Una parte importante de la sensación de que algo es real la produce la concurrencia de las distintas experiencias sensoriales que produce. Veo una taza en la mesa, estiro la mano y cuando veo mis dedos en contacto con ella siento la presión, cuando la levanto siento el peso, cuando la llevo a mi boca la noto en los labios… y así todo el rato. Un objeto tan “coherente” en cuanto a su interacción conmigo, con mis sentidos, es un objeto real. Es mi interpretación de lo que es un objeto real al menos.
Así pues, en la medida en que introduzca dispositivos tecnológicos que divorcien las experiencias sensoriales estoy rompiendo las reglas que conforman mi sensación de realidad. Y al revés, si se consiguen hacer confluir experiencias sensoriales inducidas tecnológicamente tenemos una realidad nueva. Justamente eso es lo que se ha dado en llamar “realidad virtual”. Es realidad porque cumple esa característica de coherencia sensorial, pero es virtual porque no está producida por objetos naturales tradicionales, sino por diseños tecnológicos artificiales, voluntariamente creados así.
Parece ser que la privación sensorial produce unos efectos muy potentes en las personas. Durante tiempos reducidos se usa para facilitar la meditación o como terapia, pero durante tiempos prolongados (y sin el consentimiento del sujeto, claro) es un método tortura. ((Algo que también da su juego en determinadas prácticas sexuales, pror cierto))
En la información que encuentro sobre el tema leo que la privación sensorial se puede conseguir bloqueando la llegada de estímulos externos o, al revés, saturándolos con un estímulo intenso. Justo eso he hecho en mi paseo al ponerme unos cascos que tapan el sonido de la calle y hacen sonar música en su lugar. Y eso es lo que hacen muchas personas a menudo para ir en transporte público. Parece lógico, en los momentos en que la realidad es poco interesante podemos superponerle una realidad alternativa, siquiera sea parcialmente.
Ya de vuelta a casa he visto unos vecinos a lo lejos e instintivamente me he quitado los cascos; supongo que necesitaba unos segundos para volver a situarme plenamente en la realidad antes de se operativo en ella y poder interactuar con los vecinos de forma normal. A otras personas, a mis hijos, por ejemplo, no les cuesta nada pasar de ese modo desdoblado al “normal”, debe ser que me pilla mayor esto… o que le doy demasiadas vueltas, que también puede ser.
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