En 1973 se estrenó la película de Norman Jewison Jesucristo Super Star. La banda sonora de esa película, en casete, fue la primera pieza musical que tuve. En el 73 tenía 10 años, no creo que fuera entonces, pero quizá con 12. No recuerdo quien me la regaló o si me empeñé en comprarla o qué. Sí recuerdo que algunos compañeros del colegio la admiraban mucho, al igual que la banda sonora de Hair, por cierto. Escuché aquellas dos cintas hasta la saciedad, como diría Kiko Veneno, hasta que se arranquen los cachitos de hierroy cromo.
Hasta ese momento mi acercamiento a la música era el concierto de año nuevo y otros conciertos de música clásica, en televisión o discos, puestos por mi abuelo Leopoldo. En el coche mi padre ponía cintas de María Dolores Pradera y cosas parecidas, le recuerdo cantando al indiecito guaraní. El encuentro con una “ópera rock” fue todo un shock. Por alguna razón incomprensible me sentí identificadísimo con ese tipo de música y, a cambio, generé rechazo a la “música ligera” del momento. Visto desde ahora seguramente no es más que una manifestación de la adolescencia, incipiente a los 12 pero ahí asomándose. La oposición con lo anterior, especialmente con el padre, encontraba en la música un camino de rebeldía: la suya mal, la nueva bien. Nada original, la música rock ha cultivado esa imagen de contracultura juvenil, especialmente en la España de entonces, que vivía una adolescencia general ante los 40 años de paternidad recién periclitada.
En un curioso giro de guion, se me ocurrió que quería regalarle ese disco a mi abuelo. Tan amante de la ópera como era, quizá una ópera rock podría gustarle y “actualizarse” de alguna forma. Convencí a mi madre y le compramos el pack de dos casetes en un estuche estupendo. Lo agradeció cortésmente pero no le gustó nada (obviamente). Cuando murió mi madre y tíos me regalaron ese estuche que debe estar por alguna estantería de la casa; no así las cintas originales que se fueron a la basura con todas las demás hace unos años.
Hoy, en una de esas listas aleatorias, me ha puesto Spotify un tema de aquella ópera rock y han vuelto a mi memoria escenas olvidadas hace décadas. Tan grabada tengo en el cerebro aquellas cintas que enseguida he detectado que era otra versión y he tenido que buscar la “original” (en realidad la mía), la banda sonora de la película, no otra de las muchas grabaciones del musical que hay muchas. Por cierto, ahora entiendo la letra muy bien, y entonces apenas alguna palabra suelta. Iba a decir que me ha disparado la nostalgia pero en realidad no hay dolor (algia) en ese recuerdo. Mejor así.
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