Lleva unas horas dando vueltas a lo loco por las redes sociales esta captura de una conversación entre una abuela y su nieta.
Como tantos chistes, tienen gracia porque son verdad. Hace poco me decía mi hijo pequeño que la madre de una compañera suya "tiene un lío entre homosexuales y veganos..."
Llevo un tiempo dándole vueltas a la cuestión de la construcción de la identidad individual. Una inquietud que me ha surgido precisamente de intentar entender cosas de mis hijos que me tenían muy despistado. Igual para los profesionales de estos temas es muy obvio, pero a mi me ha llevado un tiempo concluir que una parte importante de la construcción de esa identidad consiste en posicionarse respecto de dilemas planteados en el entorno en que te mueves. Y cuanto más conflictivo es el problema más importante es ese posicionamiento.
En los territorios en los que no hay dilemas territoriales la gente se siente de su país pero sin estridencias, en cambio donde hay un cuestionamiento nos vemos forzados a alinearnos con energía en algún lado, con suficiente energía como para que sintamos que ese tema forma parte de nuestro ser, nuestra identidad.
Entre la generación de mis hijos y la mía (la de la abuela el chiste) han aparecido dos temas totalmente nuevos; justo esos, sí, la orientación sexual y el posicionamiento alimentario. Claro que existían homosexuales y veganos en mi infancia, pero los unos estaban al margen de la ley y los otros en la India. No eran cuestiones socialmente abiertas, sino todo lo contrario, expresa y a veces violentamente excluidas del espacio público. En aquellas familias no había hueco para elegir lo que se comía, bastante había con tener suficiente alimento como para entrar en consideraciones dietéticas de ningún tipo. Y no digamos para la más mínima manifestación de género diferente del obviamente asignado.
En unos pocos años (menos de lo que parece) la percepción social de estos dos temas se ha dado la vuelta como un calcetín. Y siendo cuestiones abiertas, y relativamente conflictivas, la respuesta ante ellas tiene ese toque esencialista. No es que tiendas a comer tal o cual, es que desarrollas una “identidad alimentaria” con nombre, etiqueta. Se mantienen conversaciones con los pares y se van puliendo detalles, te agrupas con colegas que se identifican de forma similar, o cuando menos que manejan el mismo argumentario a la hora de posicionarse.
Más o menos a la vez se han incorporado esos dos temas, la orientación sexual y la alimentaria, ambas como elementos de la identidad personal, ambos fuera de la conversación en la juventud de la generación de los abuelos. No es raro por tanto que se líen. Por cierto, ojalá todas las personas de esa generación se liaran con el cariño y aceptación de la abuela del meme.
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