sábado, 28 de abril de 2018

La historia no existe

Un tuit de ayer de 48 palabras quizá requería un poco más de explicación. Hela aquí (en 1100 palabras).

La existencia de una realidad exterior a nosotros es uno de los grandes temas de la filosofía. Si nosotros somos lo que pensamos y a nuestro pensamiento solo llegan las impresiones sensoriales, ¿qué podemos inferir del mundo exterior a nosotros que (parece que) las causa? ¿De verdad existe? Podríamos ser el resultado de sueños de un ser superior o producto de un superordenador como en Matrix. Ante este problema filosófico casi todos nos colocamos de manera natural en algo así como la caverna de Platón. El mundo exterior existe y es el responsable de las impresiones sensoriales (de las sombras en la caverna) que recibimos. La correlación no será perfecta, nos perderemos detalles, pero es suficientemente buena como para ir tirando. De hecho, el sistema de captación de datos del exterior y su reconstrucción es producto de la evolución, por tanto, la correlación tiene que ser suficientemente buena como para que no te coman tigres, te ahogues en ríos o mueras de hambre en un entorno que, cuesta negarlo, seguramente tiene tigres, ríos y comida (aunque probablemente la completitud de su esencia se nos escape un poco).

Una cierta realidad externa a nosotros sí, pero "la historia" es algo de existencia mucho más dudosa. De ese mundo exterior recibimos información muestreada en el tiempo, incompleta y llena de ruido en cada uno de los canales perceptivos, redundante entre canales, aunque con concordancias dudosas. En resumen, la fidelidad de la información recibida a los objetos exteriores que la producen es precaria. La manera en que la evolución parece haber abordado esta cuestión es muy parecida a la que usamos hoy día en los laboratorios: disponer de un modelo computacional (una simulación) del mundo. En nuestro caso es un modelo mental. En ese modelo hay objetos. Un pedazo de material sólido, de bordes bastante definidos, que percibo de forma coherente con distintos sentidos:  lo veo y lo toco en el mismo sitio, la frontera que percibe la vista es donde los dedos encuentran rigidez; será lógico dotarlo de unidad, y darle un nombre. Y así sucesivamente vamos poblando nuestro modelo mental de objetos, personas, animales y relaciones entre ellos. Sueltas un objeto y cae al suelo, golpeas a una persona y se queja. Finalmente, el elemento clave para comprimir la información y disponer de un modelo mental operativo que nos sirva para tomar decisiones es la elaboración de "narrativas". Frases del tipo: "Esa persona estaba triste y ha dado una patada a una piedra que ha roto la ventana, ha sido un accidente" nos permiten generar un significado de los conjuntos de impresiones del mundo exterior. Y necesitamos ese significado para operar en ese mundo (recriminar al que tira la piedra, decidir quién paga el cristal roto, limpiar de piedras de la plaza...). 

Esos modelos mentales son personales: cada uno tiene el suyo, y parece que no son todos iguales. En cierto modo serán compatibles, ya que todos responden de alguna manera a un mundo exterior que es el mismo para todos, pero desde luego no idénticos. Ante la misma secuencia de acontecimientos en el mundo exterior, cada individuo recibe unas impresiones (no necesariamente iguales) y construye con ella su narrativa, que además de las impresiones incorpora creencias, convicciones, sentimientos y todo el bagaje personal. Cada persona el suyo. Así que cada persona construye su propia narrativa.

Supongamos un partido de fútbol importante, de esos que se filman con 15 cámaras, y dos personas viendo la misma retransmisión. La mediación tecnológica hace que la información que llega a las dos personas del suceso externo a ellos sea idéntica (supongamos que no oyen comentaristas). Aun así, los más probable es que ante una jugada dudosa, el hincha de un equipo interprete los datos a favor de sus intereses y el hincha del otro, en sentido contrario. Ni siquiera en una situación de laboratorio existe una narrativa única que considerar descriptiva del suceso.

Socialmente es necesario disponer de "narrativas oficiales" para poder tomar decisiones colectivas. El partido de fútbol ha de continuar de una única manera, hay que pitar penalti o dejar seguir el juego. Para ello nos dotamos de unas normas, unos reglamentos y unos individuos especiales entrenados en su interpretación, los árbitros, a los que les concedemos la autoridad de dictaminar cual es la narrativa que consideraremos oficial para la toma de decisiones colectiva. Esa cesión de autoridad la hacemos a regañadientes. Tanto que no es raro que se produzcan episodios violentos en los partidos de fútbol en los que distintas personas intentan imponer su verdad mediante la fuerza física. También somos conscientes de la fragilidad del proceso de oficialización de una narrativa, y se establecen procesos de revisión, mecanismos de apelación y tribunales de orden superior. La batalla está perdida de antemano, ya que no existe la narrativa objetiva (común a todos los sujetos), es imposible encontrarla. Lo mejor que se puede hacer es oficializar una que coincida con la mayor parte de personas posible, que sea aceptable por todos, etc. O sea, que la verdad oficial, la narrativa seleccionada, se construye con valores sociales.

El fútbol es un ejemplo en el que los apasionamientos que nublan el juicio son rituales y poco importantes (aunque a veces muera gente por ellos). También es un buen ejemplo porque las tomas de datos que se hacen de la realidad a juzgar son muy detalladas a veces. Pero lo mismo puede aplicarse a otros procesos sociales. Los periodistas construyen narrativas de la actualidad política, económica, etc. (y, lógicamente, hay distintos medios recogiendo narrativas alternativas sobre la misma realidad externa). Los historiadores son los profesionales de construir narrativas de lo acaecido en tiempos pasados (también con narrativas distintas a partir de los mismos datos disponibles). Por último, los jueces, como los árbitros en el fútbol, son las personas que tienen el encargo social de determinar las narrativas oficiales en temas de trascendencia jurídica (civil, penal, administrativa, ...) aplicando los reglamentos (leyes) que se han generado también de forma socialmente acordada (con más o menos consenso).

En este marco ideológico, el escándalo social por una sentencia no supone quebrar el estado de derecho ni la puesta en cuestión de la profesionalidad de los jueces. Lo que muestra es que los mecanismos en vigor para la determinación de la narrativa oficial no coinciden con los de una parte muy importante de la sociedad. Y además no coinciden de forma muy drástica. En el caso de "la manada" (que obviamente es lo que motiva toda esta digresión), ese disenso tiene implicaciones políticas importantes, marca modelos de sociedad, de roles de género muy distintos. Es pues una cuestión política, y ahí estamos mostrando muchas personas (cargos públicos incluidos) nuestra visión de lo que debería ser la sociedad en que nos gusta vivir.

Mi narrativa es la de la víctima. #YoTeCreo.

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