El experto en estado del bienestar Peter Taylor-Googy admite jocosamente que su investigación no tiene influencia en el mundo real, pero confía en que una novela si pueda.
La historia del Times Higher Education que así comienza me ha impresionado mucho por dos razones. La primera es la genuina preocupación de un colega por cambiar el mundo, y su esfuerzo por conseguirlo aún saliéndose de lo ortodoxo en la profesión. La segunda es la comprobación de lo poco (o nada) que caminamos hacia una política basada en la evidencia.
Se escribe mucho sobre la dificultad de acceder a la carrera académica, las penurias que pasan los jóvenes y sobre la endogamia universitaria. En esos relatos los profesores senior aparecen como una especie de señores feudales en sus torres de marfil haciendo cosas inútiles (y con baja productividad). Pero no todos son así, ni siquiera la mayoría. Es estupendo que aparezca un modelo en el que se ve la pasión, no sólo por la investigación en sí, sino por sus resultados. Una persona que aspira a que su investigación cambie el mundo, un poco, pero significativamente. Y si por el camino más habitual no se consigue se prueba otro.
La crisis de la mediana edad (esa de los 40 o los 50) tiene también una versión profesional, al menos en el caso de los académicos. Una vez que ya has llegado a una posición estable (contractual y "políticamente" en el departamento) te has inmunizado contra el "publish or perish". Hay distintos modelos, los jefes de grandes grupos continúan con la presión habitual transmitida por los jóvenes del grupo, pero otros se plantean a qué han estado dedicando realmente su esforzada vida. No son raros los cambios de tema, las aventuras interdisciplinares, escribir libros (en vez de artículos JCR). Estaremos atentos a la novela del profesor Taylor-Googy.
El caso particular de este profesor de ciencias sociales, en concreto dedicado a las políticas sociales, es especialmente interesante también por el contenido. A pesar de las dificultades para extraer conocimiento científico del resultado del desarrollo de políticas públicas, ya hay un cierto corpus de conocimiento bien establecido (o al menos eso dice él). Sin embargo los políticos que han de tomar las decisiones viven totalmente ajenos a esos conocimientos, y sus votantes también, por supuesto. Y es una pena, por que es crítico que la gobernanza de un planeta camino de los 10.000 millones de personas fura basndose cada vez más en la evidencia y no en la retórica, la estética y las convicciones vacías. Pero parece que aún no vamos por ese camino... ni de lejos.
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