Hace unos años hizo fortuna la expresión "nativos digitales" para hacer referencia a los jóvenes que habían nacido ya en un mundo digital. Se les suponía una habilidad innata para el manejo de esos dispositivos. Aunque aún se escucha esa expresión, es indudable que no existen conocimientos digitales innatos, y que si hay un uso temprano de dispositivos, lejos de conducir a un uso más fluido, genera vicios y malas costumbres. La realidad es que todos somos colones digitales. Como un carromato de personas enfilando hacia el sol poniente en los estados unidos del siglo XIX, adentrándose en lo desconocido.
Se ha creado un entorno digital, un conjunto de servicios interconectados a través de internet al que accedemos a través e nuestro ordenador o nuestro móvil. En ese entorno hay espacios de ocio (juegos), de relación (redes de amigos, conocidos o incluso enemigos), de negocio (videorreuniones, teletrabajo) o de comercio. Es un entorno interconectado también con los preexistentes, no es un mundo al margen de la realidad, las personas con las que te relaciones o el trabajo que realizas existen en el mundo real. Es como si en la ciudad que habitamos se hubiera construido un nuevo lugar, solo que este es digital en vez de físico, accedemos con la mediación de un dispositivo.
Nuestros padres y abuelos nos enseñaron a habitar los espacios físicos: a mirar a los dos lados de la calle antes de cruzar o a no aceptar caramelos de desconocidos, por ejemplo. Nos acompañaron a excursiones, restaurantes, cines o supermercados. Con ellos, de manera natural, aprendimos qué se hace en esos lugares, cómo se trata con las demás personas que hay allí, la forma en que se espera que vayamos vestidos o las actitudes que resultan convenientes. La socialización en el espacio físico es tan obvia, tan natural, que ni reparamos en ella. Sin embargo, en ese nuevo "barrio" que es el entorno digital entramos todos juntos por vez primera, sin experiencia previa. Abuelos, padres e hijes, como los colonos en su carromato.
Nos dieron "tierras gratis" en el nuevo espacio: correos electrónicos, blogs y servicios varios, y los pioneros que fueron más hábiles les sacaron partido y se convirtieron blogueros o youtubers de éxito. También hubo quienes, ante la ausencia de unas fuerzas del orden bien establecidas, hicieron del crimen (el cibrcrimen) su forma de vida. Pero aquel oeste era un sitio físico distinto, o estabas allí o estabas en "la civilización", mientras que el nuevo espacio digital vive entreverado con el físico, compartimos lugar y tiempo. Además, ese nuevo "barrio" no es opcional, unos lo disfrutaremos más y otros menos, pero está ahí para quedarse y todos tenemos que pasar por él para hacer algunos recados.
Pocas veces en la historia nos enfrentamos intergeneracionalmente a un entorno desconocido que hay que colonizar. Todes tenemos que aprender, generar usos y costumbres, etiqueta y buenas maneras. A nivel individual, pero también colectivamente, estatalmente. Hacen falta más y mejores regulaciones legales y, sobre todo, formas de hacerlas valer. Como en todos los entornos, los poderosos tienen una irrefrenable tendencia a convertirse en abusones, y para evitarlo (al menos en lo más extremo) esas regulaciones no deberían centrarse especialmente en esas actividades y no limitarse a los robagallinas. En los espacios físicos eso no se ha conseguido mucho, no confío mucho en que en los digitales vaya a cambiar. Pero por lo menos deberíamos tener claro dónde están los verdaderos problemas (que no es ni un dispositivo de acceso concreto ni una generación particular).
1 comentario:
increuble
Publicar un comentario