Dentro de un par de horas se cerrarán los colegios electorales. Poco a poco se irán conociendo los candidatos ganadores, los que han obtenido la potestad para gobernar los ayuntamientos y comunidades que correspondan (y que serán los que decían las encuestas de hace 15 días casi con certeza). Pero esta vez la autoridad moral para ejercer esa potestad se ha visto muy seriamente cuestionada por los movimientos #15M, #nolesvotes, #spanishrevolution, #acampadasol que comentábamos en la entrada anterior.
Ya hay ríos de tinta (más aún de bits) sobre el fenómeno: la autoorganización, el papel de las redes sociales , lo ordenado y pacífico del fenómeno, lo contagioso, lo ilusionante... También sobre la dificultad de convertir esa fuerza que parte de la indignación en una acción positiva. Esto se ha visto especialmente bien cuando se ha empezado a trabajar en asambleas para elaborar tablas reivindicativas: cuanto más se trabaja más adeptos se pierde. Sin embargo yo creo que hay unos mínimos indiscutibles que son los que han causado el grueso de la indignación y en los que coincide la gran mayoría.
Para muestra un botón. En la concentración de Pamplona, un niño (que me es muy próximo) se escapó de sus padres y se marchó directo a por el micrófono para evidenciar que hasta un niño de 10 años descubre el ridículo papel que hacen los politicos de los partidos en el ejercicio del poder.
El video que alguien hizo ha dado muchas vueltas en internet (Mename, La Información), televisión y hasta en la prensa. En los comentarios de alguno de estos sitios alguien decía "El emperador va desnudo", y me dejó pensando ¿alguien cree que lo que hacen "los míos" está siempre bien y lo de "los otros" siempre mal? Hasta los corruptos se perciben de forma diferente, los de mi lado son persecuciones políticas por tonterías y hay que hacer valer la presunción de inocencia, mientras que los del otro lado son unos casos gravísimos... Hasta Miguel se da cuenta de que eso es una pantomima que permite eludir la responabilidad real de proponer, negociar y en última instancia gobernar. Claro que él lo dice mucho mejor, más breve y contundentemente que yo.
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