El deseo de los científicos de contribuir a resolver la crisis del COVID19, pero también la oportudad de medrar en sus carreras profesionales, han generado una avalancha de trabajos científicos. Sobre estas cuestiones publicamos el 3 de mayo un artículo en The Conversation. Instigados por Alberto Nájera, que es quien más está sufriendo el tema en propias carnes con un trabajo sobre el efecto del tabaco, nos unimos Juan Ignacio y yo, interesados de hace tiempo por "los males de la ciencia"
El sistema de publicaciones científicas afronta una situación tan comprometida a causa de la COVID-19 que podría acabar desembocando en su transformación. No sería prudente hacer predicciones acerca de la forma en que se comunicarán los resultados científicos cuando la pandemia haya pasado, pero no cabe descartar ninguna posible evolución. La situación que atraviesa el sistema es de verdadera crisis.
El camino habitual para comunicar resultados científicos consiste en publicarlos en revistas especializadas. Para ello, una propuesta de artículo ha de pasar un proceso, generalmente lento, de revisión por pares. Durante este, otros especialistas en el campo, ajenos a los autores y anónimos para ellos, juzgan su calidad y lo aceptan, rechazan o proponen cambios.
CONTINUAR LEYENO EN THE CONVERSATION.
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