Es recurrente el debate sobre la cantidad de tarea que tienen los escolares hoy día. Enseguida se organizan grandes grescas porque cada contendiente habla de una cosa distinta. Todos estamos de acuerdo en que un niño de 5 años no debería tener dos horas diarias de tarea y que uno de 15 es razonable que tenga media o una. La dificultad está en encontrar el término medio adecuado. A este respecto mi opinión se basa en la experiencia desde la paternidad.
Siempre quisimos reforzar la actividad de los maestros y jamás recomendamos a nuestros hijos que dejaran de hacerla o que fuera inadecuada… pero cada vez hubo que tragar más quina para mantener el papel. De la mayor al pequeño van 8 años, y en ese tiempo hemos visto que las tareas comenzaban cada vez más pequeños, eran de mayor duración y, lo verdaderamente dramático, más irrelevantes.
Tarea de inglés: colorear (cosa que, lejos de ser un entretenimiento, mis hijos han odiado siempre). Tarea de matemáticas: escribir en una cuadrícula los números del 1 al 100 (sabiendo contar a la perfección desde hace meses). Los ejemplos serían inacabables. Hablamos con las tutoras y tutores muchas veces. La respuesta típica es que toda la clase debía hacer la misma tarea, a unos les resultaría aburrida y a otros inalcanzable, pero la justicia parece ser el mismo café para todos.
Otro frente de batalla fue la agenda, porque para saber la tarea que tienes hay que llevar una agenda. Se supone que hacerlo, apuntar lo que se manda y saberlo consultar, es obvio; nadie lo enseñó nunca pero se exigió siempre. Y si no lo hacen bien… es problema de ellos.
La última queja es la escasa realimentación del proceso. Si no se recoge, se corrige y se valora la tarea con sistemática ¿para qué se manda? Se hacen controles aleatorios para verificar si la hacen o no pero no se corrige con sistemática. Entonces se percibe más como una pura carga de trabajo (casi un castigo) que como una actividad educativa de pleno derecho.
En resumen, mi queja respecto de las tareas (que no sé si es la más habitual) consiste en lo siguiente:
- Tarea igual para todos, no orientada a objetivos individuales de cada alumno
- Objetivos inespecíficos: “que aprendan a concentrarse para el futuro” y cosas así
- Abundancia de tareas irrelevantes y desmotivadoras
- Escasa realimentación con las tareas que eran de cierta entidad e interés
- Aumento importante de la cantidad de tarea (a cada edad) en los últimos 15 años.
Por supuesto que esto no agota el tema. Está la cuestión de que la tarea profundiza en las diferencias socioculturales entre alumnos, la interferencia con otras actividades que la escuela cubre mal (educación artística, musical y deportiva) que se tienden a desarrollar en extraescolares, o la consideración sobre si el trabajo extra no sería más razonable desarrollarlo en un horario escolar extendido, entre otras. También es importante dejar claro que esta crítica a las tareas de mis hijos no va contra ningún maestro en particular ni contra la profesión en general, sino contra un estado de opinión y un hábito que se ha generalizado poco a poco.
Hasta aquí 530 palabras, no mucho, pero en las próximas discusiones en tuiter ya tendré algo a lo que referirme un poco más extenso que los 140 caracteres ;-)
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