viernes, 31 de marzo de 2017

Ciencia patológica y patología editorial

La Asociación Española de Comunicación Científica y la Cátedra de Cultura Científica de la UPV organizan una interesante sesión sobre la problemática de la "ciencia a presión". Han tenido a bien invitarme para que continúe con esas cosas del fraude científico de las que ya comentamos tiempo atrás. La presentación es la siguiente:

jueves, 30 de marzo de 2017

Diseño para todas las personas

Una vez más me han invitado a las Jornadas de Diseño de la Escuela Superior de Arte y Diseño de Corella. Todo un honor. La charla de este año va sobre como el diseño ayuda a hacer un mundo mejor. Lo que se proyectó es esto:


jueves, 23 de marzo de 2017

¿Emprendedor? (Cómo leer periódicos gilipollas)

Tras aumentar enormemente la productividad, el trabajo existente para darnos a todos de comer (y varios caprichitos más) no alcanza para todas las personas.

Esto se puede afrontar como algo sistémico y buscar soluciones globales (desde la política, la sociología, ...) o se puede individualizar. Tú serás de los que trabajen si te inventas tu propio trabajo. Y eso es algo que hay que dignificar.

Siempre han existido personas subcontratadas, autónomas, freelances... en resumen, formas de trabajo sin horario, sin derecho a estar enfermo, sin derecho a casi nada y con bajos sueldos. Entonces se inventó del nombre "emprendedor" y comenzó una enorme campaña de dignificación del mismo. No quiero decir que haya unas fuerzas ocultas que promuevan estas cosas, probablemente sea una característica emergente de la situación social. Ya que he de padecer estas condiciones, por lo menos que sea algo con reconocimiento social.
- ¿Qué es usted, un mierda, un proletario?
- No, por dios, un emprendedor.

Obviamente nadie se siente hoy día proletario, es mucho mejor sentirse "emprendedor". El valor positivo de la palabra es que esa mierda de trabajo que estás "comenzando" (que es lo que significa literalmente "emprendiendo") potencialmente puede convertirse en un gran negocio, una gran empresa. Qué eso no ocurra prácticamente jamás no importa. Parece que proletario es algo esencial, de lo que nunca se sale, mientras que emprendedor es una fase transitoria hacia el éxito. Pues no. A efectos prácticos, estadísticamente, son lo mismo.

Y ya contraponer la ficción del emprendedor con el único tipo de trabajo estable y con razonables derechos laborales que (aún) existe como si lo segundo fuera una abominación es algo de una indignidad que no encuentro palabras para describir (salvo insultos gruesos).

Ojalá mis hijos tengan un futuro laboral lleno de éxitos, en el camino que ellos elijan, pero que no se dejen engañar por gilipolleces. También confío en que los medios que dan pábulo a estas bobadas continúen su indefectible camino hacia la desaparición.

Disclaimer: Todo lo anterior sin prejuicio de los auténticos jóves empresarios que realmente arrancan visionarios proyectos de riesgo a un gran coste personal y que generan un enorme beneficio social. Porque los auténticos emprendedores si existen, han existido eiempre y no han sido educados para ello con recetillas de tabloide rancio.

miércoles, 22 de marzo de 2017

En la radio, sobre deshonestidad científica

La semana que viene hay una interesantísima jornada titulada "Producir o perecer: ciencia a presión". Sobre eso me han preguntado hoy en Onda Vasca y hemos charlado un rato. Un buen aperitivo para la jornada. Dejo a continuación el podcast, que tiene de regalo a Armentia hablando del cambio de hora y husos horarios y a Santiago Gaztelumendi hablando del día meteorológico mundial.


domingo, 12 de marzo de 2017

Sobre las tareas escolares de mis hijos

Es recurrente el debate sobre la cantidad de tarea que tienen los escolares hoy día. Enseguida se organizan grandes grescas porque cada contendiente habla de una cosa distinta. Todos estamos de acuerdo en que un niño de 5 años no debería tener dos horas diarias de tarea y que uno de 15 es razonable que tenga media o una. La dificultad está en encontrar el término medio adecuado. A este respecto mi opinión se basa en la experiencia desde la paternidad.

Siempre quisimos reforzar la actividad de los maestros y jamás recomendamos a nuestros hijos que dejaran de hacerla o que fuera inadecuada… pero cada vez hubo que tragar más quina para mantener el papel. De la mayor al pequeño van 8 años, y en ese tiempo hemos visto que las tareas comenzaban cada vez más pequeños, eran de mayor duración y, lo verdaderamente dramático, más irrelevantes.

Tarea de inglés: colorear (cosa que, lejos de ser un entretenimiento, mis hijos han odiado siempre). Tarea de matemáticas: escribir en una cuadrícula los números del 1 al 100 (sabiendo contar a la perfección desde hace meses). Los ejemplos serían inacabables. Hablamos con las tutoras y tutores muchas veces. La respuesta típica es que toda la clase debía hacer la misma tarea, a unos les resultaría aburrida y a otros inalcanzable, pero la justicia parece ser el mismo café para todos.

Otro frente de batalla fue la agenda, porque para saber la tarea que tienes hay que llevar una agenda. Se supone que hacerlo, apuntar lo que se manda y saberlo consultar, es obvio; nadie lo enseñó nunca pero se exigió siempre. Y si no lo hacen bien… es problema de ellos.

La última queja es la escasa realimentación del proceso. Si no se recoge, se corrige y se valora la tarea con sistemática ¿para qué se manda? Se hacen controles aleatorios para verificar si la hacen o no pero no se corrige con sistemática. Entonces se percibe más como una pura carga de trabajo (casi un castigo) que como una actividad educativa de pleno derecho.

En resumen, mi queja respecto de las tareas (que no sé si es la más habitual) consiste en lo siguiente:
-    Tarea igual para todos, no orientada a objetivos individuales de cada alumno
-    Objetivos inespecíficos: “que aprendan a concentrarse para el futuro” y cosas así
-    Abundancia de tareas irrelevantes y desmotivadoras
-    Escasa realimentación con las tareas que eran de cierta entidad e interés
-    Aumento importante de la cantidad de tarea (a cada edad) en los últimos 15 años.

Por supuesto que esto no agota el tema. Está la cuestión de que la tarea profundiza en las diferencias socioculturales entre alumnos, la interferencia con otras actividades que la escuela cubre mal (educación artística, musical y deportiva) que se tienden a desarrollar en extraescolares, o la consideración sobre si el trabajo extra no sería más razonable desarrollarlo en un horario escolar extendido, entre otras. También es importante dejar claro que esta crítica a las tareas de mis hijos no va contra ningún maestro en particular ni contra la profesión en general, sino contra un estado de opinión y un hábito que se ha generalizado poco a poco.

Hasta aquí 530 palabras, no mucho, pero en las próximas discusiones en tuiter ya tendré algo a lo que referirme un poco más extenso que los 140 caracteres ;-)