Al cerrar el libro me he quedado pensando en la potencia del conocimiento ahí empaquetado. Una partícula alfa y un núcleo son invisibles, pero un asteroide acercándose a la tierra es básicamente el mismo problema y puede ser muy relevante conocer ese punto de máxima aproximación. Preocupados por atisbar utilidades inmediatas de cada pieza de conocimiento en el momento de aprenderlo es difícil apreciar esa potencia de largo plazo, la integración exponencial que se produce entre unas piezas y otras.
Parece ser que las habilidades mentales no se transfieren fácilmente de unos campos a otros. La destreza adquirida al ajedrez no se convierte en capacidad para otros juegos o actividades como sí ocurre con la fuerza muscular adquirida artificiosamente en el gimnasio, que sí sirve para levantar cajas o subir escaleras. Parece que la evidencia científica es cada vez más sólida en ese sentido, los planes de entrenamiento del cerebro con pasatiempos y ejercicios artificiosos no son útiles.
La verdadera mente “musculada” es la que sabe cosas, la que incorpora un abanico de conocimientos grande. Cuantas más cosas se saben, más fácil es aprender otras nuevas. Además, más divertido resulta, más gratificante es encontrar conexiones, se pasa mejor. Quizá ese búsqueda de los estudiantes por la utilidad inmediata del conocimiento es una especia de agujetas del cerebro poco musculado que se queja de un esfuerzo que aún le resulta costoso. Por cierto, a esa musculación de la mente le llamamos cultura, y, obcecados por su poder, no enfatizamos bastante lo divertida y gratificante que resulta.
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