Más de una vez me he visto en uno de esos atascos que te van haciendo mala sangre. Al llegar a un cruce ves que los de la dirección perpendicular a la tuya lo bloquean no dejándote pasar cuando tu semáforo está verde. Al desbloquearse el cruce, ya con el semáforo en rojo, te saltas el disco pensando "ahora vos vais a enterar, os esperáis vosotros"... ¿Vosotros?
En realidad no hay un "nosotros" y "ellos". Un montón de personas diferentes van en sus coches y en unos momentos van en una dirección y en otros por la perpendicular. No hay "unos buenos" que van hacia el oeste y "unos malos" que van hacia el sur. Y sin embargo es dificilísimo quitarse esa impresión de la cabeza. De manera automática dividimos a los conductores en dos grupos: los míos y los contrarios.
¿Alguien no ve una cara en la foto adjunta? Pues aunque parezca un personaje de ojos saltones y boca abierta con cara de enrome sorpresa, es un trozo de un coche. Nuestro cerebro tiene esa manía de construir rostros a la mínima ocasión que se le da ;-) incluso en vertical. Bueno, no es una manía propiamente, es un subproducto de la evolución de la que proviene, en la que la búsqueda de un significado resultaba más beneficiosa para la supervivencia que la búsqueda de una descripción precisa. Es una manía bien conocida, y desde hace tanto que tiene nombre en griego: pareidolia. A pesar de ello hay quien se aferra tanto a la ilusión que insiste en ver caras en manchas de humedad, dioses en tostadas o demonios en incendios.
Supongo que la misma historia evolutiva ha premiado que reconozcamos rápidamente grupos sociales. Probablemente en tiempos violentos es importante integrarte rápidamente con los tuyos en la pelea contra los enemigos; casi seguro que dudar sobre el bando en que colocarse acarraba bofetadas por ambos bandos. Y así nos vemos ahora, inventando rostros en trozos de coche o pandillas en los conductores que no van por nuestra calle.
La cosa no pasaría de ser una curiosidad si el único grupo social inventado por esa suerte de paeridolia social fuera el de los conductores, pero los hay con repercusiones mucho más serias. Es triste que muchos odios no tengan más fundamento que la invención de un colectivo antagónico. Y lo malo es que aún sabiéndolo es muy difícil romper la ilusión, igual de difícil que no ver una cara en el trozo de coche.
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