Ayer me felicitaron algunas personas. El 26 de julio se celebra San Joaquín y Santa Ana, padres de la Virgen María. Mi desafección religiosa hace que no esté muy al tanto de estas cosas, por lo que me sorprendió bastante. Bien mirado es una maravillosa costumbre, cada persona tiene un día al año para celebrar su nombre, el elemento más distintivo de su identidad, la palabra con la que se le llama. "Com et diguen" decía mi abuela, no "cómo te llamas" sino "cómo te llaman", en su cabeza tu nombre es la etiqueta que te dan los otros, no tanto la que te das tú. Ella me felicitaba siempre mi santo, claro que ella era de ir a misa, no tanto mi madre que también me felicitó siempre (también fue parte importante en darme el nombre que tengo, claro).
El nombre objeto de felicitación viene de la tradición cristiana, una tradición milenaria. Hasta la llegada de la democracia los nombres debían pertenecer por ley a esa tradición. Nada más poderoso para evitar identidades disidentes que empezar a llamarse cada uno como le de la gana. Así que toda la población estaba dividida en 365 grupos y cada uno tenía el de celebración de su identidad... cultural. Los dos días de un niño son tu cumpleaños y tu santo, tu individualidad y tu culturalidad.
Hoy hay personas que se llaman con nombres de la tradición cristiana, pero en otros idiomas (Ivan, Giovani, James), de la tradición grecolatina (Venus, Diana), con nombres de naturaleza (Río, Vega, Aritz). Literalmente lo de los nombres hoy día es un sindios. Sin duda eso es bueno, es un reconocimiento de la diversidad cultural. Ya nadie no hay una socialidad nominativa obligatoria (¡bien!). Pero como lo que no es obligatorio es libre, ahora se ha de elegir "libremente" el entorno cultural al que pertencerá el nombre, ese elemento tan fundamental de la identidad.
Y todo esto me viene a la cabeza mientras oigo en la radio una tertulia en la que comentan el libro "la trampa de la diversidad", la crítica de un izquierdoso (¿rancio?) a disolución de la clase obrera en una sopa de diversidades que dificulta la acción política de esa ideología. Me temo que hay hay un problema, casi generacional: a los joaquines y a los danieles nos cuesta entender que esa "diversidad" es el resultado ineludible de la dificultad de la construcción de la propia identidad en tiempos de giovanis y jonathanes.
1 comentario:
Usted lo ha dicho, lo que no es obligatorio, es libre.
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