La UPNA es una de las muchas universidades que tiene el carné universitario patrocinado por el banco Santander. Una tarjeta multifunción que, entre otras muchas cosas, es lo que utilizan los miembros del PAS para fichar. Alguien se ha dado cuenta de que el control de su tiempo de trabajo se efectúa mediante un objeto con publicidad de un banco y le ha parecido, cuando menos, antiestético, incluso "inmoral". Y se ha iniciado una campaña interna para evitar esta situación. Dados los tiempos que corren es una reivindicación más que comprensible, pero es síntoma de un problema mucho más grave.
Formando yo parte del equipo rectoral se instauró el primer carné universitario patrocinado, sería el año 2001 o así. Firmamos un convenio con la Caja de Ahorros de Navarra que le supuso a la universidad mucho dinero de libre disposición, un patrocinio de esos que a toda institución le encanta tener. ("Mucho" es más de un millón de euros anuales). El carné que se instauró no incorporaba funcionalidades financieras, solo la imagen de la Caja. En aquel tiempo más del 90% de los universitarios eran clientes de esa entidad bancaria, por lo que no era necesario captar clientes, sino más bien evidenciar el retorno social de una institución tan arraigada en la comunidad. Apenas hubo entonces sensación de que la universidad se vendía al capital, más bien de que la institución universitaria se hacía mayor y se integraba en pie de igualdad con otras instituciones de la sociedad a la que sirve, estableciendo alianzas de interés mutuo.
La sociedad se ha transformado mucho en estos 10 años, y muy especialmente el sector bancario. Ya no existe la Caja de Ahorros de Navarra. Tras un intento (un tanto megalómano) de extenderse fuera de Navarra, y contagiada de la mala práctica del sector de subestimar el riesgo inmobiliario dando más créditos de lo razonable, se hundió. Los pedazos hoy forman parte de una caja catalana. En este camino hacia su desaparición se deshizo del socio que era la universidad de su territorio, y el hueco lo ocupó rápidamente el Santander. Este banco ha tenido siempre una vocación de patrocinio del mundo universitario de habla hispana verdaderamente notable. Ignoro si las razones últimas hay que buscarlas en la psicología de su presidente, en una estrategia de marketing a largo plazo finamente diseñada o en algún otro lugar, pero tampoco importa. Ese patrocinio ha sido siempre muy respetuoso con los ritmos y hasta con las manías de las universidades. Han pedido muy poco a cambio del dinero invertido, casi lo único ha sido tener presencia corporativa: el logo en la tarjeta y poder ser uno más de los servicios que se prestan en los campus (i.e. disponer de una oficina). Pero justo eso es lo que molesta ahora a algunos, probablemente muchos, que haya que convivir con una presencia corporativa que se percibe como responsable principal de la catastrófica situación económica en la que nos vemos sumidos. No el Santander en exclusiva, claro, pero para muestra un botón.
Lo más terrible de esta historieta no es el logo en el carné o el monto del patrocinio, que es una gota en el mar de los recortes y angustias por las que pasa el presupuesto universitario, sino el cambio social que evidencia. En una sociedad estable y próspera luchamos por conseguir que la universidad fuera una institución integrada, una más, un entorno confiable para todos. Se entró en las redes de las "fiestas institucionales" (apertura de año judicial, del curso académico, despedidas de arzobispos, bienvenidas de capitanes generales, etc. etc.), se establecieron contactos con empresas de diversos sectores para formalizar acuerdos de largo plazo (cátedras patrocinadas, etc.), con instituciones (el parlamento, el defensor del pueblo, etc.). La sociedad ha dejado de ser tan próspera y estable, y el encaje institucional de la universidad en ella está en entredicho. Ya no vemos a las autoridades que vienen a la apertura del curso como los representantes electos de la sociedad a la que servimos y de la que formamos parte. Ya no vemos a las empresas del entorno como otros agentes del desarrollo local (como nosotros mismos somos), al menos a todas, hay sectores enteros "proscritos" como el bancario. Ese cambio social y las percepciones que genera en la comunidad universitaria nos vuelve a poner al margen. La universidad va cambiando su papel de un agente social más luchando por el desarrollo, a un agente crítico, un entorno incómodo que manifiesta el desagrado con la sociedad.... a la que se supone que sirve. Y no es que falten razones para este cambio de papel, ni que esa función crítica no sea una seña de identidad histórica de la institución universitaria. Es que resulta muy triste asistir a todas las involuciones que están ocurriendo al hilo de la crisis económica, y entre ellas, la función social de la universidad.
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