miércoles, 3 de junio de 2020

En la libertad universitaria ¿estamos a setas o a Rolex?

En plenas protestas por el asesinato del ciudadano negro George Floyd en EEUU y con movimientos de solidaridad extendiéndose por todo el mundo, Spotify crea la lista de reproducción “Black Lives Matter”. Ese es el eslogan reivindicativo más común de este movimiento, ¿está aportando solidaridad y apoyo o se lo está apropiando con fines comerciales y consumistas?

En primero de carrea (1982) me presenté al claustro universitario, y me sorprendió que todas las sesiones comenzaban con una serie de declaraciones previas, en las que nunca faltaba la condena del bloqueo estadounidense a Cuba, que nada tenían que ver con el orden del día. En ocasiones las discusiones sobre esos posicionamientos previos se enconaban y ni siquiera se llegaba a abrir la sesión. Posicionarse como comunidad universitaria frente a todo lo que ocurre en la sociedad es complicado y muy poco práctico, pero ¿no debe posicionarse frente a ninguna situación?
Parece que las cosas no son blancas o negras, y en la elección del tono de gris que ya nos resulta insoportable a cada uno hay que hacer un ejercicio de reflexión importante.

En esta misma línea, ha habido multitud de discusiones últimamente sobre la conveniencia de limitar la libertad de expresión en entornos universitarios, frente a permitir pseudociencias y mentiras rampantes. Creo que para profundizar en esta cuestión es interesante el análisis que comentábamos hace unos días sobre la agregación de conocimiento científico para generar enunciados de relevancia social (video, texto).

No es lo mismo discutir sobre la sección eficaz del boro (o sobre la eficacia clínica de la lejía) que sobre la conveniencia de construir una central nuclear concreta o si hay que hacer obligatorio el uso de mascarillas. Las primeras son cuestiones científicas, donde la evidencia tiene un peso definitivo. Ahí, sostener posturas contrarias a la evidencia es “pseudocientífico”. Las segundas son decisiones sociales, políticas, y en ellas cabe una discrepancia en función de la forma de agregar conocimiento científico, interpretar lo que no se sabe y asumir unos u otros valores.

En línea con lo anterior, en mi opinión no es sensato invitar a un representante de Greenpeace (por el hecho de serlo) a una discusión científica sobre la calidad de los metaestudios que analizan la influencia sobre la salud del glifosato o de los transgénicos. Sin embargo me parece casi imprescindible contar con tal representante para discutir sobre el futuro del medio ambiente.

Otra cosa es qué proporción de la actividad universitaria debería dedicarse a cuestiones del primer tipo (la mayoría) y cuantas del segundo (solo en cuestiones muy relevantes en momentos muy especailes). Pero ese tono de gris, como los antes comentados, hay que rumiarlo con cuidado. En el caso de las instituciones, como la universid, la responsabilidad última corresponde a sus autoridades elegidas.


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El chiste sobre el título, por si alguien no lo conoce:
Iban dos vascos por el monte buscando setas y de pronto uno de los dos encuentra un rolex de oro en el suelo y se lo comenta alborozado a su compañero, el cual le responde enfadado: "Patxi, a ver si nos centramos, ¿estamos a setas o a rólex?".

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