Cada vez está más de moda el micromecenazgo, la posibilidad de apoyar económicamente (con pequeñas cantidades) a diversos proyectos para que salgan adelante. En el caso de proyectos científicos no me parece una buena idea. En otros no tengo una opinión tan claramente formada. Las razones para esta oposición son de tres tipos, como micromecenas, como profesional de la ciencia y como ciudadano.
Como ciudadano, potencial micromecenas, por un lado no tengo una renta disponible para esta actividad, dado que tradicionalmente no existía, e incorporarla a la rutina diaria exige detraerla de otros fines. Por otro lado, más importante, no tengo criterio para elegir. Si me ponen delante un periódico de temas científicos (como Materia, que antes de unirse a El País solicitaba apoyo), una investigación biomédica, una en matemática aplicada y otra en metamateriales ¿cuál debo elegir? Además me tengo que informar de la capacidad de que ese dinero sea bien empleado, es decir de la solvencia del grupo de investigación, de las probabilidades de éxito, etc. También de consideraciones políticas (no solo científicas), ya que podría acabar financiando la curación de la hepatitis y acabar contribuyendo al problema sociopolítico del Sovaldi. Ni tengo dinero ni tiempo para hacerme un máster en todos los temas posibles.
Como científico profesional considero parte de mi deber explicarle al público en general la parte que me toca de en qué se gastan sus impuestos (y de hecho lo hago, en este blog entre otros mucho cauces). Pero una cosa es rendir cuentas a posteriori y otra muy distinta la dedicación a actividades promocionales, sean estas las que sean. La solicitud de fondos públicos (o privados, pero no "micro") requiere un esfuerzo de preparación de un proyecto, pero eso es parte de la propia actividad investigadora, además es un esfuerzo limitado en el tiempo (una vez cada dos o tres años) para la consecución de unos fondos razonables. La competición en el dominio de una agencia de financiación se juega con el currículum y con las líneas estratégicas de desarrollo científico que se haya fijado dicha agencia (estatal, regional o europea). Mientras que en el micromecenazgo se juega con el interés popular de los temas y con la capacidad de hacerlos publicitariamente interesantes. Un vídeo con un niño enfermo de cáncer en el que se reclaman fondos para su curación no juega en la misma división que un estudio sobre matemática aplicada (aunque quizá se acabe utilizando sus resultados en un escáner que servirá también para curar).
Como ciudadano espero del Estado, a través del gobierno que lo gestiona en cada momento, una política científica clara, con visión de estado, con una financiación suficiente y, sobre todo, estable y sostenida en el tiempo. Confío en que se dediquen los profesionales adecuados a definir esa política y a ejecutarla. Claro que esto no es incompatible con el micromecenazgo, pero la extensión de la idea de que con una aportación individual ya se está contribuyendo a resolver el problema me da miedo, por que esa satisfacción inevitablemente relaja la presión sobre los gobernantes. Prefiero ciudadanos comprometidos con la cosa pública que microfinanciadores de proyectos aleatorios.
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La extinta CajaNavarra tuvo durante unos años un programa de distribución de su obra social basado en los votos de los clientes ("tu eliges, tu decides"). Era un proyecto de micrimecenazgo solo que con "pólvora del rey", ya que ese dinero no era tuyo pero si decidías su destino. En ese programa fui mecenas como cliente de la caja y beneficiario como miembro activo de una ONG. En los últimos años no había filtro previo por la calidad de los proyectos y llegó a haber más de 15.000. Obviamente nadie se los leía, y la lucha por el voto del cliente acabó generando mesas petitorias a la salida de los supermercados y otras situaciones a cual más denigrante. Los proyectos eran anuales y no se conocía el grado de financiación obtenido hasta comenzado el ejercicio de gasto. Esto impedía una planificación de largo plazo y una optimización de los fondos conseguidos. No me quiero extender con el ejemplo, pero mi percepción fue de dilapidación de fondos e ilusiones. En nombre de la libertad individual se cayó en la desorganización y la ineficiencia. Pero no puedo evtar recordarlo cada vez que veo una plataforma de micromecenazgo científico
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