domingo, 7 de febrero de 2021

Elecciones y pandemia


Quizá un día me pregunten mis nietos qué hacíamos cuando la covid, cómo fuimos tan irresponsables socialmente. Y es que cuando se mira con distancia parece inconcebible que mientras unos miran a la muerte cara a cara, otros sigan sus vidas con normalidad. Sin embargo cuando estás dentro no hay conflicto: no solo es concebible, es inevitable. También es muy triste.

Si en vez de nietos ponemos directores de cine, hemos visto esa incredulidad y ese reproche en multitud de películas, sobre todo bélicas. Mientras Forrest Gump anda esquivando balas por la selva, su madre sigue en Alabama como si no pasara nada en absoluto; y culpamos a los políticos que urdieron tamaña ignominia y de que ni siquiera atienden con justicia a los veteranos que retornan mutilados.

Ahora estamos dentro de una de una emergencia de esas, mueren personas a diario, hay profesionales lidiando con esas muertes, intentando minimizar las de hoy y evitar que haya más en el futuro. A la vez la vida sigue, hay que ir al colegio, a la fábrica, sostener la hostelería y hasta celebrar elecciones…

Cuando me hablaba mi padre de la guerra civil siempre me preguntaba cómo se sentirían al oír en las noticias que el frente se les iba acercando. Ahora ya lo sé. Igual que me siento yo viendo venir la tercera ola de la epidemia; sabiendo que cualquier reunión masiva de personas que no se reúnen habitualmente generará nuevos brotes, con sus muertos, lisiados y agotamiento de cuidadores. Viendo como se organizan unas elecciones en las que, inevitablemente se van a poner en contacto muchas personas que no lo harían si no las hubiera. Incluso garantizando el derecho al voto a las personas infectadas. Claro que se intenta lavar la conciencia con gel hidroalcohólico; ya que mandamos soldados que al menos lleven casco. Pero todos sabemos que habrá muertos, muchos muertos evitables derivados de esos comicios.

Entiendo que no se puede parar totalmente la vida más allá de unas pocas semanas como las que vivimos en marzo y abril del 20. Si no hay producción habrá hambre y los muertos que evitemos de un lado surgirán por otro. No se puede condenar a una generación a la ignorancia. También entiendo que diferentes personas, desde sus posiciones morales y con distintas escalas de valores, ponderarán de distinta forma unos riesgos y otros...

Recordemos que riesgo es la probabilidad de un daño. El daño en el caso de celebrar los comicios se mide en muertos. ¿Cuál es el daño de no celebrarlos? ¿Qué personas sufren unos y otros? Me ahorro contestar esas preguntas y continuar el análisis. Desde mi escala de valores tengo claro que en este caso no hay “bienes a preservar” que justifiquen la ola de contagios que derivará de la fiesta de la democracia prevista para la semana que viene. Al menos les podré decir a mis nietos que sí se veía venir, que a algunos no nos gustaba, pero que el mundo parece ser que funciona así.


Sobre lo de ver venir tragedias recuerdo haber escrito ya, era 2012

La figura está tomada de un trabajo analizando (menos sentimentalemnte y más prácticamente) como concitar la necesidad de celebrar elecciones con la evitación de contagios.

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