Hace unos días me invitaron a una jornada de prospectiva y en una mesa de trabajo me sorprendí mucho cuando alguien dijo que había que trabajar en la gobernanza del ecosistema. Esa sorpresa me lleva escribir esa entrada, da igual, al menos de momento, qué ecosistema de qué prospectiva se trataba. 
Los ecosistemas no se gobiernan ¿no? Es un oxímoron. Si lo haces dejan de ser ecosistemas y se convierten en granjas o jardines, según con qué objetivo se plantee el gobierno. Quizá el problema está en que abusamos de la metáfora del ecosistema para referirnos a sistemas, sin más, sin “eco”. 
El ecosistema de la innovación sería un entorno donde están geográficamente próximos, y con interacciones entre ellos, los diversos agentes que intervienen en esa actividad: centros formativos (universidades, sobre todo), centros tecnológicos y empresas fundamentalmente (aunque pueden identificarse algunos agentes más). El famoso “silicon valley”, en la bahía de San Francisco, sería el ejemplo paradigmático de ecosistema de la innovación, un modelo que han declarado tener como inspiración multitud de municipios españoles a la hora de crear polígonos industriales. 
A lo largo de los años he asistido a un montón de reuniones que, hoy me doy cuenta, eran intentos de crear (¡y gobernar!) ecosistemas. Reuniones en las que charlas inspiradoras pretenden animar el espíritu en la dirección correcta y que acaban con un vino para engrasar el “networking”, que debe ser lo fundamental, el establecimiento de relaciones entre agentes. 
Hay una serie de cosas a las que no se puede obligar. Nadie disfruta por obligación. Nadie se divierte, ni siquiera se ríe de un chiste, porque lo mande el jefe. Cuando uno va a una reunión porque hay que ir, sin un objetivo claro y sin sentirse autorizado a representar a la organización que te manda, es difícil que surjan relaciones interesantes. Como mucho disfrutas del canapé. 
Sí que, a veces, hay personas que se mueven bien en esos ambientes indefinidos y son capaces de generar relaciones provechosas, pero casi siempre el provecho es personal, no corporativo. El mejor ecosistema se dará en un entorno de suelo fértil y condiciones ambientales generosas y estables. Lluvias predecibles y abundantes año tras año. Es la estabilidad la que proporciona el tiempo para que la evolución actúe y las distintas especies se especialicen cada una en su nicho y el conjunto se enriquezca y crezca variado y resiliente. En el caso de la investigación y la innovación la metáfora es clara: dinero abundante y predecible (convocatorias mantenidas muchos años sin cambios). Menos esfuerzos de gobernanza y más paciencia, mucha paciencia.

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