) todas las variables que entran en juego, que son muchas. El famoso "compromiso" ingenieril: lo que gano aquí lo pierdo allí. Al final es un problema de maximización (o minimización, depende de cómo se mire) de una ecuación de múltiples variables. Ardua tarea.
Probablemente la solución no sea única, y probablemente no pase por la eliminación de los actuales exámenes. Sí que deben ser mucho más realistas, en el sentido de ajustarse al tiempo y las necesidades (nunca me ha parecido normal tener que aprender de memoria... que te diría... cosas como la fórmula del número de Reynolds). Quizás haya soluciones subóptimas que ponderen varios tipos de evaluación.
Solo propongo avanzar en una dirección, no una solución concreta o la eliminación absoluta de los exámenes estándar. En las asignaturas que imparto hago examen (que vale entre 3 y 6 sobre 10), trabajos colectivos y trabajos individuales. Una cosas sostenible solo por debajo de 40 estudiantes, lo reconozco
La educación debería tener siempre sus exámenes pues ahí se muestra el resultado del esfuerzo individual por aprender la materia, pero además se tendría en cada asignatura que completar esa puntuación con actividades que impliquen aplicación de conocimientos a casos reales de la vida.
Este año en el colegio los pequeños de primaria han comenzado a usar el método, veremos si de verdad es efectivo y no se olvidan de que sin una buena base teórica no existe solución lógica a los problemas sea la asignatura que fuere.
Un abrazo y como siempre estupendos artículos para reflexionar, yo también en algún examen llevé chuletas y no las usaba, es más, teníamos un profesor que nos decía que no le importara que las hiciéramos ya que eran los mejores resúmenes que hacíamos (una forma más de aprender), pero que no se nos ocurriera sacarlas que él ya sabía la nota que íbamos a lograr antes de sentarnos.
En el libro "Pensar deprisa, pensar despacio" de Daniel Kahneman se explican una serie de cosas sobre cómo funciona la mente humana. Entre ellas se habla de dos modos de funcionamiento: el Sistema I, rápido, intuitivo, una especie de piloto automático, frente a un Sistema II reflexivo y más lento.
Cuando nos preguntan "¿2+2?" es el sistema I el que contesta rápidamente. Cuando nos preguntan "34.783 + 21.324" es el Sistema II el que toma el control. La diferencia entre los "expertos" en un tema y quienes no los son no es sólo que los expertos tenga un mayor conocimiento almacenado sobre un tema sino que sobre ese tema tienen una mayor cantidad de respuestas "rápidas" correctas (sin errores" en el Sistema I. Un experto puede responder rápidamente, casi sin pensar, sobre un tema en cuestión y con menos error que un no-experto utilizando Google.
Creo que la interiorización de esos reflejos, de ese olfato profesional, es importante más allá de la capacidad intelectual innata del alumno que le puede permitir resolver el problema usando las yemas de sus dedos y Google.
Eso sí... no me preguntes cómo se evalúa eso ni si los exámenes individuales lo evalúan mejor o peor que otros sistemas.
Un saludo
Jose,
Gracias por tu comentario. Creo que la calificación basada en combinación de métodos es lo más adecuado. Qué métodos y en que proporción dependerá del nivel, la materia y el profesor. No creo que por aprender haciendo (y evaluar haciendo también) tenga porqué aprenderse menos, al revés, debería aprenderse el mismo contenido pero más contextualizado. Esperemos que esa hipótesis se cumpla.
Pedro,
Es interesante lo de los sistemas de funcionamiento mental. Cierto que los principios (y datos) esenciales de un tema hay que tenerlos en la punta de los dedos, y eso requiere entrenamiento. Es algo a no olvidar en el planteamiento de metodologías activas de aprendizaje. Eso si, no creo que modifique sustancialmente mi propuesta de una evaluación más variada en la que los exámenes tradicionales pesen mucho menos.
Gracias!
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