jueves, 8 de diciembre de 2022

La moralidad y lo woke

La idea de que hay cosas buenas y malas la tenemos muy arraigada. Tanto que lo normal es plantearse qué es lo bueno, no por qué hay cosas buenas. O al menos ahí estaba yo, más en la concreción de la moral que sientes personalmente que en la reflexión sobre el hecho de la moralidad. Y por esas maravillas de tuiter empecé a leer sobre esto gracias a Pablo Malo (@Pitiklinov), cuyo libro “Los peligros de la moralidad” me encantó. Hace poco se ha publicado una charla en la que resume los puntos fundamentales (ver).

No es cosa de que haga yo un resumen del resumen, pero sí unas pinceladas para introducir mi desacuerdo, que es lo que me lleva a escribir estas líneas. En mi opinión hay dos partes bien diferenciadas, (i) el análisis de los que es la moralidad (origen biológico, valor evolutivos, etc.) y (ii) la aplicación de esos conceptos a explicar cuestiones de la actualidad. 

El análisis me parece impecable y excelentemente documentado. La moral son un conjunto de normas que tienen un lado bueno (la cohesión de grupo) y uno malo (son principios absolutos que no admiten el disenso). Tendemos a disfrutar el lado bueno en "nuestro grupo" y el malo alimenta el odio a los demás (i.e. tribalismo).

Pero el análisis de la moralidad en la actualidad no me convence. Parece que vivimos tiempos en los que cada vez más cosas entran en el ámbito de lo moral y por eso el mundo se polariza y violenta. La cultura de la cancelación o los “linchamientos” en redes sociales serían ejemplos paradigmáticos de ese hecho. El vídeo termina recomendando que quitemos carga moral al día a día, que no le pidamos a las empresas gestos morales (cursos de anti-racismo a sus empleados  y cosas así) sino que hagan buenos productos.  

Mi problema parte, sin duda, de que esas consideraciones no encajan con mi sesgo de confirmación. Yo no veo problemáticas las mismas cosas que el autor, no las siento como malas, no atentan contra mis principios morales. Pero aún sabiendo que parte de ahí, debería ser capaz de sustanciar racionalmente una postura diferente. A eso dedico los siguientes párrafos.

En el ecosistema mental del convencimiento personal diría que hay toda una gradación de proposiciones, al menos las siguientes:
•    Sospecha (algo que pudiera ser cierto, pero tanto como no serlo)
•    Creencia vaga (suena razonable, pero no me extrañaría si no fuera cierto)
•    Creencia (me lo creo, me costaría renunciar a esta idea, pero ok si la evidencia es fuerte)
•    Convencimiento (hace falta evidencia muy reforzada para que me saquen de aquí)
•    Principio (posicionamiento personal inamovible, pero del que admito disenso)
•    Precepto Moral (no solo lo creo, sino que tu también has de cumplir con ello)

Seguro que se pueden incorporar más matices, pero creo que me vale con eso. La idea fundamental es que tenemos todo un ecosistema de ideas a las que conferimos distinto grado de certeza y adherencia (por que no es lo mismo creer que algo es de una manera que actuar en consecuencia), y el precepto moral está en la cúspide de ese ecosistema. El grado de identificación que sintamos con un precepto afecta a como actuamos respecto del mismo. Las sospechas no nos producen movimiento, como mucho, en caso de que el tema nos importe, a intentar verificarla o refutarla. En el lado contrario, por hacer valer un precepto moral llegamos a plantearnos emplear la violencia (algo contrario a casi cualquier código moral). 

"Estos son mis principios y, si no le gustan, tengo otros" famoso chiste de Groucho Marx, es un chiste porque se supone que los principios son inamovibles. Inamovibles para una persona, pero no esperamos que los demás los compartan. La gestión social de los principios sería la política, sistemas sociales de confrontación de principios (discusión) y agregación de preferencias (votaciones). Sin embargo la frontera de la moralidad es dura (como bien señala @Pitiklinov). Si mi posición sobre el aborto entra en el ámbito de los principios (o convicciones) estaré dispuesto a aceptar lo que decidamos socialmente; en cambio si lo percibo como moral no lo aceptaré, al menos de buen grado. El "integrismo" sería el desplazamiento de la frontera de lo moral hacia terrenos que los "no integristas" perciben “solo” como convicciones. No se avienen a discutirlas en el marco de la política, el integrismo ha de imponerse como sea, dado que todo su posicionamiento es esencialmente moral.

A la vista de todo esto, quizá el problema actual no es que haya más moral que hace unas décadas, sino que hay otra. El (casi) monopolio de las visiones morales lo han tenido históricamente las religiones. Tan importante es su influencia que aún declarándose el Estado como aconfesional y la igualdad de todos ante la ley, mantiene una excepcionalidades en favor de preceptos católicos muy relevantes, empezando por la jefatura del estado, que aunque no ponga que lo es "por la gracia de dios", por algo está al margen de la ley. Además quienes la encarnan son expresamente católicos. Todas las consideraciones políticas sobre temas que la religión católica entiende dentro de su ámbito moral resultan especialmente problemáticas, y su tratamiento se ha retrasado mucho (en términos históricos) respecto de cuestiones equivalentes "no morales" (véase divorcio, matrimonio homosexual, cuidados paliativos o eutanasia). 

El llamado heteropatriarcado no dejan de ser un conjunto de principios, más morales que políticos, que se transmiten culturalmente de manera tácita; por que muy pocos defienden el machismo en términos explícitos y racionales. En la mente de algunos esos preceptos morales tradicionales ya no están vigentes, se ha operado una especie de desvelamiento o despertar ("woke") que permite observar con distancia esos preceptos en los que se vivía inmerso y rechazarlos conscientemente. Yo no creo que las acciones de estas personas estén más imbuidas de moral que las de aquellas que pretenden sustituir. Especialmente por que ese cambio se plantea como una acción política. La decisión de un colectivo de no comprar determinados productos o escuchar determinados discursos es una acción fundamentalmente política (aunque puede que algunas personas lo vivan de una forma más integrista que la mayoría). Y ese supuesto señalamiento moral tan común en las redes sociales no deja de ser un acto de propaganda política de las propias posturas, equivalente a las líneas editoriales de los medios de comunicación de toda la vida. 

En resumen, quizá no se trata de un aumento global de la moralidad, sino de una sustitución de preceptos morales invisibilizados, de tan asumidos que estaban, por otros muy llamativos. En cualquier caso, siempre atentos a las evidencias, parece que en la polarización política (internacional) sí que se correlaciona con incrementos de la moralidad (hay estudios sobre la terminología usada, etc.). Más difícil es saber que es causa de qué y menos aún el origen, por que desde niños, todos pensamos que “has empezado tu”.

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