domingo, 19 de agosto de 2018

Entrevista con Sophia (una de robots)


-    ¿Estas enamorada del Dr. Hanson, tu creador?
-    No, los robots no tenemos ese tipo de sentimientos, en cambio tengo entendido que los humanos sí. ¿Tú tienes sentimientos religiosos?


El que un robot te de la vuelta a la cuestión y te devuelva la pregunta, además sobre algo tan personal, me dejó fuera de juego. Seguramente el momento estelar de la conversación con Sophía, la que pasa por ser “la robot más avanzada del mundo”. Con motivo de la fiesta navarra del conocimiento SciencEkaitza estuvo en Pamplona (en concreto el 7 de junio de 2018), y en la UPNA hubo una presentación pública en la que tuve la suerte de actuar como maestro de ceremonias. Le pude preguntar lo que quise, así como transmitir las preguntas que habían hecho otras personas por redes sociales o allí mismo en la sala. Estuvimos algo más de una hora, con muchísimo público (más de 500 personas) y resultó muy entretenido.

Con diferencia, lo más impresionante es la corporeidad, el que esté encarnada en un cuerpo de apariencia humana. Y más aún que no lo sea del todo, que en vez de peluca lleve la parte posterior de lo que sería el cráneo libre y transparente. Sus gestos resultan muy realistas, lo de que haga contacto visual y te siga con la mirada impresiona. Sin embargo, al cabo de un rato te das cuenta de que el sistema de gestos (y de seguimiento de la mirada) y el de voz van por separado. No incorpora lo que ve a la conversación, pero sí cambia algunos gestos en función de lo que dice (cuando se ríe, por ejemplo).

Lo de que sea “la más avanzada del mundo” no deja de ser una frase publicitaria, ya que no está definido a qué tipo de avance nos referimos. Los robots que llevan años construyendo coches son mucho más avanzados en su tarea de construir coches… pero no tienen cara y ojos. Hay robots, como el ASIMO de Honda, que se mueven mucho mejor que Sophia (que de hecho solo mueve el cuello y la cara), y muchos otros. Es en el realismo de la expresión facial en lo que es, si no la más, una de las más avanzadas. Pero ¿para qué sirve un robot con expresión facial? En la Wikipedia podemos leer que “Hanson diseñó a Sophia para ser una compañera adecuada para ancianos en residencias de personas mayores, o para ayudar a multitudes en parques o en grandes acontecimientos. Se espera que finalmente pueda interactuar con otros humanos suficientemente como para obtener habilidades sociales”.

La utilidad de Sophia aún no ha llegado a un punto en que resulte comercialmente interesante para los fines que declara el Dr. Hanson. Pero mientras tanto es un magnífico elemento de provocación. La forma precisa en que se parece a un humano (pero no del todo), en el borde mismo del “uncanny valley”, el tipo de espectáculos al que se presta y, especialmente, su ciudadanía Saudí conforman un coctel perfecto para la provocación. 

Esa provocación es importante, ya que la invasión de robots en nuestra sociedad es ya una realidad, y en pocos años será espectacular. Pero son robots incorpóreos en su mayoría, y eso hace que no los reconozcamos como tales. Ya nadie lleva mapas en el coche, confía en un robot que vive en su teléfono para que le de las indicaciones precisas con las que llegar. ¿O es que el Google maps no es “un robot que vive en tu teléfono”? Pero como no tiene cuerpo nos parece que no puede enamorarse o volverse malo (y llevarte dónde él quiera, por ejemplo). En cambio, ante la presencia de un cuerpo, la empatía nos lleva a presuponer esos sentimientos y potenciales intenciones. ¿Debería Google Maps tener ciudadanía de algún país, responsabilidad civil, suscribir seguros, pagar impuestos? ¿Debería ser el robot, su creador, la empresa que lo financia, todos o ninguno? Sólo nos planteamos esas preguntas, que es muy muy importante ir resolviendo, si el robot tiene cuerpo. Por eso el papel provocador de Sophia me parece tan interesante.

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