A veces nos ponemos estupendos hablando sobre las relaciones entre ciencia y política. Con lo fácil que es darse cuenta de lo que está soportado por la evidencia y lo mal que lo hacen los representantes elegidos para incorporar eso en sus decisiones… Hasta que un día te ves de parlamentario teniendo que ser tú quien decides. Porque, aunque la escala sea muy distinta, una junta de vecinos es un pequeño parlamento, una asamblea en la que un grupo de personas debe tomar decisiones ateniéndose a un reglamento. Y a todos nos toca alguna vez ir a una junta de vecinos.
En la última en que me he visto, se presentaba el informe de un técnico sobre los problemas del edificio que requieren algún tipo de reparación (o no) de forma más o menos urgente. Cuando nos enfrentamos al asunto, comprobamos que abordar la lista completa resultaba un poco caro para la mayoría. Además, cada vecino vive de forma diferente cada problema. El que para algunos es acuciante, para otros apenas existe, y viceversa.
¿Es el técnico realmente independiente y nos da su verdadera opinión experta o hay algún conflicto de intereses? ¿Hay alguien en el vecindario con intereses inconfesables? Seguramente, como casi siempre, esas teorías de la conspiración no tienen fundamento real. Pero si sirven para apoyar mis intereses particulares (i.e. gastar el dinero justito en las reparaciones que me afectan a mí y nada más) es muy probable que me sienta inclinado a considerarlas. Y las creeré de forma “automática”, no voluntaria y reflexiva. Se cae en esas ideas como en las ilusiones ópticas.
La ciencia es (entre otras cosas) el mecanismo que nos hemos dado para generar conocimiento lo más independiente posible del sujeto. Para ello requerimos la realización de experimentos, la máxima difusión de las evidencias obtenidas y la confrontación de las ideas. Del consenso de los expertos, basado en las evidencias, se obtiene el mejor conocimiento disponible en cada momento. Ese proceso es mucho más confuso y doloroso de lo que cuentan las versiones simplificadas de los libros de texto. Y para muestra, el informe de la junta de vecinos que, en su punto más conflictivo, va a requerir una segunda opinión experta.
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