Protestas contra el proyecto de talar unos árboles para darle un uso más urbano al espacio que ocupan. El imparable aumento de seres humanos ha ido adaptando el terreno a sus necesidades y, en muchos casos, los árboles estorbaban. Quizá ese aumento de población no sea tan imparable como solemos creer; cuando se mira con atención es fácil comprobar que realmente se está frenando a un ritmo vertiginoso que nos aboca a lo que se ha llamado “invierno demográfico”.
En muchas familias de boomers aburguesados acometimos reformas de nuestras casas al ver que nuestros hijos crecían y nos lo podíamos pagar. Buscando que cada uno tuviera su habitación, para acomodarnos mejor, nos pusimos a la tarea. Al poco de acabar la obra, cuando no antes, esos hijos empiezan a hacer una vida por su cuenta y dejan de vivir en esa casa diseñada como si su presencia fuera a ser permanente. Su éxodo es señal de que las cosas han ido bien, era el destino esperable, inevitable. Y a pesar de ello no lo vimos venir cuando pensamos en reformar la casa.
Como sociedad deberíamos ser más inteligentes que esos boomers expansivos. Seguramente no hacen falta más asfaltados, circuitos de formula uno o aparcamientos subterráneos. Sí hacen falta algunas viviendas más en este momento del pico de población, claro, pero haríamos bien en moderar al máximo la urbanización de paisajes naturales, especialmente la eliminación de árboles, para crear espacios que, como la habitación de los adolescentes, van a ser utilizados muy poco tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario