Hace frío esta mañana, me lloraban los ojos de camino al despacho, y lo he disfrutado. Seguramente aún en modo nocturno, con sueño y apenas empezando a amanecer, pensaba en que quizá me quedaban pocas veces de sentir ese frío en la cara. Este invierno está siendo templado, la semana pasada una mañana estábamos a 13 grados en vez de los 2 de hoy. El verano pasado fue el segundo más caluroso de la historia en esta ciudad (y en el mundo, creo).
Imaginaba la reacción de un pariente cercano, militante de ese partido de la barbarie; me diría que soy un sensiblero y que no hay pruebas de que esto vaya a ser así, que el miedo climático es un invento ideológico para imponer determinadas políticas.
Claro, ¿y si cuidamos el planeta (y a nosotros mismo) y no era necesario? ¿De verdad hace falta una sentencia de desastre totalmente confirmada para hacer las cosas bien? Es más bien al contrario, hace falta un velo ideológico para pensar que el crecimiento puede ser infinito, que el planeta lo aguanta todo y que lo bueno es seguir compitiendo con la naturaleza (y con nosotros mismos). Compitiendo por quién construye una torre más alta o tiene el coche más rápido. Disfrutando de ir a por y aparcar en la puerta, de tener reuniones remotas a las que ir en avión, privado si puede ser. Extasiarse con la libertad de tomarse una cerveza en un entorno de aire insalubre.
La opción ideológica de construir de forma que se pueda hacer vida andando, que se interactúe con las personas que viven cerca, que disponga de áreas vegetales, arbolado que, cuando menos, de sombra, esa opción ideológica es peligrosa. La opción de evitar competiciones para que lo habitual sea la colaboración, la de ocuparnos entre todos (todes mejor dicho) de los que peor lo tienen, de mutualizar riesgos, todo eso es peligroso.
Y para evitar esos peligros hay que insistir en que el modo de vida agresivo, competitivo y consumista es el que da la verdadera felicidad y, por supuesto, es seguro. Y si para mantener ese convencimiento hay que negar evidencias científicas, se niegan. Y si para ello hay que deslegitimar la ciencia en general, se deslegitima. ¿O es que me van a hacer creer a mi que la tierra no es plana si lo estoy viendo con mis propios ojos?
Sabiendo que a elles les parecerá tan absurda mi elección como a mi la suya, aquí me quedo, disfrutando de la mariconada de añorar el fresquito mañanero en un planeta esférico.
1 comentario:
El velo ideológico se necesita solo para seguir con nuestra vida como hasta ahora (consumismo, contaminación, etc.) sin sentirnos culpables. Es simplemente vaguería.
Publicar un comentario