En casa de mis suegros hay una habitación que da al oeste. Allí, cuando el sol ya va muy raso, se proyecta multiplicado en la pared del fondo. Cada agujeterito de la persiana de la ventana que da al oeste da lugar a una imagen en la pared contraria.
Una habitación con una ventana es, en ciento sentido, como un ojo, una cámara en la que la luz entra por una abertura y se proyecta al fondo. En el ojo la cámara es esférica y en la habitación es un paralelepípedo, y las dimensiones son enormemente distintas. Tampoco tenemos en la habitación mecanismos de adaptación, ni de intensidad luminosa (el iris que cambia el tamaño de la pupila) ni de foco (el cristalino que se abomba para mirar más cerca). Si la ventana está cerrada y solo hay un agujero pequeño se convierte realmente en una cámara oscura y en la pared aparece una imagen invertida del mundo exterior. Cajal cuenta en sus memorias que de niño, sus travesuras le llevaban a castigarle encerrado un "cuarto oscuro" que resulta que tenía una abertura. Allí, en el interior de esa cámara fotográfica improvisada y gigante inició una afición a la fotografía, que le acompañaría toda su vida.
La habitación de casa de mis suegros no vale como cámara oscura capaz de producir imágenes nítidas, salvo de fuentes de luz muy potentes, como el sol. Pero de esa puede hacer muchas. Algo parecido a lo que debe ocurrir en el ojo compuesto de un insecto. En esos ojos, en vez de generar una imagen nítida en la retina, se crean muchas de peor calidad, cada una de una escena distinta. La percepción del animal seguro que es de una unidad (la evolución no seleccionaría otra cosa), pero una unidad construida a partir de ver, a la vez, distintos puntos de vista de la misma escena. Va a resultar que los cubistas querían mirar como si fueran moscas.
Esas decenas de soles proyectados en el fondo de la habitación se asemejan a lo que debe ser la percepción completa de un ojo compuesto. Una proyección cubista de una puesta de sol.
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