Cuando hay un entorno que favorece conductas poco deseables y personas que caen en ella, es políticamente importante saber dónde poner el acento.
Ante la gran disponibilidad de alimentos calóricos baratos, aparece una epidemia de obesidad, aunque no todas las personas se vuelven obesas. Se puede argumentar, por tanto, que los gordos tienen la culpa de su situación y señalarles por ello. También se puede considerar que el entorno es muy problemático y que intervenir en él mejoraría mucho la obesidad como problema social. Lo primero apenas cuesta esfuerzo y tranquiliza al acusador, se aleja del problema al diferenciarse de él y, con su señalamiento, tranquila su conciencia. Pero nada va a cambiar. Intervenir en el entorno es mucho más complejo dado que requiere estudiar científicamente las correlaciones y causalidades de los problemas, prohibir cosas que a priori eran apetecibles y gastar dinero en promover acciones. Es mucho menos satisfactorio de forma inmediata, pero es la vía que puede resolver realmente problemas.
La persona fumadora, obesa, el violento en la relación de pareja, quien bebe demasiado… Son muchísimas las situaciones en las que una conducta indeseable tiene, sin duda, una responsabilidad individual, pero también en un entorno social que la favorece en mayor o menor medida. Limitarse al señalamiento moral del mal comportamiento y abogar por la dureza en su corrección es una opción política, sin duda. La del individualismo y el sálvese quien pueda (tristemente cada vez más en boga). La preocupación por generar un entorno social que no favorezca los comportamientos indeseables es también un a opción política.
Es desde esa segunda opción política desde la que he considerado el “escándalo” de la “trama” saudí de corrupción en la ciencia española (en un artículo muy criticado). Sin duda que no pretendo salvar la cara de comportamientos delictivos e inmorales. Solo pretendo, por un lado, que nos aseguremos bien de que todas las reputaciones que se están machacando realmente hayan incurrido en esos comportamientos reprochables y, por otro, indicar mi desacuerdo político con el linchamiento público (1) del incumplidor individual frente a la tarea de reconstrucción del entorno social en que se dan.
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(1) El caso que conozco de primera mano es el de Humberto Bustince, citado en el último artículo de la saga con nombre, apellidos, "aspiración a dirigir un centro" (cosa que quizá le haya llevado a esto) y todo tipo de acusaciones que, hasta donde conozco de primera mano, son falsas. No me corresponde a mi demostrar esa falsedad, pero sí enfadarme por ella. Una cosa es denunciar malas prácticas, de forma genérica o de forma individualizada, y otra el linchamiento.
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